UNA CAMPEONA COMO LA COPA DE UN PINO
Hay deportes que practicarlos supone un enorme sacrificio diario. Siempre pongo como ejemplo y modelo al ciclismo. Cuando entrenas por esas carreteras del diablo, llevas el corazón en un puño porque cualquier automovilista puede llevarse por delante tu caja torácica. Cuando logras entrar en una pequeña élite, esa que te permite cobijarte en un equipo profesional y poder disputar las grandes carreras, debes andarte con muchísimo ojo ante médicos y preparadores sin escrúpulos que intentarán sacar de tu cuerpo lo que no está escrito en los análisis de sangre y de orina. Las carreras serán muy importantes, pero los hoteles miserables y el ninguneo y sadismo de los organizadores no te los quitará nadie. Si, encima, tu sexo es el vaginal, apaga y vámonos. El sábado se retirará de la alta competición (o se despidió, si lees ésto días después) Joane Somarriba. Estoy seguro que millones de españoles no saben siquiera quien es, cuanto más si son de otros países. Refresquemos brevemente la memoria. Joane es una ciclista española que ha ganado 3 veces el Tour de Francia, dos Giros de Italia, tres medallas (oro, plata y bronce) en Mundiales de ciclismo y un montón de premios más. La plata mundial la conquistó ayer mismo, tres días antes de su adiós. O sea, que salvo Indurain, en este país no hay un practicante de las dos ruedas con el historial de doña Joane. Sólo le han faltado las medallas olímpicas, pero si no tienes un buen equipo nacional que te eche dos manos, ya me dirán como se logra. Pero este enorme historial me la repampinfla. Quiero decir que su historial humano me parece aún mejor. Hay que tener lo que muy pocos tienen para subirse a una bicicleta hace ya 25 años (empezó a los ocho añitos) cuando el resto de tus amigas se dedican a algo tan poco arriesgado como jugar a las casitas o a las muñecas. Hay que tener bemoles para superar una hernia discal sin ceder a la clásica opinión de los sabihondos médicos (chica, hay que operarse y lo mismo te quedas para vender cupones), chuparse más de un mes de silla de ruedas y más de un año con un corsé a ver si hay suerte. Y, como pionera, hay que jugársela y emigrar de tu país hacia Italia en busca de un equipo, de un cariño y de una protección que aquí se le negaba. Con todos estos redaños ha logrado alcanzar ese fantástico palmarés y ser durante varias temporadas la mejor ciclista del mundo. Escuchaba hace tiempo una anécdota de Joane que ilustra perfectamente su carácter aguerrido y ganador. Cuando lo pasó tan mal a raíz de la hernia, su madre la consoló con las palabras socorridas para estos casos de que “esto es que Dios no quiere que montes más en bicicleta”. La respuesta de Somarriba debería figurar en cualquier antología del deporte: “Pues Dios va a tener que cambiar de opinión”. Así que, siempre que he podido y han sido pocas porque las televisiones españolas han pasado siempre de ella (sí, esas mismas que a todas horas sacan a meretrices, famosillas y demás cornúpetas), he intentado animarla en directo desde la distancia. Especialmente en las grandes citas. Ayer consiguió la plata en el mundial de contrarreloj que se disputó en Madrid. Mereció el oro pero da igual. Podría intentarlo otro año porque fuerza tiene para rato, pero ya ha tomado su decisión de despedirse y le alabo el gusto. Los grandes campeones deben irse cuando aún lo siguen siendo en la lucha diaria. Nos deja Joane un ciclismo femenino español alejado de la élite (excepto por su caso), aunque más organizado. Pero como ella misma afirmaba tras su último éxito: “hace falta el apoyo de patrocinadores e instituciones públicas”. Ese que nunca tuvo y que, mucho me temo, no van a tener sus seguidoras. Otro enorme campeón (éste no se va, sino que llega), Fernando Alonso, lo va a dejar claro el próximo domingo tras su probable victoria en el campeonato del mundo de Fórmula I. En muchos deportes hispánicos, o te lo guisas y te lo comes tú solito o te mueres de asco. Eso sí, de llegar los éxitos, te darán un abrazo hasta las ánimas del purgatorio.
3 comentarios:
Ya tenemos aquí al gilipollas de turno. Desde hace una semana, nada más subir el comentario se cuela algún pirao para escribir algo en un inglés que no entiendo (yo en inglés sólo sé decir "jao, Manitú") y seguramente para vender algo. Esta vez no lo pienso borrar para verguenza del gili. Sé que muchas bitácoras están padeciendo el mismo síndrome, pero lo de "consuelo de muchos consuelo de tontos" no me vale. Mientras pasa el asunto, seguiremos utilizando la papelera virtual. ¡Qué remedio!
Debes tener algún spyware o software espía, para intentar ser más castizos (porque ya me dirás que hacemos con lo de "software").
Quizá lo tengas en tu máquina (el ordenador, quiero decir) si es que subes los post desde él. Si los subes desde el editor del blogger creo que deberías escribir a los proveedores del CMS (a los del Google, que son los que llevan ahora esto del Blogger).
No encuentro otra explicación. Cada vez que subes el artículo se activa el spyware y te mete el mensaje.
Ya comentaré el artículo mañana, que hoy ando algo tarde (mira qué hora es y yo por aquí todavía).
Pues sí, el deporte femenino en un país machista como este en el que vivimos está relegado a lo anecdótico. Hay quien dice que África acaba (o empieza, según se mire el mapa) en los Pirineos.
Hay grandes campeonas internacionales en España que no obtienen el reconocimiento ni de los medios de comunicación, ni de la sociedad, ni de las instituciones, en una especie de pescadilla que se muerde su cola.
Pero para ser justos creo que este fenómeno se extiende a nivel global. Recordemos hace unos años el calendario de "las Matildas", el equipo nacional australiano de fútbol, donde posaron desnudas para recaudar fondos con el objeto de participar en un campeonato mundial.
Quizá hay países puntuales en los que el deporte femenino no esté tan desasistido, aunque creo que en ninguno alcanza el reconocimiento del deporte masculino. Por otro lado, también hay deportes en los que la categoría femenina tiene más reconocimiento que en otros, pero igualmente sin el tirón que tienen los chicos.
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