A REVUELTAS CON LA VIOLENCIA FUTBOLERA
Me temo que la semana deportiva está metida en sangre. Quiero decir, que si el lunes hacía referencia obligada al cariñoso codazo del sevillista don Javier Navarro al jugador del Mallorca Juanillo Arango, con el que le partió las muelas y casi media vida, hoy no hay más remedio que seguir en plan sanguinoliento.
Leo en varios periódicos diversas noticias relativas a la violencia en el fútbol, especialmente referidas a los últimos encuentros internacionales disputados en el mundo mundial. Resulta que los partidos del pasado fin de semana han dejado un balance de 6 muertos, 199 heridos y 399 detenidos en diversos altercados en los estadios. Estadística que se queda corta porque los que se encargan de hacerla siempre tiran alto cuando se trata de aspectos positivos y barren por los suelos cuando el asunto es negativo o levanta ampollas. La razón de este proceder: cuidan de nuestra salud y de su bolsillo.
Señor, señor. En el partido Eslovenia-Alemania, 52 ultras detenidos. En el Italia-Escocia, hinchas del Inter y de la Atalanta se liaron a mamporros, ante los ojos atónitos de los seguidores escoceses. En el Egipto-Libia hubo una batalla campal. El Camerún-Sudán acabó con un jugador en prisión pues el capullo amenazó de muerte al árbitro y le intentó agredir. En el Zambia-Congo, como había espectadores hasta en las torretas de la luz, hubo decenas de heridos tras desplomarse una de ellas. Sobreventa de localidades y picaresca africana. Por el continente americano la cosa no fue mejor: el Chile-Paraguay acabó con 23 arrestados, altercados callejeros y escenas dignas de un psiquiátrico. El Irán-Japón acabó como el rosario de la aurora: 6 muertos y centenares de heridos. Todo porque la policía reprimió dentro del campo una manifestación política contra el gobierno y ya se sabe que el Jatamí –aunque va de mosquita muerta- es más duro de roer que una chuleta de ternera comprada en el Carrefour. Y para no seguir deprimiendo más al lector, con el riesgo de que en cualquier momento empiece a resquebrajarse la pantalla del CRT o del TFT, cierro este pequeño desglose de gracietas futboleras con el partido Mali-Togo, que fue suspendido en la segunda parte cuando más de 500 espectadores invadieron el césped, no para pastar en él, sino para agredir a TODOS los futbolistas, no se sabe si porque el partido estaba siendo soporífero o porque por aquellos andurriales el personal tiene la biliburricie a flor de piel y no distingue siquiera entre compatriotas o forasteros. También es posible que sean muy demócratas (zurriagazo a tó el mundo), pero no creo que la cosa vaya por ahí.
Tras tan larga disgresión, qué vamos a decir.
Qué vamos a decir si hoy mismo el diario As titula a toda página: “La Batalla de Belgrado” refiriéndose al partidillo entre Serbia y España que en estos momentos se está jugando cuando escribo estos renglones torcidos.
Pues vamos a decir algo… Que no sólo los futbolistas como el Navarro ese, ni los entrenadores guerreros, ni los directivos mafiosos tienen la culpa. Que no sólo los políticos desnortados y los federativos tragones son culpables de todo este maloliente estado de cosas. Que muchísima culpa la tienen los medios informativos que calientan los partidos. Pero, sobre todo, que cada vez hay más cafres y trogloditas que acuden a los campos de fútbol.
La solución no es fácil porque esperar que venga de los de arriba (de los que mandan, dirigen o curran en esta sopa boba) es como pedirle a Pamela Anderson que se meta a monja. Si hay alguna alternativa de mejora en el asunto vendrá de los mismos espectadores, de esa gran masa de gente corriente y moliente que todavía acude a los campos de fútbol creyendo que va a ver un partido de fútbol. El día que miles y miles de aficionados decidan quedarse en casa para ver el asunto por la televisión, o no verlo; para evitar salir descalabrados o con las costillas rotas; para ahorrarse el dineral que cuesta el invento y para emplear el tiempo en labores más productivas o educativas, ese día el tinglado del futbolín empezará a cambiar algo para volver a asemejarse a lo que un buen y ya lejano día fue: simple y llanamente, un bello espectáculo.
