13 de junio de 2005

JESÚS DEL GRAN PODER 2 - SAN FERMÍN 1

Es habitual en España (no sé si en otros países) que los equipos vencedores de algo (la Liga, la Copa o algún torneo de prestigio) acudan a la Iglesia a brindarle el trofeo al patrón o la patrona de la ciudad. Se supone que para agradecerle los servicios prestados o, simplemente, porque es un ritual más de la celebración. Personalmente me resulta bastante pintoresca la ceremonia pues no entra en mi cartesiano raciocinio el que las vírgenes, cristos y santos tengan predilección por unos equipos u otros o preferencia por unas ciudades o países frente a la competencia. El discurso religioso me parece respetabilísimo siempre que no choque frontalmente con el discurso de la razón y, francamente, se me hace cuesta arriba pensar que la Moreneta sea del Barça, la Virgen del Pilar del Zaragoza o que San Leopoldo interceda futbolísticamente por el Granada C.F.

Con ocasión de la final de la Copa del rey, disputada este sábado entre el Betis y el Osasuna, se ha dado un paso más en esta unión (para algunos creyentes, totalmente irrespetuosa) entre los clubes de fútbol y el santoral. Como el presidente del Betis es un forofo nato del Cristo de Jesús del Gran Poder, todos los jugadores del equipo, cuerpo técnico y hasta afición también se han contagiado de los mismos gustos y preferencias religiosas. Así que antes del partido, todos invocaron ante la famosísima Imagen que intercediera a favor del Betis para que la final de la Copa cayese de su parte. Pues bueno, pues vale, pues no lo entiendo. Pero hete aquí que los del Osasuna también se aplicaron al mismo afán, pero con el patrón de Pamplona, el famoso San Fermín. Y el mismo día del partido le hicieron una ofrenda y misa para a ver si así el famoso santo les echaba una manita en el partido.

Reflejando esta bitácora una visión satírica del deporte, se me ocurren decenas de comentarios sobre estas rogatorias cuasi-religiosas del Betis y Osasuna, pero para no herir susceptibilidades ajenas (algunos es que, además de picajosos en exceso, tienen un escaso sentido del humor y de la crítica) y para mantener la ironía limitada sólo al ámbito estrictamente deportivo, despejaré este balón tan poco racional mandándolo a la cosa celestial y que allí se peleen San Fermín con la Moreneta, el Cristo del Gran Poder con la Virgen del Pilar y que cada santo haga lo que más le parezca, aunque no me imagino acaloradas discusiones en el cielo entre semejantes personajes. Para ser más exactos es que ni me imagino cielo, ni santos ni historias. Pero esta es otra historia.

Volviendo a terrenos más terrenales, si algo me gustó del partido fue que sus aficiones se portaron como dos auténticas señoras: educadas, corteses y respetuosas. Llama la atención el hecho –resaltado por la policía- que hasta la hora de comienzo del partido no se produjera en Madrid ningún incidente entre ellas y también se desconoce que lo hubiera al término del partido, una vez que el Cristo del Gran Poder ganó la partida a San Fermín (supongo que por simple cuestión de jerarquía). Mucho circo, eso sí, mucha guasa, mucho folklore y mucha gaita típica de estos partidos, pero pedirle a las aficiones respectivas que encima muestren un cierto rigor intelectual ya es pedir demasiado. Así que hay que proclamar (por lo raro) que los seguidores del Osasuna y del Betis son estupendos, que hubo buen rollo entre ellos y que si esa fuese la tónica habitual de todos los partidos, el fútbol sería siempre un deporte de señores en vez de cafres, como lo es a menudo.

Pero como todas las dichas no pueden venir juntas, en el partido descubrimos lo que ya sabíamos: que muchos futbolistas son más brutos que un arao, que a algunos les hace falta ir de nuevo a la escuela y que es de juzgado de guardia que cuando las aficiones demuestran un comportamiento colectivo exquisito, vengan estos tíos y monten el potaje por tener serrín en vez de cerebro. Sobró violencia en el campo (ese Pablo García, que sería un excelente carnicero), sobraron jugadores tramposos y mentirosos (esos Dani o Joaquín haciendo excesivo teatro ante las entradas de la defensa osasunista) y esos suplentes que no saben guardar las formas ni sentados en el banquillo. Con otras aficiones, los excesos de dureza y de embustes de unos jugadores y otros, hubieran provocado una reyerta de campeonato entre los aficionados rivales, pero gracias a Dios (o a San Fermín y al Cristo del Gran Poder) los seguidores pamplonicas y béticos demostraron que mientras ellos y ellas se visten por los pies, sus adorados jugadores no saben lo que es ir decentemente vestidos.

Y para terminar, ese Joaquín y algún otro, con el sombrero de ala ancha y el capote dando verónicas al aire al final del partido. Me repatean estos folklóricos ignorantes y antiguos que siguen dando esa imagen tan cutre y esperpéntica del pueblo andaluz. Me repatean y me repugnan. Sólo faltó que los capullos se pusieran a bailar por sevillanas. Merecen que los metan en una caseta de feria y les obliguen a hacer el ganso hasta que llegue el día del juicio final (o sea, cuando bajen a la Tierra el Cristo del Gran Poder y San Fermín, entre otras celebridades del más allá).

1 comentarios:

la aguja 17/6/05, 1:37  

Cultura religiosa de este país. Un ejemplo. Acaba de entrar mi hija en esta habitación (sí, mira qué hora es y dice que está preparando el examen de mañana). Me dice que si tengo una Biblia y le digo que sí, y que para qué la quiere. Y me suelta que le ha dicho no sé qué profesor (mejor que no me entere) que busque en la Biblia el Cantar de los Cantares de Fray Luis de León.

O yo soy tonto, o aquí falta cultura y sobra fútbol y operación triunfo. Por cierto, con todos esos mitos religiosos que todavían pueblan las Españas de comienzos del siglo XXI, ¿te atreverías a hacer una alineación?

Santa Justa debería ser el árbitro. Y San Cristóbal el entrenador, por aquello de ser el patrón de los conductores, digo yo. San Segundo el suplente, o el lateral derecho, por aquello del número 2. Y ya puestos, el Cristo del Gran Poder el dueño del equipo, a imagen y semejanza de Lopera.

Bueno, lo dejo, que igual empieza a sonar a irreverente.

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