13 de mayo de 2005

DIVINIZANDO A FERNANDO ALONSO


Fernando Alonso

En este país de nuestros ardores o nos pasamos o no llegamos. Con la misma facilidad con que ponemos a alguien a caer de un burro, lo subimos a los altares. Con lo cual el cielo deportivo está lleno de asnos y el infierno repleto de gente seria y decente. Recuerdo a Carlos Sáinz cuando ganó el Campeonato de Rallys un año ya lejano. El madrileño era el mejor piloto del mundo de todos los tiempos. Cuando se quedaba segundo o tercero, más de uno lo quería enviar al asilo de ancianos. Si el Madrid gana un título es el mejor equipo del planeta futbolero. Si se queda segundo, habría que pasar por la bayoneta hasta al que hace los bocadillos a Ronaldo. Si el Betis o el Osasuna se clasifican para la final de la Copa del Rey, sus aficiones se echan a la calle hasta altas horas de la madrugada y del disfrute etílico como si les hubiese tocado la bonoloto. El equipo que pierda la final será una pandilla de mataos que no sabe tocar la pelota ni con la mano, la cual sólo utilizan para contar el cerro de billetes que no se merecen. Un penalty, un segundo de más, un salto de menos y pasas del empedrado del infierno al parquet del cielo en menos que canta Pavaroti o Plácido Domingo.

En el asunto del automovilismo ahora toca cielo. Nunca nos hemos comida una rosca en lo de la Fórmula I, seguramente porque los conductores españoles (la cantera) son los más inexpertos, inútiles y maleducados de nuestro entorno. Pero la lotería también toca a veces a quienes menos se la merecen. Basta con que jueguen un numerito o décimo. Con Fernando Alonso nos ha tocado el gordo.

Ya avisaba en marzo que podemos quemarlo antes de tiempo, con estas costumbres tan volubles como tenemos por la República Monárquico-macedónica de las Españas. Lleva pisando este año el podium en cinco ocasiones a la fecha para que ya las campanas de las catedrales estén repicando a victoria eterna. El título ya es nuestro, Schumacher es un pardillo al que se le ha olvidado como se conduce un bólido y todavía va por el segundo de Bachillerato el lumbreras que sustituirá a nuestro gran Fernandito. Oye uno a los comentaristas de Telepingo cuando retransmiten las carreras de la Fórmula, con ese fervor patriótico exagerado, esa actitud tan objetiva y esa sabiduría tan elocuente, que el empacho de autoestima y autocomplacencia le dura a uno casi dos semanas. ¡Menudo engorde!

En Spain nace un nuevo Superman cada equis años. Ahora se llama Alonso. Y, claro, ha empezado su divinización. Ya pasó con Indurain. Sus datos biométricos, musculares y psicológicos eran superiores a los de todos sus rivales. El bueno de Miguelón se quejaba muchas veces de que él ganaba el Tour porque las pasaba putísimas entrenando todo el año y sufriendo durante todas las carreras. Pues no: el navarro era galáctico y los demás, chicos del montón. Con Alonso vamos por el mismo derrotero. Cuando gane el campeonato a tan temprana edad, no veas la que le espera en años sucesivos. El primer paso de la divinización rauda y veloz de Alonso ya lo tenemos aquí.

Leo que Alonso es capaz de correr los 100 metros en 11 segundos y los 400 en 57. Realiza entrenamientos en una sauna para adaptarse al calor. Lo mismo se entrena con la mountain bike, que desciende en canoa por los ríos de Kenia, que corre por las playas a velocidad supersónica sólo con sus dos patitas, que se mueve con los esquís por Sierra Nevada como Pedro por su casa. Alonso no tiene ídolos. Ve a Schumacher como uno más. Lo tiene todo bajo control. Incluida la ansiedad por ganar. Es un talento natural. Alonso es, pues, la repera de la pera.

Cuando nos sale un deportista de élite, no puede ser un deportista de élite. Tiene que venir acompañado por el don de la divinidad. Y de la genética. Y como muchos foráneos saben esta peculiaridad tan hispánica (exportada también a nuestros amigos hispanoamericanos), nos hacen el caldo gordo: “Hay dos tipos de pilotos, los que hacen una progresión correcta y se convierten en buenos pilotos. Entre ellos estaría Schumacher. Hay otros que nacen simplemente así, son talentos naturales”. O “Alonso es frío como un asesino”. Ya digo, el dominguero Schumacher, que ha ganado siete títulos gracias a su buena suerte, es simplemente un buen piloto. Pues ni tanto, ni tan calvo. Ni divinización ni proletarización. Ni infierno ni cielo. Prudencia, sentido común, tacto, euforia contenida, respeto tanto a Alonso como a sus rivales. Encumbrarle tan pronto y de forma tan desmedida sólo garantiza –conociendo el percal- que el batacazo será morrocotudo. Espero que al menos Fernando Alonso no colabore endiosándose más de lo deseable, manteniendo también fuera de las carreteras esa frialdad que se le adjudica. Aunque en este tema, soy sincero, ando un poco con la mosca detrás de la oreja.

1 comentarios:

la aguja 14/5/05, 21:33  

Te asiste toda la razón. La prensa, llevados por las ventas inmediatas, llevan al Olimpo de los dioses antes de tiempo al campeón del momento. Se crean expectativas que muchas veces no se cumplen al ritmo pronosticado (nunca se cumplen los vaticinios de la prensa). Entre otras cosas porque esto del éxito deportivo tiene más que ver con las olas del mar que con el caudal de los ríos. Y, cuando el muchachito de turno, muchas veces semi-imberbe, falla, le caen encima con todo el equipo.

El héroe se convierte en héroe siempre después de haber ganado ciento un batallas, nunca antes (las cien primeras no cuentan, tiene que ganar la ciento una, que siempre es más importante que todas las ganadas hasta el momento). Y es elevado a la categoría de mito cuando ha abandonado su actividad y ya no puede caer derrotado.

No seguir el guión lleva a lo que tú planteas.

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