Leo en varios periódicos diversas noticias relativas a la violencia en el fútbol, especialmente referidas a los últimos encuentros internacionales disputados en el mundo mundial. Resulta que los partidos del pasado fin de semana han dejado un balance de 6 muertos, 199 heridos y 399 detenidos en diversos altercados en los estadios. Estadística que se queda corta porque los que se encargan de hacerla siempre tiran alto cuando se trata de aspectos positivos y barren por los suelos cuando el asunto es negativo o levanta ampollas. La razón de este proceder: cuidan de nuestra salud y de su bolsillo.
Señor, señor. En el partido Eslovenia-Alemania, 52 ultras detenidos. En el Italia-Escocia, hinchas del Inter y de la Atalanta se liaron a mamporros, ante los ojos atónitos de los seguidores escoceses. En el Egipto-Libia hubo una batalla campal. El Camerún-Sudán acabó con un jugador en prisión pues el capullo amenazó de muerte al árbitro y le intentó agredir. En el Zambia-Congo, como había espectadores hasta en las torretas de la luz, hubo decenas de heridos tras desplomarse una de ellas. Sobreventa de localidades y picaresca africana. Por el continente americano la cosa no fue mejor: el Chile-Paraguay acabó con 23 arrestados, altercados callejeros y escenas dignas de un psiquiátrico. El Irán-Japón acabó como el rosario de la aurora: 6 muertos y centenares de heridos. Todo porque la policía reprimió dentro del campo una manifestación política contra el gobierno y ya se sabe que el Jatamí –aunque va de mosquita muerta- es más duro de roer que una chuleta de ternera comprada en el Carrefour. Y para no seguir deprimiendo más al lector, con el riesgo de que en cualquier momento empiece a resquebrajarse la pantalla del CRT o del TFT, cierro este pequeño desglose de gracietas futboleras con el partido Mali-Togo, que fue suspendido en la segunda parte cuando más de 500 espectadores invadieron el césped, no para pastar en él, sino para agredir a TODOS los futbolistas, no se sabe si porque el partido estaba siendo soporífero o porque por aquellos andurriales el personal tiene la biliburricie a flor de piel y no distingue siquiera entre compatriotas o forasteros. También es posible que sean muy demócratas (zurriagazo a tó el mundo), pero no creo que la cosa vaya por ahí.
Tras tan larga disgresión, qué vamos a decir.
Qué vamos a decir si hoy mismo el diario As titula a toda página: “La Batalla de Belgrado” refiriéndose al partidillo entre Serbia y España que en estos momentos se está jugando cuando escribo estos renglones torcidos.
Pues vamos a decir algo… Que no sólo los futbolistas como el Navarro ese, ni los entrenadores guerreros, ni los directivos mafiosos tienen la culpa. Que no sólo los políticos desnortados y los federativos tragones son culpables de todo este maloliente estado de cosas. Que muchísima culpa la tienen los medios informativos que calientan los partidos. Pero, sobre todo, que cada vez hay más cafres y trogloditas que acuden a los campos de fútbol.
La solución no es fácil porque esperar que venga de los de arriba (de los que mandan, dirigen o curran en esta sopa boba) es como pedirle a Pamela Anderson que se meta a monja. Si hay alguna alternativa de mejora en el asunto vendrá de los mismos espectadores, de esa gran masa de gente corriente y moliente que todavía acude a los campos de fútbol creyendo que va a ver un partido de fútbol. El día que miles y miles de aficionados decidan quedarse en casa para ver el asunto por la televisión, o no verlo; para evitar salir descalabrados o con las costillas rotas; para ahorrarse el dineral que cuesta el invento y para emplear el tiempo en labores más productivas o educativas, ese día el tinglado del futbolín empezará a cambiar algo para volver a asemejarse a lo que un buen y ya lejano día fue: simple y llanamente, un bello espectáculo.
2 comentarios:
http://rockangol.blogspot.com/
¿Quién fue el "cocoseco" que propuso al fútbol para el Nobel de la Paz? No, no me lo he inventado; se habló de ello hace uno o dos "nóbeles". Tengo entendido que el fútbol fue el detonante de una guerra entre dos países centroamericanos, creo recordar que Guatemala y Honduras, aunque a lo mejor recuerdo mal. Hay que investigar, Juan, Que me huelo que de esto se saca no un artículo, sino un guión (de película de miedo).
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