EL AJEDREZ, TAN CERCA Y TAN LEJOS
Está disputándose en Linares (Jaén) la XXII edición del Torneo de Ajedrez, Ciudad de Linares. El Torneo más importante del mundo dentro de este deporte-juego o juego-deporte, que tanto da que da lo mismo.
¿Cómo es posible que una ciudad de 60.000 habitantes, situada fuera de los círculos de mangoneo y gobierneo del planeta, sea capaz de organizar semejante evento desde hace tantos años? Pues ya se sabe: cuestión de quijotismo. Para qué vamos a decir otra cosa. Hace ya la tira de años a un empresario local amante del ajedrez, le dio por organizar un torneillo en la ciudad convenciendo a unos cuantos de los mejores jugadores. Arriesgó su dinero, le fue bien, siguió cada año apostando más fuerte, construyó un hotel especialmente para el torneo, fue involucrando también a la ciudad, al Ayuntamiento… y así llegamos hasta hoy. Parece fácil, ¿verdad?, pero uno ha vivido de cerca –algo tendrá que ver el ser linarense- la evolución del torneo y sus peripecias, incluidas las envidiosas, las politiqueras, las dificultades económicas y el mismo discurrir del tiempo. Afortunadamente la gente del ajedrez es gente sana y fiel y los mejores jugadores del mundo han comprendido bien que el quijotismo de Linares era una apuesta ganadora para este deporte y para ellos mismos, independientemente del resultado particular de cada torneo.
Y en esas estamos. Hasta hay importantes jugadores extranjeros que se han ido a vivir a Linares. Vaya usted por las Rusias, donde el ajedrez es una asignatura en las escuelas y el primer deporte en práctica, y pronuncie el nombre de Linares. Le hablarán de esta ciudad con más sapiencia que muchos analfabetos españoles. En fin, las cosas hispanas de toda la vida, que no valoramos lo nuestro aunque sea fetén y nos corremos de gustirrinín por cualquier medianía o estupidez que venga de fuera.
Dicho todo lo cual, también será preciso afirmar que la mayoría de los mortales se creen que el deporte del ajedrez es tan ligero como tomarse unas cervezas. Pura ignorancia. En pocos deportes te entrenas entre 6 y 8 horas diarias, incluyendo un par de ellas al entrenamiento físico. No digamos de la preparación psicológica y mental para soportar horas y horas de tensión jugando siempre al borde del error por un exceso de confianza o un defecto de concentración. Ya decía aquel loco genial de Bobby Fischer, el primer norteamericano que logró abrir brecha en el telón de acero soviético, que el desgaste que sufría en un torneo, tanto física como mentalmente, era parecido al de un combate de boxeo. Y si para muestra basta un botón, ahí va. En la jornada inaugural del torneo linarense de este año el actual campeón del mundo, Gary Kasparov, tardó una hora en hacer el movimiento de una jugada, aparentemente sencilla o lógica. Estoy seguro que don Gary gastó en esos 60 minutos más calorías que Ronaldo en toda la Champion Li y que sus pulsaciones estuvieron más altas que las de Ronaldinho cuando tira una falta.
Visto desde fuera, parecería que un torneo de ajedrez –o incluso, una partida- sólo es entretenido/a para quienes juegan, pero hay que estar alrededor, mirar los tableros, hablar con unos y otros para darse cuenta la vidilla que hay en el asunto. Todavía no comprendo como no se televisa alguna partida importante. Ciertamente que ello permitiría que los ajenos a este mundillo cogieran el sueño ante la pequeña pantalla con una facilidad nunca vista antes (sería buena medicina), pero entre comentarios, entrevistas, desarrollo de alternativas al juego y otras menudencias inteligentes, estoy seguro que la partida televisiva provocaría a una gran mayoría menos aburrimiento que algunos partidos futbolísticos pretendidamente del siglo.
¿Cómo es posible que una ciudad de 60.000 habitantes, situada fuera de los círculos de mangoneo y gobierneo del planeta, sea capaz de organizar semejante evento desde hace tantos años? Pues ya se sabe: cuestión de quijotismo. Para qué vamos a decir otra cosa. Hace ya la tira de años a un empresario local amante del ajedrez, le dio por organizar un torneillo en la ciudad convenciendo a unos cuantos de los mejores jugadores. Arriesgó su dinero, le fue bien, siguió cada año apostando más fuerte, construyó un hotel especialmente para el torneo, fue involucrando también a la ciudad, al Ayuntamiento… y así llegamos hasta hoy. Parece fácil, ¿verdad?, pero uno ha vivido de cerca –algo tendrá que ver el ser linarense- la evolución del torneo y sus peripecias, incluidas las envidiosas, las politiqueras, las dificultades económicas y el mismo discurrir del tiempo. Afortunadamente la gente del ajedrez es gente sana y fiel y los mejores jugadores del mundo han comprendido bien que el quijotismo de Linares era una apuesta ganadora para este deporte y para ellos mismos, independientemente del resultado particular de cada torneo.
