13 de junio de 2006

DEPORTE A CUATRO MANOS CON FINAL TRÁGICO


El domingo pasado estuve, más o menos, como Robinson Crusoe. La diferencia es que su isla era de tierra con unos cuantos hierbajos y la mía un televisor con unos cuantos deportes. Desde la una de la tarde de aquel 11 de junio, el mundo dejó de existir para el Puñetas. Sólo el menda y la caja tonta. Un par de bocatas y cervezas, la bicicleta estática para desentumecer músculos cada dos horas, un antiinflamatorio por si la contractura muscular y un cartel así de grande colgado en la puerta: “No entrar. El Puñetas está haciendo deporte desde las 13 a las 23 horas”. ¡Diez horas de empacho deportivo para poner el cuerpo y la mente en forma! Y luego dicen que los del sur de Europa somos unos vagos. El teléfono descolgado, las banderitas de España, Andalucía, Málaga y Portugal colgadas del cuello y un aviso a la familia: si a las 23,05 no he salido de la habitación, llamad a una ambulancia: habré sido víctima de un infarto de deportitis.



Empezó el maratón con la Fórmula I, un deporte sosón y aburrido en el que un montón de pilotos se ponen a dar vueltas como un tonto alrededor de un circuito, siempre con el mismo paisaje de fondo y siempre con los mismos intentando ganar la carrera: el Alonso, el Schumi y el Kimi. Venga ruido, venga chupar gasolina con lo cara que está y venga tostonazo. Lo que hay que sufrir para poder ver al sosísimo Alonso llegando el primero a la meta. Una carrera de auténtico tostón, pero un patriota como el Puñetas no puede caer en el desaliento. Enarbolé mi banderita roja y gualda y canté Asturias patria querida con melodía de unas sevillanas del barrio de Triana. La tarde empezaba fina.



Nada más pararse los rugientes motores puse mis pupilas y el mando a distancia en dirección a París, final del Roland Garros de tenis. Oh, lalá, si antes los ingleses se habían enterado de lo que vale un peine español montado en un Fórmula I, ahora les tocaba pasarlas canutas a esos gabachos engreídos y esos suizos ricachones. Y aunque la cosa empezó fatal en el primer set (¡Nadal, despierta, que ya no es la hora de la siesta!), el manacorí abrió los ojos a tiempo y empezó un recital de derechazos que no paró hasta que clavó el estoque final en lo alto del Federer, que ese sí que estuvo dormido casi toda la tarde. Después de estar gimiendo nuestro muchachote tenista durante más de tres horas (Ahhhhhh, ahhhhh…), llegó al orgasmo final cuando -ganado el último punto del partido- se tiró al suelo de la pista para celebrarlo, revolcándose de gusto. Con 20 añitos y sin complejos. Nuevos bríos a la banderita española y no me besé en los morros porque tenía pereza de ir en busca de un espejo.


Recién acabado el show del Nadal y antes de enfriarme, cambié de canal en busca del tercer evento deportivo del día. Ahora tocaba el turno al Unicaja de Málaga, en su cuarto partido del play off de la Liga de baloncesto. Agarré las banderolas de mi “realidad nacional” y de mi “realidad local” y entonces llegó el sufrimiento. El DKV Juventud empezó a enchufarse a la canasta de una manera que los chicos del finolis Scariolo no daban pie con bola. Las banderas se quedaron congeladas en mi mano. Incluso alguna se reía en mi cara. ¡Toma, Puñetas, chupa del frasco! Aquello acabó como el rosario de la aurora, con el norte perdido y la necesidad de disputar un quinto partido en Málaga para desempatar y ver qué equipo se clasifica para la final. Los chicos de Aíto habían empatado la eliminatoria a dos en uno de esos milagros que sólo se producen en el deporte de la canasta. Con el pitido final me quedé sudoroso, reconcomido, arrastrado en el sillón pensando en lo dura que es la vida del aficionado de sofá y telele.


Más no había tiempo para melancolías ni reflexiones. A continuación empezaba el Portugal-Angola. Mis primos hermanos portugueses, nuestros compis ibéricos, comenzaban el mundial contra su antigua colonia Angola. Figo, Deco, Cristiano Ronaldo y otros guaperas del futbolín –pensaba- me proporcionarían nuevamente la ilusión por vivir, por gritar, por seguir disfrutando del deporte, tras el fiasco de mi Unicaja. Más mi gozo en un pozo. Un solo golete pudieron hacerle a los negritos angoleños, que se fueron más contentos que unas castañuelas. Pero bueno, pude sacar al balcón mi banderita lusa para que los paseantes vieran que allí vivía un tío feliz y contento. Qué sería de la vida y de los amigos y del matrimonio y del café y de la lectura y de la tele si no hubiera estos momentos de placer futbolero, aunque sólo sea por un raquítico uno a cero.


