18 de enero de 2006

FÚTBOL: GRANDEZA Y MISERIA

Se tira el Puñetas una semana fuera de Spain y cuando regresa tras su visita de laboro por la bella Italia, se encuentra con un pifostio del carajo en el mundo del futbolín hispano macarrónico: que si a Bianchi lo han echao, el salivazo de Etoo, la expulsión de Deco, la penúltima majadería de Clemente, que si el Madrid parece que levanta cabeza, que hemos ganao en las motos del Dakar… Eso. Hemos ganado el Dakar en motos y nos hemos quedado a las puertas de la victoria en los coches. Por el compa de “Aguja de Bitácora” me entero que han muerto dos niños atropellados, pero eso es “pecata minuta”. Según nuestro héroe-motero ganador, Marc Coma, “sólo pido que la gente que critica el Rally Dakar vaya a África para ver lo que hace por toda esta gente. Lo que me fastidia es que existan sectores que demonicen la carrera sin conocer lo que están juzgando”. Pues nada, machote, contratas un autobús y nos invitas el próximo año, para que así veamos las muertes de pilotos y personal de a pie en calentísimo directo. ¿Qué demonios tendrá el dichoso rally asesino para que –a pesar de lo mal que lo pasan- todos quieran repetir los años siguientes? Espero que me sepa dar una explicación convincente mi amigo Jose, el psiquiatra, la próxima vez que lo vea. Pero iba a escribir del follón futbolero que me he encontrado a mi retorno de Bari y aledaños, donde el fútbol es seguido con devoción religiosa y no sólo el italiano. Esto demuestra el alcance mediático y popular del deporte rey, capaz de convocar las mayores energías e ilusiones y de caer –al mismo tiempo- en la más baja estofa. Que millones de personas en el mundo sigan de “pe a pa” los avatares futbolísticos de las principales ligas del mundo, no sólo de la propia, demuestra que el fútbol genera conocimiento, establece lazos geográficos y afectivos y que puede ser un buen canal para que los pueblos se unan y hermanen. (Ante tan bellas palabras no pienses, amable lector, que al Puñetas le ha dado un ataque febril de bondad y cursilería, es que los gustos e intereses comunes –como ocurre con el fútbol- hacen amigos). Emociona saber que cualquier anónimo currante de Bari, Nápoles, Matura, Gravina… conoce perfectamente las andanzas y desventuras de nuestro Real Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia… Y que se emociona y desgañita con las mismas cosas con las que en nuestro terruño se destemplan o sentimentalizan nuestros sufridos amantes futboleros. Todo gracias a unos tíos que le dan patadas a un maniático balón. Si fueran los futbolistas algo más inteligentes de lo que suelen ser, se deberían dar cuenta hasta qué punto representan un espejo público e internacional en el que millones de gentes, niños, jóvenes, adultos, viejos y mascotas, se miran todas las semanas y días para darle unos cuantos kilos de pasión y entretenimiento a sus vidas. Por eso, me ha bajado enormemente la moral y la estima que mi viaje italiano me ha aportado en cuanto a la grandeza común del fútbol, el ver a mi regreso a España como esos mismos ídolos son capaces de convertir el deporte que practican en algo indeseable, feo y barriobajero por un salivazo absurdo, una agresión o una frase gilipollesca. Grandeza y miseria del fútbol. (¿Radica ahí su éxito social?) No me vale eso de que los jugadores trabajan con una enorme presión ambiental y corporal. Ni que a veces no pueden controlar sus instintos más primarios. Ni que es comprensible que los millones que ganan se les suban a la cabeza en vez de bajárseles a las piernas. Cuentos chinos de gente con menos conocimientos y moral que una cacatúa tropical. La responsabilidad que llevan consigo en todos sus actos, dentro y fuera del terreno de juego, es algo más que personal. Emocionalmente representan a miles y miles de personas, a pueblos, naciones y culturas. No debería ser así, pero desgraciadamente lo es. Y si no saben comportarse como es debido, la más implacable de las justicias deportivas y económicas debería caer sobre sus locas y desnortadas cabezas. Punto y aparte merecen los que deberían tener la cabeza mirando siempre al frente (para tenerla centrada) y no en dirección hacia su trasero. Esos dirigentes pichaslargas que juegan con el fuego de los contratos rescindidos –caso Bianchi- o esos entrenadores de medio pelo –ínclito Clemente- capaces de prender fuego a todo un bosque con tal de aligerar su mala leche. Pero del amigo parlaremos el próximo día porque al caballero hay que echarle de comer aparte.

1 comentarios:

la aguja 21/1/06, 0:59  

Pues sí, el fútbol es la confirmación de que el dinero no da educación. Este muchachito camerunés impresentable es la demostración. Con su carita imberbe parece que pide disculpas de verdad. Lo que no sabemos es cuándo la va a volver a armar.

Si le hubieran escupido a él, alguien se habría apresurado a decir que se trataba de un acto racista. Pues bien, un negro escupiendo a un blanco también será un acto racista, digo yo. Y si hubiera acompañado el salibazo de algo así como "vasco de mierda" hubiera sido la rehostia.

Como ya he dicho en mi bitácora, Clemente siempre está en la cuerda floja, pero no cae de ella. Tal vez sea porque el de Barakaldo hila fino.

El comentario ha sido poco oportuno, pero un juez no puede sancionarle por ello, ya que hizo referencia al hecho de escupir, y no al color de la piel del muchachito, que por otro lado es negro. Qué le vamos a hacer si su madre lo parió así, de maleducado.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).