LA INTERNACIONAL FUTBOLERA
Andan los chicos de la Internacional Futbolera (esos viejecitos y no tan viejecitos que viven como reyes a costa de los pringaos que pagan un potosí por ver un partido de fútbol oficial) buscando cambiar algunas reglas del juego para que el invento siga funcionando a pleno gas. La Internacional Board se está reuniendo estos días en un suburbio de Irlanda para ver qué se les ocurre a las mentes algo decrépitas y obtusas que la componen.
Ya podemos imaginar que los chicos de la Board no son precisamente unos revolucionarios. Incluso yo diría que aborrecen el fútbol y que lo ven de higos a brevas cuando no les queda más remedio por la obligación del carguete. Así pues, lo que están intentando parir quedará una vez más en un pequeño abortito. Por ejemplo, siguen emperrados en mantener el fuera de juego posicional para que los árbitros se hagan la picha un lío y se arme la marimorena un montón de veces en cada partido. Así, a más follón más morbo, a más morbo más televisión, más publicidad y más moneis pal bolsillo. Reducir el fuera de juego sólo al área también les parece mal, con lo que seguiremos asistiendo a esos bellos encuentros en que veinte tíos se mueven en un palmo de terreno para evitar el fuero de juego y porque allí juntitos en el círculo central se está la mar de calentito. Eso sí, los paquidermos de la Board van a permitir que en los amistosos internacionales pueda haber un máximo de seis cambios, lo que imagino que le hará mucha gracia al espectador que ha pagado 200 euros por ver a sus figuras nacionales jugar los 90 minutos y comprueba que al cuarto de hora el entrenador las releva para que no se resientan de su antigua lesión en la punta del dedo meñique de la mano izquierda. También han ideado que un jugador deberá estar al menos a dos metros de distancia del rival que pone el balón en juego. Una tontería viendo que las distancias de las barreras, de los saques de banda y otras virguerías del juego no se respetan casi nunca. Otra nueva norma escrita para saltársela a la comba.
Aunque lo mejor viene ahora: los camaradas de la Internacional, con el güisqui saliéndoles ya hasta por las orejas, acordaron partiéndose de risa que de ahora en adelante el payaso de las bofetadas (o sea, el árbitro) deberá sancionar con tarjeta roja no solo las entradas por detrás sino todas las entradas violentas. Y yéndose cada mochuelo a su olivo, dijeron con un bonito corte de mangas: ¡ahí queda eso! Ya me imagino que las entradas serán consideradas violentas cuando produzcan el corte en cuatro trozos de la tibia del delantero centro, o que merecerá roja directa el dejar sin un ojo al extremo izquierdo, porque ¿qué es violento? Viendo muchos partidos parecería que es más violento dar a la pelota con la mano o decirle un piropo al árbitro que sacarle los higadillos al rival.
El día que los arbitruchos se tomen a sí mismos en serio (haciendo que nadie les tome a cachondeo) más de diez partidos van a finalizar antes de tiempo por ausencia de jugadores en el campo de juego. Claro que siempre podrán continuarlo jugándose el resultado a las siete y media en la caseta.
Y lo último. Para que el personal de baja estofa veamos que los de la Board futbolera no se chupan el dedo del pie (o sea, que están en forma) su última decisión por ahora ha sido dar luz verde al uso experimental de balones con un microchip para que permita determinar si la línea de gol ha sido o no superada. Eso sí, el balón tiene que ser de la marca Adidas porque las restantes marcas no saben fabricar microchips. Y es que estos tíos donde ponen el balón y el microchip, ponen el ojo y… la cartera. Por lo menos, si al final se ponen de acuerdo (unos milloncejos extra de Adidas lo conseguirán), se obrará el milagro tecnológico en nuestros campos de fútbol de que todo el mundo comparta una decisión arbitral, aunque haya sido precedida por un pic, pic informático en la oreja izquierda del trencilla. Todo preferible a escenas tan ridículas como las que se dan ahora en que las pantallas de video del campo muestran claramente que la pelota ha traspasado la portería y el árbitro de allá abajo sigue emperrado en que el esférico salió volando.
