9 de diciembre de 2005

IMPUNIDAD

El domingo pasado, en el campeonato de Liga, pasaron varias cosas dignas de mención. Aún metidos en el puente de la Constitución y de la Inmaculada, todavía no salgo de mi asombro ante el gatillazo del Comité de Competición al dejarlas pasar con una gracia y salero totales. Recordemos, utilizando la poca memoria que aún nos queda (para nuestra desgracia, ojo, pues sin memoria andaríamos más felices). Partido en Bilbao entre el Atletic de ídem y el de Madrid. Cuando está a punto de acabar el encuentro (faltaban dos minutos), un descerebrado lanza al campo un petardo previo aviso a los camaradas de asiento para que se tapen bien los oídos. El booooom cae detrás de la portería de los madrileños, a escasos metros del portero y de otros jugadores. Gracias sean dadas a Alá, a Buda y al Altísimo porque el desgraciado de turno tuvo poca fuerza de lanzamiento y el petardazo no entró en el terreno de juego. (O el capullo tiene mucha práctica en el asunto con eso de la "kale burroca" y sólo quería amedrentar o hacerse el gracioso ante su chica y la vasca de la peña). El caso es que el zambombazo se queda a un metro del portero atlético, Falcón y de uno de sus defensas, que caen al suelo para echarse unas risas, claro. El árbitro, acojonado, decidió dar varios minutos de descuento al partido para ver si así se le pasaba el susto. Y en éstas que los bilbaínos consiguen el gol del empate. Como es natural los de Madrid pusieron el grito en el cielo y exageraron: el árbitro nos ha robado el partido. Para redondear la faena -ya en frío, varios días después- el bocazas de Clemente, entrenador del Bilbao, sale vomitando en plan graciosín que "el petardo es una castaña del Atlético. El portero se tira por el petardo y dice que le duelen los oídos, pero yo creo que tiene otitis porque tres minutos después hace un paradón en el palo". El Comité de Competición, reunido en una tasca madrileña con tres chatos de vino bien cargados y una ración de calamares, decide que lo del petardo es una chorradilla, una chiquillada propia de estos tiempos histéricos y que sólo merece una multita de 600 euros, con la que el Atlétic de Bilbao bien podría pagarles un suculento almuerzo en casa Arzak y una cena en la posada del Arguiñano. Al Clemente no le dicen ni mú ni ma…la puñalá te den, malasangre, reirte tú de la desgracia ajena. Así que, al final, pasará lo que pasará: que otro burro se tomará la justicia por su mano, dado que estos cantamañanas sólo saben mirar para otro lado (hacia donde tienen el vaso de vino y los calamares, claro) y en un momento propicio devolverá petardo contra petardo. Habrá que ver entonces si Clementito se cachondea también o se pone como un basilisco. Mejor será que no lo veamos. El otro caso es todavía más sangrante, porque aquí el petardo tiene forma de patada traicionera de un jugador del Racing de Santander, que lesionó gravísimamente al donostiarra Aramburu. Aquí no ha habido otitis ni cachondeo. Aquí el patadón ha acabado destrozando la rodilla del jugador rival, rota en cinco de sus estructuras y con posibilidades nada remotas de que no pueda seguir jugando nunca más al fútbol. El árbitro de turno -el ínclito Pino Zamorano-, que se encontraba a varios metros de la jugada, debía estar cazando gambusinos con la mirada porque no se enteró de nada, cosa nada extraña pues ante jugadas tan aparatosas lo mejor es mirar para otra parte, como ya le sucedió la Liga pasada en Mallorca. Entonces ya escribimos un panfleto con el título de "¡Pino, cuelga el pito!" en vista de que este señor debería pertenecer a la Organización Nacional de Ciegos más que al estamento arbitral. Como el hombre se sintió reforzado por sus jefes, vuelve a las andadas, es decir, a las cegadas y silbadas ante el peligro cercano. Ni sacó tarjeta roja al Oriol agresor, ni amarilla, ni verde, ni le dio un tironcillo de orejas. Ni siquiera cuando se dio cuenta de todo (se oían los gritos de Aramburu a diez kilómetros a la redonda) hizo nada. Lo suyo es el pasotismo pitero. Cuando en los vestuarios se puso a escribir con faltas de ortografía el acta del partido, no se acordaba tampoco de nada. Así que, los chateros estos del Comité de Competición (quiero decir, del Comité de la Impunidad) han decidido que aquí no ha pasado nada, que pelillos a la mar y que si Aramburu no vuelve a jugar al fútbol, que se busque una garrota y a correr como pueda. ¿Qué podemos hacer con este trío de inútiles que forma semejante Comité de la Nada? ¿Los mandamos al paro, a hacer puñetas, les partimos las piernas a ver si se comprueba que tienen sangre en las venas (además de vino) o les ponemos un petardo cuando vayan a por la segunda ronda, para que espabilen y sepan lo que vale un peine? No, nada de eso, que aquí somos más pacifistas que la paloma de la paz. Hay que ponerles un monumento por sus enormes méritos: poca gente hay por el mundo que sea a la vez sorda, ciega y muda. Y que, con total impunidad, se dedique a impartir "justicia" a los demás. Como siempre, se amparan en la legalidad (sí, esa que según como se interprete, lo mismo te caen diez partidos que te regalan uno), pero todos sabemos que lo suyo es mucho más difícil. Lo suyo es que son impunemente justicieros. Ni harto de vino y calamares, lograría el Puñetas emitir veredictos tan serios y sensatos como los que han evacuado hace unos días estos santos varones del Comité de la Impunidad y las Bellas Costumbres Deportivas.

1 comentarios:

la aguja 12/12/05, 14:13  

Yo, de mayor, quiero ser como ellos. Cobrar buen dinerete por rascarme la barriga. Ocurre que esa dejadez se ha hecho costumbre, y lo que desentonaría serían las decisiones ejemplares. En fin, que esto del fútbol es un feriado en el que ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Lástima que todo este circo vaya adelante con dineros públicos.

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