7 de noviembre de 2006

O “MENS SANA IN CORPORE SANO” O “GILIPOLLITIS IN COMODITIS”


Acabábamos en la parida anterior amenazando con un poco de filosofía en torno a lo que más de un listo hemos detectado: que falta cultura deportiva, amor real hacia nuestra salud, trabajo en comandita para tener una mente sana en un cuerpo sano, como decía el clásico, un tal Juvenal, autor también de dos perlas geniales: panem et circenses (pan y circo), refiriéndose a las costumbres de los romanos en tiempos del Imperio -hoy diría lo mismo viéndonos gritar desaforados en una cancha de futbolín- y Sed quis custodiet ipsos custodes ? (¿Quién vigilará a los propios vigilantes?), cuestión capital cuando hablamos en la actualidad de Lissavetzki, Zapatero, Castro, Putin, Bush o cualquier cantamañanas del poder.


Decía en un comentario reciente un amable y sabio lector del Arco: Me consta que la pedagogía deportiva tiende ahora a enseñarle al niño recursos con los que divertirse fuera de clase, a fomentar el amor al deporte -como juego y medio para mejorar- y a la salud del cuerpo, a conocer ese mismo cuerpo y como se expresa, a jugar y aprender jugando -y aprender a jugar jugando- Y, por supuesto, y más importante si cabe, a inculcar valores a los chavales desde donde mejor pueden llegarles: desde la actividad lúdica”.



Y, sin embargo, cuán complicado es que se consigan estos logros, pese a la buena voluntad de una parte del profesorado. (La otra parte, simplemente vegeta). Se trataría de intentar desarrollar en los abúlicos alumnos la “mens sana in corpore sano” pues si la mente está hecha un asquito, quien primero paga las letras y la hipoteca es el cuerpo y, a la inversa, si un esqueleto (con sus órganos internos, huesecillos y musculitos incluidos) se encuentra sano, cuidado, estimulado y en plan fuertote, la mente también conseguirá mayor armonía, cierta felicidad discurrirá por las neuronas y seremos hasta capaces de no tocar el claxon como posesos energúmenos en el atasco habitual de las ocho y media.


Sí. Aunque a algunos estas ideillas les suenen a cuentos chinos o coreanos, hay que entrenar el cuerpo (en la calle, en el trabajo, en el gimnasio y en la cama), pero también la mente. Está archidemostrado por los científicos –gente mucho más seria y fiable que los periodistas deportivescos- que la práctica del deporte de manera sencillita y el ejercicio físico continuado (no sólo cada primero de año, por aquello del “se me está poniendo cuerpo de sofá y careto de televisor LCD”) no sólo producen mejorías corporales y humorales (incluido que eres capaz de atarte los cordones de las zapatillas sin tener que pedírselo a un pariente cercano, porque la barriga te los impide ver), sino que se logra aumentar la confianza en uno mismo, disminuir la ansiedad y el dichoso estrés y, por tanto, se consigue alcanzar cierto estado de bienestar general hasta que lo estropea el Zapatético de turno con una subida del recibo del gas y de la electricidad. Ya sabemos que no hay felicidad completa, así que tampoco queremos engañar al sufrido lector.


El cerebro influye en el cuerpo para mantenerlo saludable o hecho una piltrafa. (Tú verás, nos dicen, eres libre, así que fuma, bebe alcohol, hazte socio del Barça, ve a tragar decibelios a un Gran Premio de Fórnula I, lee el AS, depílate el prepucio, come grasas hidrogenadas, hum qué ricas, y cómprate un Ferrari aunque luego no tengas ni para echarle medio litro de gasolina. Eres libre, así que escoge siempre lo peor para ti y lo mejor para nosotros, nos dicen miles de veces desde bellos y enternecedores anuncios con lindas melodías y cuerpazos siliconados o proteinizados para darnos envidia cochina).


El binomio mente-cuerpo es indivisible. Aunque ahora los científicos presumen de haberlo descubierto con sus complejos ordenadores y sabias investigaciones empíricas (por ejemplo, el ejercicio físico es beneficioso para la salud mental y para las funciones cognitivas en seres humanos, especialmente durante el envejecimiento), lo cierto es que hace cientos, qué digo, miles de años, gente mucho más lista que nosotros, allá por el Oriente, descubrió técnicas de mejora personal mental y física tales como el yoga, el zen y otros inventos que –desafortunadamente- se han perdido en la noche de los tiempos. Algo nos queda, sin embargo. Y ahí es donde deberíamos abrevar, junto a todos los descubrimientos e investigaciones de nuestra moderna sociedad occidental, para aplicándolos de manera bastante simple a nuestro ser (cuerpo-mente), ponerlo en disposición saludable. El problema es que, como todo lo que es beneficioso, hay que hacer un pequeño y continuado esfuerzo para conseguirlo y ahí la inmensa mayoría nos aplicamos maravillosamente el dicho ese de que trabaje Rita la Cantaora. Lo que pocos saben es que la susodicha llegó a centenaria y daba gloria verla.


