4 de marzo de 2005

LA TRAMPOSA COPA DAVIS



Ha vuelto de nuevo la famosa Copa Davis de Tenis. Cuando escribo ésto ya hemos perdido los dos primeros partidos. El rival, pese a ser una selección de camaradas de segunda división, nos dará esta vez sopas con marisco. ¿Y qué puede llevar a una selección, campeona hace poco de la edición anterior de la Davis, a quedar eliminada a las primeras de cambio? Pues lo de siempre: la conjura judeo-masónica de nuestros rivales. En este caso, la pista que Eslovaquia ha colocado para que nuestros jugadorazos se partan los dientes contra ella. Una pista que el nuevo presidente de la Federación Española de Tenis, los entrenadores del G2, los jugadores hispanos y los periodistas de la casa no han dudado en calificar de “ilegal”.

Antes de empezar esos partidos de la eliminatoria en que los eslovacos (mucho me temo) van a barrer de la pista a los españolitos, los responsables del tenis se estaban poniendo la venda en los ojos: “Intentaremos vencer, pero no puedo garantizarlo”. “La pista es moqueta pintada. No se ha visto una pista así en ningún torneo”.

Ya tenemos la disculpa para el desastre que se avecina (o avecinó, si usted lee este comentario una vez pasado el tsunami eslovaco). Pero ganar o perder, no es el problema. El quid de la cuestión está en nuestra acostumbrada doble moral. Nos quejamos ahora pero sacamos pecho y nos llenamos la boca de champán cuando ganamos la Davis jugando todos los partidos en casa, en unas pistas de tierra realizadas ex profeso para que los rivales tuvieran todas las dificultades del mundo. ¿O ya no nos acordamos de los tejemanejes que hubo que realizar en la mismísima final de Sevilla, montando artificialmente una pista pensada científicamente para evitar que el cañonero americano Roddick perdiera potencia en sus saques? Entonces ningún españolito protestó: ni siquiera mi vecino Perico, que protesta hasta cuando duerme. Sí, ganamos la Davis gracias al bricolaje de las pistas y a lo de jugar TODAS las eliminatorias en casita. Entonces nadie levantó la voz para gritar aterrorizado por tanta trampa y ventajismo. Ahora, en cambio, todo son ayes y lamentos, que parece que nuestros chicos y directivos del tenis hayan aprendido flamenco en cuatro días.

Esta edición nos ha tocado jugar en el otro lado de la luna. Ahora nos devuelven el tortazo los eslovacos. Y caeremos a la moqueta con un K.O. técnico impecable. (No hace falta ser muy adivino). He visto unos minutos de gloria a Feliciano López y es que el tío no rasca bola ni cuando se rasca la coleta. Y digo yo que la moqueta es la misma para los dos contendientes, ¿no? Que por cierto, el Moyá y el Ferrero están missing. Debe ser que se olían el percal o que ellos sólo juegan con el equipo español cuando la fiesta se hace en casa, por aquello de estar arropados por la familia.

En fin, que esto de la Davis es lo más tramposo de todos los torneos habidos y por haber. Cada uno se monta la pista que le da la gana. Si el sorteo viene de cara puedes jugar todas las eliminatorias en la puerta de tu casa y si viene de cruz (como este año), harás más viajes al extranjero que el Ministro de Exteriores, el famoso Morrotinos. Comprendo que no soy yo el más indicado para exigir seriedad, pero alguien con catorce dedos de frente debería encontrar un modo más racional de jugar este torneo antes tan prestigioso y ahora tan cachondeado. Uno, que en su modestia le da a la pelotita amarilla desde hace más de veinte años, no acaba de entender el giro a menudo tan cochambroso que lleva dando el tenis desde hace unos años. No quiero satirizar tanto como lo hice en mi comentario “El tenis del abuelo” de fecha 28 de enero, pero hay cosas que más que deporte parecen de circo. Ojalá me equivoque, pero Eslovaquia nos va a dar un repaso tenístico morrocotudo. ¿La culpa? De la moqueta, hombre, de la moqueta…

1 comentarios:

Rulo Minas 5/3/05, 16:35  

Esto que cuentas de la Davis me recuerda, aunque de lejos (1963), la trampa que tendieron los ingleses a Muhammad Ali (antes Cassius Clay) cuando fue a pelear a la City con Henry Cooper. El ring tenía las medidas reglamentarias mínimas, lo que claramente perjudicaba al campeón, pues sabido es que Alí basaba su boxeo en el baile y el juego de piernas. En un ring minúsculo iba a estar siempre entre las cuerdas y las manos de Cooper. Pero el americano tuvo más categoría que nosotros en Eslovaquia. Sencillamente se negó a pelear; él era el campeón y el invitado. Tuvieron que aumentar el ring hasta sus medidas reglamentarias máximas. ¿No podíamos haber hecho nosotros lo mismo ya que somos los campeones? Después de perder ya no valen las disculpas. Y si se prevé la debacle, pues que los directivos pongan las cosas en su sitio, que para eso cobran. Que otras veces, cuando les ha interesado, han hecho de cosas del deporte un asunto de Estado.

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