Y en esas estamos. Hasta hay importantes jugadores extranjeros que se han ido a vivir a Linares. Vaya usted por las Rusias, donde el ajedrez es una asignatura en las escuelas y el primer deporte en práctica, y pronuncie el nombre de Linares. Le hablarán de esta ciudad con más sapiencia que muchos analfabetos españoles. En fin, las cosas hispanas de toda la vida, que no valoramos lo nuestro aunque sea fetén y nos corremos de gustirrinín por cualquier medianía o estupidez que venga de fuera.
Dicho todo lo cual, también será preciso afirmar que la mayoría de los mortales se creen que el deporte del ajedrez es tan ligero como tomarse unas cervezas. Pura ignorancia. En pocos deportes te entrenas entre 6 y 8 horas diarias, incluyendo un par de ellas al entrenamiento físico. No digamos de la preparación psicológica y mental para soportar horas y horas de tensión jugando siempre al borde del error por un exceso de confianza o un defecto de concentración. Ya decía aquel loco genial de Bobby Fischer, el primer norteamericano que logró abrir brecha en el telón de acero soviético, que el desgaste que sufría en un torneo, tanto física como mentalmente, era parecido al de un combate de boxeo. Y si para muestra basta un botón, ahí va. En la jornada inaugural del torneo linarense de este año el actual campeón del mundo, Gary Kasparov, tardó una hora en hacer el movimiento de una jugada, aparentemente sencilla o lógica. Estoy seguro que don Gary gastó en esos 60 minutos más calorías que Ronaldo en toda la Champion Li y que sus pulsaciones estuvieron más altas que las de Ronaldinho cuando tira una falta.
Visto desde fuera, parecería que un torneo de ajedrez –o incluso, una partida- sólo es entretenido/a para quienes juegan, pero hay que estar alrededor, mirar los tableros, hablar con unos y otros para darse cuenta la vidilla que hay en el asunto. Todavía no comprendo como no se televisa alguna partida importante. Ciertamente que ello permitiría que los ajenos a este mundillo cogieran el sueño ante la pequeña pantalla con una facilidad nunca vista antes (sería buena medicina), pero entre comentarios, entrevistas, desarrollo de alternativas al juego y otras menudencias inteligentes, estoy seguro que la partida televisiva provocaría a una gran mayoría menos aburrimiento que algunos partidos futbolísticos pretendidamente del siglo.
Jolín, si hasta se televisan horas y horas las procesiones de semana santa, que mira que son peñazo, no sé porqué se tiene tanto miedo a enchufar las cámaras a los caballos y los alfiles. Claro que el despiporre sería mayor si la partida se radiase. Pero la imaginación de nuestros currantes de las ondas hertzianas no da para tanto. Ellos sólo saben, como sus homónimos de la teletonta, gritar como energúmenos: GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!
2 comentarios:
Tienes mas razón que un santo, es un deporte dificilísimo, y muy divertido.
Si quieres saber lo que es cansarte, juega una partida con alguien de nivel, veras lo que es mear sangre. Es durísimo, eso si no hay juego en el que guste mas ganar ni joda mas perder.
Pues también se gastan horas y horas en televisión retransmitiendo snooker (un billar con mogollón de bolas) y otro deporte que a mí me gusta mucho ver, el curling. No se tiran una hora como Kasparov, pero tampoco tienen tanta acción como las pelis del Arnold. Si los televisan es por algo.
Y en cuanto a lo de la radio, no estoy muy de acuerdo contigo; tenemos a Leontxo García, que se sale. Hoy en RNE-5 ha estado "sembrao".
A raíz de la decisión de la FIDE de prohibir torneos en España hasta que no se cambie el Presidente de la federación, ha dicho: "... los directivos de la FIDE, que son tan corruptos como ineficaces...". Y se ha quedado tan pancho. ¡Aúpa Leontxo!
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