7 de febrero de 2005

OLÉ POR EL BALONMANO

Si hay dos grandes alegrías que hallamos recibido los aficionados y deportistas españoles en los últimos tiempos, esas han sido los triunfos alcanzados en los campeonatos del mundo de fútbol sala y, ayer domingo, en el campeonato del mundo de balonmano.

Como en este país de trileros y titiriteros sólo parece que existe el fútbol (o fútbolín, como a veces lo llamo), muchos se dan cuenta cuando llega alguna alegría de éstas, que también existen otros deportes en el escenario del espectáculo deportivo. Todavía estamos esperando como agua de lluvia que la selección española de futbolín gane algo en su prolongada existencia, salvando aquella Copa frente a la pérfida URSS gracias al cabezazo de Marcelino hace ya la friolera de siglos. Nunca gente tan bien pagada y tan bien considerada socialmente dio menos a quienes les pagan y les adulan. En cambio, selecciones modestas como las de baloncesto, waterpolo, natación sincronizada, ciclismo u otras nos vienen alegrando las pajarillas desde hace ya bastantes años. El fútbol, nada de nada, salvo el de sala, pero yo quisiera saber cuantos aficionados del Real o el Barça saben un solo nombre de un jugador del Interviú –campeón de la liga- o de la mismísima selección española.

Ahora, en esta racha de éxitos colectivos donde sólo fracasa eternamente el fútbol profesional, le ha tocado al balonmano. Y me alegro un montón porque parecía que tenía el cenizo encima. Desde hace bastantes años siempre ha habido un equipo muy apañadito que cuando llegaban las grandes citas históricas (olimpiadas, campeonatos…) prometía mucho pero siempre quedaba por debajo de su calidad. Salvo cuando se alcanzó una medalla de bronce hace un par de olimpiadas. Por eso, ya era hora que le tocara el premio gordo. Ver jugar a estos jugadores durante todo el mundial permite reencontrarse con un deporte que es pura fuerza, nervio, inspiración y emoción. El balonmano es durísimo en su práctica pero bellísimo en su contemplación. Estos sí que sudan la camiseta y no los que yo me sé. Y este sí que es un deporte con unas reglas modernas en que se prima al espectáculo (genial esa regla de pitar la “pasividad en el ataque”), y en que la violencia es prevenida y castigada al instante. Un deporte donde hay más caballeros en la sala que en un inmenso campo de fútbol. En las gradas y en el campo de batalla. Ver el comportamiento exquisitamente deportivo de Croacia en la final, tras perder honrosa pero muy abultadamente con España, invita al aplauso y al respeto, estando como estamos acostumbrados a ver comportamientos antideportivos en esos señoritos del balón de fútbol, que cuando no engañan a los árbitros, atizan con saña a los rivales, escupen como si fueran fumadores empedernidos o fingen lesiones para perder tiempo porque van ganando o empatando.

Más mucho me temo que el éxito será flor de un día en lo que respecta a la popularidad del balonmano y que los más de 3 millones y medio de espectadores de la final pocas veces más volverá a repetirse.

“Menos fútbol y más balonmano”, cantaban los alrededor de mil personas que esperaron en el aeropuerto de Barajas la llegada de la Selección. Tiene bemoles: sólo mil personas. Y eso que los tíos están más buenos que el pan comparados con los del futbolín. Las niñas y no tan niñas me parece que tienen el gusto en el culo. Hasta en eso son tienen mala suerte los que practican deportes minoritarios.

1 comentarios:

Rulo Minas 10/2/05, 2:10  

Por si te interesa otro punto de vista (y muy similar al tuyo), aquí tienes mi artículo sobre el asunto en una bitácora colorista y hecha a mano: http://www.prosede.com/bitacora/artic2005/37-campeones.html

o si lo prefieres más sobrio y más profesional (con php), en este otro enlace: http://luisrmiguez.bitacoras.com/archivos/2005/02/07/campeones_campeones

Saludos

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