Extenuado, con síntomas de deshidratación (optimista, me eché al coleto sólo cinco cervezas), con el alma llena de banderas (porque el Unicaja ganará el quinto partido), feliz por ser tan feliz y dichoso por haber nacido en donde he nacido, enarbolando la última bandera (la de la paz) abrí la puerta y salí al encuentro de los demás congéneres. En la mesita del salón hallé una nota escrita de puño y letra. Con los ojos aún enrojecidos por la victoria y la práctica deportiva, pude leer:



-Capullo, te espero el próximo lunes en el Juzgado de guardia nº 3 de Málaga para iniciar los trámites del divorcio. Me llevo a los niños conmigo, pues como a mí, no les gusta el deporte. En el frigorífico tienes un tazón de gazpacho para aliviar el soponcio y en el dormitorio te he dejado el libro “1080 recetas de cocina”. Allí te explican desde cómo pelar patatas a hacer un besugo al horno. También te he dejado una poesía personal in memorian titulada "Cómo hacer el amor sin que se note". No te preocupes que no me he llevado ninguna de las cuatro teles que hay en el piso. Así podrás seguir haciendo deporte a cuatro manos. ¡Arrivederchi, bambino! Tu ya exesposa, la pichurri.



Y allí me quedé con cara de tonto y con los cables cruzados. Desde las 23,05 del pasado domingo, doctor, soy otro hombre. Ya no me gusta el deporte, si me nombran a Nadal me da un ataque epiléptico, si veo un Renault por la calle me duelen infernalmente los oídos y no puedo pasar por delante de una sucursal de Unicaja porque me entran unas ganas asesinas de entrar adentro y matar al interventor. Mi mujer ni se dignó aparecer el lunes por el Juzgado de Guardia, donde me quedé haciendo el gilipollas con un ramo de rosas entre los brazos, en un último intento de salvar el naufragio. Amigos que me quieren mucho me han dicho hoy entre risitas que la vieron anoche dándose un filetazo con el muy mamón de mi jefe en plena película de “El Código Da Vinci”.


Doctor, ¿usted cree que lo mío tiene solución?



PD 1: “La última semana antes de comenzar el mundial de fútbol se ha registrado un considerable aumento de la venta de vibradores en Zagreb. (…) Se ha vendido mucho, sobre el todo el modelo de silicona, de color piel y de tamaño medio.(…) Ante la llegada del mundial las mujeres han decidido hacer solas su vida sexual”. (Publicado la semana pasada por el diario EL MUNDO).



PD 2: “Según encuesta realizada por el Gabinete de Estudios de la Comunicación Audiovisual en España, el 44% del tiempo que se tiene encendido el televisor se está a solas (96 minutos), porcentaje que roza el 50% en el caso de canales de pago. Se debe al aumento de hogares unipersonales y al aumento de televisores por hogar”. (Leído en la web del Diario de Navarra).

1 comentarios:

la aguja 16/6/06, 1:03  

¿Qué fue del Monopoly? ¿O del menos elitista parchís? ¿De aquel Trivial o del Stratego o del Risk...?

¿Qué fue de los juegos de naipes que se jugaban en familia? El tute, la brisca, las siete y media, el chinchón...

Teleles y más teleles. La Primera, La 2, A3, Cuatro, T5, La Sexta... Joder, si se han puesto de acuerdo para no pisarse los números. ¿Llegaremos a la 69? Cualquier día.

Hace un par de semanas vino un amigo por casa que hacía mucho tiempo no nos veíamos. Nos fuimos a tomar unos cafelitos con nuestro ajedrez chino. Como en los buenos tiempos. No es que seamos esnobs; es que nos gusta ese juego.

Desde hace muchos años que cuando nos reunimos hacemos eso. Antes llamábamos la atención con el tablero algo rarito y las fichas...

Esta vez nadie nos presto atención. Todos en el bar tenían fija la vista en la tele. A nosotros nos dio igual, porque nos pusimos debajo del televisor precisamente para no verlo. Pero ahí queda el dato. Hasta en el bar, lugar habitual de tertulias en la España de toda la vida, la gente mira para a tele.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).