La Internacional futbolera se ha juntado para echar unas canitas balompédicas al aire. ¡Qué bien viven algunos, que hasta por no hacer nada, cobran una pasta gansa! Hasta el güisqui les sale gratis.
Ya podemos imaginar que los chicos de la Board no son precisamente unos revolucionarios. Incluso yo diría que aborrecen el fútbol y que lo ven de higos a brevas cuando no les queda más remedio por la obligación del carguete. Así pues, lo que están intentando parir quedará una vez más en un pequeño abortito. Por ejemplo, siguen emperrados en mantener el fuera de juego posicional para que los árbitros se hagan la picha un lío y se arme la marimorena un montón de veces en cada partido. Así, a más follón más morbo, a más morbo más televisión, más publicidad y más moneis pal bolsillo. Reducir el fuera de juego sólo al área también les parece mal, con lo que seguiremos asistiendo a esos bellos encuentros en que veinte tíos se mueven en un palmo de terreno para evitar el fuero de juego y porque allí juntitos en el círculo central se está la mar de calentito. Eso sí, los paquidermos de la Board van a permitir que en los amistosos internacionales pueda haber un máximo de seis cambios, lo que imagino que le hará mucha gracia al espectador que ha pagado 200 euros por ver a sus figuras nacionales jugar los 90 minutos y comprueba que al cuarto de hora el entrenador las releva para que no se resientan de su antigua lesión en la punta del dedo meñique de la mano izquierda. También han ideado que un jugador deberá estar al menos a dos metros de distancia del rival que pone el balón en juego. Una tontería viendo que las distancias de las barreras, de los saques de banda y otras virguerías del juego no se respetan casi nunca. Otra nueva norma escrita para saltársela a la comba.
Aunque lo mejor viene ahora: los camaradas de la Internacional, con el güisqui saliéndoles ya hasta por las orejas, acordaron partiéndose de risa que de ahora en adelante el payaso de las bofetadas (o sea, el árbitro) deberá sancionar con tarjeta roja no solo las entradas por detrás sino todas las entradas violentas. Y yéndose cada mochuelo a su olivo, dijeron con un bonito corte de mangas: ¡ahí queda eso! Ya me imagino que las entradas serán consideradas violentas cuando produzcan el corte en cuatro trozos de la tibia del delantero centro, o que merecerá roja directa el dejar sin un ojo al extremo izquierdo, porque ¿qué es violento? Viendo muchos partidos parecería que es más violento dar a la pelota con la mano o decirle un piropo al árbitro que sacarle los higadillos al rival.
El día que los arbitruchos se tomen a sí mismos en serio (haciendo que nadie les tome a cachondeo) más de diez partidos van a finalizar antes de tiempo por ausencia de jugadores en el campo de juego. Claro que siempre podrán continuarlo jugándose el resultado a las siete y media en la caseta.
Y lo último. Para que el personal de baja estofa veamos que los de la Board futbolera no se chupan el dedo del pie (o sea, que están en forma) su última decisión por ahora ha sido dar luz verde al uso experimental de balones con un microchip para que permita determinar si la línea de gol ha sido o no superada. Eso sí, el balón tiene que ser de la marca Adidas porque las restantes marcas no saben fabricar microchips. Y es que estos tíos donde ponen el balón y el microchip, ponen el ojo y… la cartera. Por lo menos, si al final se ponen de acuerdo (unos milloncejos extra de Adidas lo conseguirán), se obrará el milagro tecnológico en nuestros campos de fútbol de que todo el mundo comparta una decisión arbitral, aunque haya sido precedida por un pic, pic informático en la oreja izquierda del trencilla. Todo preferible a escenas tan ridículas como las que se dan ahora en que las pantallas de video del campo muestran claramente que la pelota ha traspasado la portería y el árbitro de allá abajo sigue emperrado en que el esférico salió volando.
La Internacional futbolera se ha juntado para echar unas canitas balompédicas al aire. ¡Qué bien viven algunos, que hasta por no hacer nada, cobran una pasta gansa! Hasta el güisqui les sale gratis.
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