Estamos enfermos de “comoditis” pese a que nos estrujan como a esponjas, sea en el trabajo o en el ocio. Comoditis en el cuerpo y gilipollitis en el cerebro. Ah, y un poquito de hielo en las venas.

7 comentarios:

la aguja 8/11/06, 1:06  

El 77% de los españoles no realiza actividad física a diario, entre los cuales me incluyo.

Después de haber sido un competidor activo, llevo cuatro añitos con diez kilitos de más. Digamos que son los que me faltaban cuando entrenaba todos los días. Y ahora me he estabilizado.

He hecho kilómetros y abdominales en esta vida como para aburrir.

Y ahora aquí me tienes, sentado ante esta otra pantalla. Y lo que es peor: sin remordimiento de conciencia.

Pero lo que más me jode es que he perdido esa fuerza de voluntad que me impelía a levantarme a las 06:30 de la mañana para trotar 40 minutitos.

En fin, cualquier día empiezo… ¿otra vez?

No, eso será lo peor, que no empezaré otra vez. A decir verdad, no recuerdo haber empezado nunca. Desde que era un chavalete que me inicié en las artes físicas he estado más de 30 años haciendo ejercicio diario, compitiendo e incluso impartiendo clases deportivas.

Así que ahora, a mis años, empezaré de cero por primera vez. ¡Y me da un miedo…!

Anónimo 8/11/06, 16:57  

Puestos a dar una estadística complementaria (que sea verdad o mentira, esa es otra cuestión), el Instituto de Biomecánica de Valencia en un estudio sobre los beneficios para la salud del ocio y del deporte ha determinado que invertir un euro en deporte supone ahorrar siete en el gasto en salud pública. Según el estudio, la práctica de algún deporte permite prevenir y paliar enfermedades de incidencia creciente como el estrés, que padecen el 6% de los valencianos, la depresión (5%),la obesidad (14% de niños, 10% de niñas y 16% de adultos), la osteoporosis (más del 30% de los mayores de 60 años) o la diabetes (entre el seis y el 10%). Además, el análisis afirma que se ha detectado un aumento de la prescripción médica de actividad física como medida terapéutica, preventiva y de mantenimiento de la salud entre la población de la Comunitat Valenciana. Que un médico tenga que prescribir actividad física para un paciente, tiene bemoles y resoles.

Los beneficios de 30 años de ejercicio diario, aunque ahora no hagas nada, los tienes en el cuerpo y es un buen colchón físico. Aunque tampoco hay que olvidar que la práctica física también tiene también algunos riesgos, como lesiones... De todas formas no me creo que no hagas nada de nada de nada. Entrados en los 50 tacos uno tiene que plantearse la actividad física con más pausa y tranquilidad. Andar, nadar, bici, golf, yoga, gimnasia suave, estiramientos... Sí es cierto lo la fuerza de voluntad, a la que aludo de pasada en mi articulillo. Cuesta trabajo mantenerse activo porque la naturaleza humanoide, alejada completamente de la naturaleza ordinaria, tiende a la vagancia. ¡Cuánto trabajo y tiempo cuesta conseguir estar en forma y con qué rapidez se pierde en cuanto pasamos dos días sin hacer ná de ná! Es dificilísimo tener una voluntad de hierro pero al menos que sea de hojalata, antes que no tenerla. En eso he de reconocer que el Puñetas es un hacha, mejorando lo presente.

Rafael García Librán 9/11/06, 4:11  

Me he quedado impresionado con la estadística de 7 a 1. Supongo que lo mismo nos pasaría si nos hubieran dicho lo mismo hace años con respecto al tabaco, como casi ha sido.

Sí que leí hace tiempo (no me pregunten donde) que algunas empresas americanas -conscientes de estos estudios- obligaban a sus empleados a hacer unas horas de deporte a la semana que se incluían como horas de trabajo. Vamos, que les sacaban de la oficina, les vestían de corto y les ponían sobre un campo de fútbol americano a darse porrazos -Qué difícil tiene que ser organizar una pachanga de ese deporte ¿verdad?-
Si algún día soy empresario, les voy a meter clases de Yoga a mis asalariados. Y de pilates si se ponen tontos.

Por otro lado, lo de la voluntad es algo realmente jodido. Quizá ustedes son de otra generación en la que aprendieron a ganarse la vida partiendose la espalda a currar y donde nadie les dió nada. Yo, en cambio, he tenido coche de familia hasta que tuve dinero para comprarme uno -por poner un ejemplo tonto-. Y, seguro, todo me ha sido más fácil. Por eso me extraño con lo de practicar actividad física TODOS los días. Creo que, ni estudiando INEF -y jugando al fútbol como juego- hago ejercicio TODOS los días y, por lo menos dos o tres, de la semana, los dejo completamente en blanco.
¿Será que no llega ni a hoja de lata mi voluntad?

