24 de octubre de 2006

UN DOMINGO MUY DEPORTIVO


Anoche se me apareció mi ángel de la guarda. Yo creía que, con esto de la modernidad, el laicismo y otros perendengues, el cuento de ese ser protector que nos evita males mayores superiores a los que ya tenemos era algo trasnochado o finiquitado. Pues no, se me apareció el amigo y me soltó una filípica:



-Ya es hora, caro Puñetas, que te marques un articulillo optimista, positivo y halagador en ese Arco del Triunfo que te sorbe el poco cerebro que tienes. Hay que sorprender de vez en cuando, hombre, a los escasos lectores. Entre col y col, una berenjena. El domingo pasado la deportividad brilló con luz propia en muchos acontecimientos deportivos de primer orden y es tu obligación ser justo y reseñarlo de la calenturienta manera que sabes, en vez de despotricar otra vez contra cualquier cosa que se mueva.



Y el tío se evaporó. No es cierto que el Puñetas se dedique a despotricar siempre. Para mí que este ángel se duerme a menudo en sus guardias. Pero hoy es cosa de hacerle caso pues, más o menos en duermevela, hasta ahora no me han ido mal las cosas con su compañía, si es que el gachó no miente cual vulgar político o banquero. Así que, ¡síííííííí!, la deportividad aún no ha muerto del todo, lo que demuestra que el espectáculo todavía es posible y existe.



Master Series de Madrid. Federer da un baño al chileno González, al que ya había ganado antes en siete ocasiones. En situaciones como ésta, el ganador se ceba en el rival hasta humillarlo. Y el rival, de perdido al río, intenta sacar peces a la menor oportunidad. Pero el suizo es un campeón con la raqueta y sin ella y lo mismo te atrapa con golpes magistrales e imprevisibles que te cautiva por su mesura en la victoria, su profesionalidad en la cancha y su respeto con los oponentes. Perder con Federer no es una deshonra. A veces hasta es un éxito. Verlo por la noche en el Bernabéu con su máximo rival, el Rafaelito Nadal, compartiendo amigablemente el Madrid-Barça, reconforta a cualquier amante del deporte y del sano compañerismo aunque luego en una pista lluevan los raquetazos.



Más antes de ir al Bernabéu era imprescindible el viaje a Brasil para contemplar en qué iba a quedar la última carrera del mundial de automovilismo. De creer a alguna prensa sensacionalista, uno esperaba poco menos que antes de la carrera se produjera el secuestro de Alonso por parte de unos cuantos mafiosos contratados por Ferrari. Cierto que la escudería italiana suele tener algunos favores de los mandamases de la Fórmula I, pero tampoco hay que exagerar. Y Alonso ganó porque este chico es un genio del volante capaz de superar a un siete veces campeón del mundo como el Schumacher y a un coche como el Ferrari que sigue dándole cien mil vueltas a Renault y al resto de los bólidos del circuito. Pues oye, no pasó nada más que lo previsible: que el alemán es un bicharraco conduciendo y que el asturiano tiene el don de la genialidad y de la juventud. Ha madurado Fernandito gracias a los contratiempos y a las putadillas que le han puesto dentro y fuera de Renault, así que el tío se ha despedido como todo un señor. Y ese último encuentro ante las cámaras entre los dos ases (el que se va y el que nos deja un futuro prometedor) indica que por encima de la rivalidad, las estrategias y las coñas marineras, el uno y el otro se admiran mutuamente como pilotos y como personas.



Y por la noche, un Madrid-Barça muy entretenido, donde la deportividad reinó dentro y fuera del campo. Ni se dieron esas tanganas entre los jugadores típicas de todos los años, ni los aficionados se portaron con el energumenismo habitual, ni siquiera los presidentes y entrenadores calentaron el encuentro o se desfogaron contra el rival una vez acabado el partido. Unos señores el Laporta y el Calderón en la entrevista en directo que les vi, hasta el punto que pensé que al final se iban a dar un beso en todos los morros. Y esas charletas de amigos entre los jugadores, en el mismo campo, una vez finalizado el encuentro. Así debería ser siempre:



-Oye, que habéis jugado muy requetebién…


-Pues vosotros no veas, lo que pasa es que habéis tenido mala suerte…


-Bueno, otra vez será… Y a ver si cuando pases por Barcelona vienes a casa a echarte unas risas y unas cocacolas…


-Si te deja el holandés, te vienes a la mía ahora mismo y mañana que te lleve la avioneta del Real…



En fin, que así da gusto. ¡Hasta el césped del Bernabéu cumplió como un señor, a pesar del tremendo chaparrón que tuvo que aguantar durante todo el encuentro!



-¿Ves como no es tan difícil hacer un comentario positivo y pelotilla, poniendo bien a todo el mundo? –creí oír en la lejanía al angelito de la guarda.


-Así cualquiera, amigo… -mascullé entre dientes empastados.


-Eso sí, el articulillo te ha salido algo sosón –remató el pelmazo, y fúese-. Y es que, claro, si no hay pimienta, ni ajo ni cebolla…, ya se sabe… es normal…


-Eres un jodío demonio, angelito…

2 comentarios:

la aguja 25/10/06, 3:33  

Estoy empezando a pensar que aunque no tenemos ránquines de audiencias blogueras supermaravillosas sí tenemos media docena de lectores silentes que entienden el mensaje y así lo transmiten a su entorno más inmediato, los que a su vez lo transmiten a sus propios entornos más inmediatos, los que a su vez…

¿Será cierto que estamos consiguiendo el efecto llovizna (perdura) en oposición al efecto huracán (devasta)?

¿Seremos ya acreedores a una subvención del Lissavetzky? :-P

Anónimo 27/10/06, 20:46  

Como por el sur llueve tan poco, no me parecería mal lo del efecto llovizna aunque considerando que nos estamos desertizando a velocidad supersónica, lo de ser "una voz que clama en el desierto" tampoco deja de ser evidente. Lo cierto es que -como dijo mi agüelo, que era muy sabio aunque no había estudiado en la escuela pero sí en en la naturaleza - "cada cual tiene lo que se merece". Y el Puñetas, por ejemplo, prefiere a 30 lectores con agudo sentido del humor, amables, inteligentes y meridianamente críticos a una patulea de gente a la que haya que estar explicando el abecedario. La prueba del folio no miente y echa para atrás a mucha gente. (Recuerda mi primer artículo de la presente temporada). O sea, que uno es de la pequeña minoría a la que siempre le pitan fuera de juego, aunque esté jugando el partido. ¡Y a mucha honra! Tiene que haber gente pa tó, como decían en mi pueblo. Y digo decían, porque ahora los mandamases politiqueros y politiqueras -esos que son una minoría pero que viven de engañar a una mayoría- amenazan con una multa si no decimos "pa tó y pa tá". A ver cuánto tiempo seguimos cabalgando sobre este potro semisalvaje...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).