MURIERON CON LOS PANTALONES CORTOS PUESTOS
El otro día leía una escueta noticia en un periódico de tirada nacional dando cuenta del asesinato de dos jugadores del equipo nacional de tenis de Irak. También del entrenador. Como sólo fueron tres muertos (frente a las habituales matanzas de más de una decena de anónimos desgraciaos), la cosa ha tenido poco eco.
Pocos días antes, un grupo militante sunita había lanzado una advertencia prohibiendo llevar pantalones cortos, probablemente por razones "religiosas". Cuando vieron a los tres deportistas salir de una lavandería con dichos pantalones (seguramente venían o iban a entrenar), ratataplaf, varios balazos y a otra cosa, Alá. Así se escribe la miserable historia iraquí de todos los días. Cierto que no son los primeros ataques contra personas que desarrollan actividades deportivas, pero la imagen de unos tíos armados hasta los dientes asesinando a sangre fría a unos deportistas por el simple hecho de llevar pantalones cortos supera las más altas cotas de la paranoia humanoide. Alguien pensará que el verdadero motivo del asesinato es que los deportistas “representaban” a Irak y eso es hoy día una labor de alto riesgo, en un país sumido en una guerra civil entre la minoría sunita y la mayoría chiita. Alguien podrá seguir pensando que a lo peor los tenistas eran chíitas y los suníes (el sector más privilegiado durante la tiranía de Hussein), se han vengado en ellos por puro odio político y religioso. Todavía habrá algunos que indirectamente culpen de esta y otras masacres a ese tipo que vive en la Casa Blanca (no, no hablo del Real Madrid) y sus camaradas, expertos en lavarse las manos. El Puñetas prefiere seguir pensando, al hilo de la noticia, que los tenistas y su entrenador murieron por llevar pantalones cortos y que ya estaban avisados del riesgo que corrían, aunque lo prefirieron a ceder ante la barbarie de una minoría nacional, pese a que a nivel mundial representa más del 80 % de la población musulmana. No han ganado ningún Gran Slam, ni siquiera un simple partidillo de clasificación en algún remoto torneo occidental, pero con su valentía –¡joder, simplemente por llevar unos pantalones cortos!- han demostrado qué es ser unos héroes en la práctica del deporte, algo muy diferente a lo que por aquí llamamos “heroicidad”: meterle cinco goles al Prepucio C.F. o ganar la Champion Li o la UEFA con un equipo de millonarios que sólo se juegan una suculenta prima o un incremento de la tarifación publicitaria para la siguiente temporada.
En la mayoría de los países árabes, la carne está carísima. Una pierna aireada de tenista puede costar un balazo y un cuerpo de mujer futbolera –que las hay- sin velo y sin ropas que la cubran por completo –ya me dirán como se juega a la pelota así- vale dos lapidaciones, una para matar y otra para rematar. Si desde esta bitácora solemos tener el mal gusto de poner a caldo los desnortados excesos de nuestros hinchas y aficiones, lo de estos salvajes disfrazados de humanoides sólo merece el más absoluto de los desprecios. Que haya gente que se juegue las habichuelas por darle cómodamente a una pelota, sin ropajes innecesarios, sería para mear y no echar gota de no ser porque estamos hablando del juego más sagrado: la vida. A su lado, las gestas y hazañas de nuestros occidentalísimos campeones me parecerían de tebeo, si no fuese también porque cada vez más el nivel de exigencia se lo ponemos tan alto (rozando a veces lo sobrehumano: caso del ciclismo, por ejemplo) que a veces su salud y hasta su vida peligran por tratar de conseguir un segundo de menos o unos centímetros de más.
Ahora que se disputa el Roland Garros de tenis en la populosa tierra de los franchutes (ya saben, la igualité, la fraternité y esas cosas…), no sería mal detalle el que la organización dedicara un minuto de silencio o unas emotivas imágenes a esos tenistas iraquíes que –como los buenos soldados- murieron con el uniforme reglamentario puesto. En según qué sitios, a qué precio tan barato se cotiza la heroicidad cotidiana...
1 comentarios:
Noticias como ésta incitan a pensar que el tipo de la Casa Blanca podría tener razón.
Ya que estos salvajes no atienden a razones, y ya que sólo se puede hablar con ellos el lenguaje del tiroteo, tal vez la única forma de hacerles respetar los Derechos Humanos sea a golpe de fusil.
Por otro lado se me antoja que todo este fanatismo es un arma de doble filo. Fanatismo religioso en Próximo Oriente, y fanatismo fervoroso en los estadios de la Europa Occidental y la América Meridional.
El resultado es el mismo. Muertes inútiles que no sirven a ninguna causa, salvo a la barbarie y el salvajismo innato de una especie que dicen que es "sapiens".
Y es que nuestra raza es gregaria, y en cuanto se juntan más de dos ya somos una horda.
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