PUBLICIDAD NO, GRACIAS
Estamos atrapados por la publicidad y la propaganda. O mejor: todo es publicidad y propaganda. La política, la economía, el espectáculo, los medios de comunicación y, por supuesto, el deporte. A veces, también lo es el amor, la solidaridad y tantos otros cuentos de los que vive tantísima gente. Pero centrémonos en el deporte.
Será por exasperación profesional, pero es que cada vez que veo un partido de lo que sea, se me van los ojos detrás de la publicidad directa y encubierta que lo anima. Da igual que sea de fútbol, baloncesto, balonmano o de parchís. Y en el ciclismo, atletismo, automovilismo, etc, no digamos. Ya sé que es el precio que hay que pagar (además de la entrada al evento) porque exista calidad, espectáculo y esas cosas, pero como el asunto reporta muchas pelas, algunos ya se pasan.
Leo una entrevista al metrosexual Beckham, que debe ser un buen chico pero que es un panel publicitario andante. El MARCA saca unas fotografías del muchacho y desde el reloj al pantalón, pasando por el tatuaje, el anillo, las zapatillas o la gorra, no hay rincón de carne o trapo que no contenga alguna referencia publicitaria. Aunque afirma en la entrevista que ha disminuido sus patrocinadores, de once a cinco. Está moderándose.
Ahora muchos equipos llevan propaganda hasta en el culo. Tiene bemoles la cosa. Incluso hay prensa deportiva que es pura propaganda. El AS y el MARCA, del Real Madrid, del que todos los días se están inventando una noticia. El MUNDO DEPORTIVO y SPORT, del Barcelona, con ídem de ídem. Pa mí (tengo que averiguarlo) que hasta tiene propaganda el balón o la pelota con la que se juegan las competiciones.
Así que hoy que estoy de buen humor porque llega el fin de semana y no hay que trabajar a la fuerza, hablando de publicidad, propongo a algunos anunciantes que intenten pillar alguna cuota de mercado sondeando a famosos deportistas. Pasta no tengo, pero ideas luminosas me sobran.
Zidane podría anunciar un buen crecepelo. Ronaldo sería estupendo como propagandista de MacDonald. Torres le vendría al pelo a la compañía que fabrica los dodotis. Ronaldinho podría patrocinar a Colgate, famosa fabricante de pasta de dientes. Pujol le vendría al dedillo a la empresa que hace los muñecos Madelman. El entrenador Ferrando, del At. De Madrid, tan hosco, podría participar como portavoz de la Federación de Boxeo. El entrenador del Barça, el holandés de nombre impronunciable, le vendría muy bien a una ONG pues el hombre es todo un caballero.
Esto sólo si nos limitamos al mundillo peloteril futbolístico, que si pasamos a otros deportes la imaginación se dispara. Pero moderemos el entusiasmo. Viene a cuento todo esto porque me ha emocionado que todavía, a estas alturas de siglo y con la que está cayendo, un equipo como el Barcelona Club de Fútbol siga sin publicidad en la camiseta. Ofertas tuvo en su tiempo (una famosa Asociación de Psiquiatras), cuando lo presidía Gaspart, pero ahora que van bien las cosas aún no ha dado el paso definitivo a equipararse a los demás. Todavía hay un rayito de esperanza en este mundo superpublicitado. Y ahora perdón, pero voy a la cocina a beber Lanjarón, comer un Danone y tomar un té Hornimans. Coño, con la publicidad.
Será por exasperación profesional, pero es que cada vez que veo un partido de lo que sea, se me van los ojos detrás de la publicidad directa y encubierta que lo anima. Da igual que sea de fútbol, baloncesto, balonmano o de parchís. Y en el ciclismo, atletismo, automovilismo, etc, no digamos. Ya sé que es el precio que hay que pagar (además de la entrada al evento) porque exista calidad, espectáculo y esas cosas, pero como el asunto reporta muchas pelas, algunos ya se pasan.
Leo una entrevista al metrosexual Beckham, que debe ser un buen chico pero que es un panel publicitario andante. El MARCA saca unas fotografías del muchacho y desde el reloj al pantalón, pasando por el tatuaje, el anillo, las zapatillas o la gorra, no hay rincón de carne o trapo que no contenga alguna referencia publicitaria. Aunque afirma en la entrevista que ha disminuido sus patrocinadores, de once a cinco. Está moderándose.
Ahora muchos equipos llevan propaganda hasta en el culo. Tiene bemoles la cosa. Incluso hay prensa deportiva que es pura propaganda. El AS y el MARCA, del Real Madrid, del que todos los días se están inventando una noticia. El MUNDO DEPORTIVO y SPORT, del Barcelona, con ídem de ídem. Pa mí (tengo que averiguarlo) que hasta tiene propaganda el balón o la pelota con la que se juegan las competiciones.
Así que hoy que estoy de buen humor porque llega el fin de semana y no hay que trabajar a la fuerza, hablando de publicidad, propongo a algunos anunciantes que intenten pillar alguna cuota de mercado sondeando a famosos deportistas. Pasta no tengo, pero ideas luminosas me sobran.
Zidane podría anunciar un buen crecepelo. Ronaldo sería estupendo como propagandista de MacDonald. Torres le vendría al pelo a la compañía que fabrica los dodotis. Ronaldinho podría patrocinar a Colgate, famosa fabricante de pasta de dientes. Pujol le vendría al dedillo a la empresa que hace los muñecos Madelman. El entrenador Ferrando, del At. De Madrid, tan hosco, podría participar como portavoz de la Federación de Boxeo. El entrenador del Barça, el holandés de nombre impronunciable, le vendría muy bien a una ONG pues el hombre es todo un caballero.
Esto sólo si nos limitamos al mundillo peloteril futbolístico, que si pasamos a otros deportes la imaginación se dispara. Pero moderemos el entusiasmo. Viene a cuento todo esto porque me ha emocionado que todavía, a estas alturas de siglo y con la que está cayendo, un equipo como el Barcelona Club de Fútbol siga sin publicidad en la camiseta. Ofertas tuvo en su tiempo (una famosa Asociación de Psiquiatras), cuando lo presidía Gaspart, pero ahora que van bien las cosas aún no ha dado el paso definitivo a equipararse a los demás. Todavía hay un rayito de esperanza en este mundo superpublicitado. Y ahora perdón, pero voy a la cocina a beber Lanjarón, comer un Danone y tomar un té Hornimans. Coño, con la publicidad.
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