Gran anotación, como siempre.

la aguja 9/11/06, 21:48  

A rafa06 he de decirle, porque me ha tocado en la fibra sensible, que no es nada difícil organizar una pachanga de fútbol americano. Es más, allí se juegan pachangas de este deporte en las que participan los miembros de toda la familia.

Desde luego, en una especialidad versionada que se llama flagfootball; un juego sin contacto del que su competición es mixta coeducacional. Los placajes se realizan arrebatando una de las dos cintas (flags) que los jugadores llevan en la cintura.

Que dónde obtener información; pues en el INEF, ya que estás ahí. Pero como sé que te van a decir que no saben de qué va, te dejo la otra web que llevo: http://www.prosede.com/flagasturias/

Si de verdad te ha entrado la curiosidad, ahí encontrarás mucha información. Y si quieres saber algo más, ya sabes dónde encontrarme.

A mí me parece una especialidad deportiva muy apta para ser introducida en el INEF, por los valores formativos que le son intrínsecos. Si me dices en qué INEF te encuentras te podría poner en contacto con los clubes más cercanos.

Y ya que me he vuelto a arremangar, le digo a mi amigo Puñetas que cualquier día empiezo. Pero que no me llama especialmente la atención eso de ir trotanto 40 minutitos, y hacer unos estiramientos, y cuatro abdominales.

Como competidor que he sido ahora pago el precio. O todo o nada. Hacer el paripé no me llena.

Salvando las distancias, ¿tú has visto cómo está el Induráin? Otro que ir a dar un voltio con la bici no le llena.

Anónimo 10/11/06, 23:27  

Amigo Rafa, la "comoditis" que citaba en el articulillo. Estando mi padre ya muy mayor y reviviendo con él viejas historias, su pasado y el de sus padres, en esas charlas con el ser querido que nunca sabes si serán ese día las últimas, comprueba uno que mi niñez y juventud fue un divino tesoro al lado de la suya. Y que la de mis hijos ha sido infinitamente más cómoda y placentera quie la mía. Por eso no valoran muchas cosas que yo valoro al máximo: el sacrificio, la voluntad férrea, el trabajo... Como tampoco yo -en mi juventud- valoraba aquella sociedad cerrada de mis padres y abuelos, aquellas miserias y estrecheces, cuando -siendo él un niño de un pueblo del interior andaluz- ya con ocho años se tiraba horas y horas en el campo ayudando al padre y a sacar una casa numerosa hacia adelante. Con un sol de justicia. Hoy, cuando los termómetros rondan los 40 grados, dice socarrón que para sol, el que hacía en la era bajo aquel escuálido sombrero de paja. Que hoy nos quejamos por nada. Y cuando mis hijos -con 30 grados- encienden el aire acondicionado, me llevan los demonios (junto al decrroche energético) recordando como en mi niñez -con temperaturas muy superiores- me refugiaba en casa con el botijo fresquito y el abanico. Sí es cierto que vivencias tan distintas en sociedades tan diferentes tienen forzosamente que hacernos ver las cosas de manera diversa. Lo extraordinario es entendernos mutuamente partiendo de biografías tan alejadas unas de otras. (Perdona el rollete pero acabo de escribir el próximo articulillo (que, indirectamente va a este grano) y esto es la resaca puñetera.

El profe de la Aguja ha escrito una verdad como un templo y que tengo anotada para algún día hacer un articulillo. "Como competidor que he sido ahora pago el precio. O todo o nada. Hacer el paripé no me llena". El Puñetas (bueno, su jefe) ha estado siempre en la otra orilla. Jamás ha sido competidor. Siempre ha aborrecido la competitividad. Su disfrute era y es -simplemente- el trabajo físico para mantenerse ágil, bien, cómodo. Para vencer la tendencia del cuerpo y de la mente a no hacer nada. Disputar un partidillo de tenis a las 8 de la mañana por hacerlo rodeado de pajaritos, césped y en silencio. Nadar (aprendió a los 40) y sentir que en el agua todo se olvida, nada existe salvo cierta superviviencia y la soledad. Y si hay que hacerlo a las 3 de la tarde, para estar uno sólo en la calle de la piscina y nadar más tranquilo y concentrado, pues se hace ese esfuerzo. O practicar algo de yoga para relajarse, desterrar las prisas inducidas por este infernal modo de vida, sentir el cuerpo. Quien iba a decir, querido Luis, que con tantos puntos de acuerdo, en este somos totalmente divergentes, a tenor de lo que citabas más arriba. Quizás pronto, al hilo de esta reflexión, escriba algo sobre esta dicotomía: visión competitiva del deporte versus visión exclusivamente salutífera. A mí que no me pillen para un torneo ni de ajedrez. Siempre me ha gustado el tenis porque el rival estaba detrás de una red. Hago ejercicio físico, en la medida de mis posibilidades, no para echar adrenalina fuera sino para que no me entre. Y mi integridad física la vigilo al milímetro, en plan cobardica. Por eso los deportes de contacto y hasta de equipo siempre me han desagradado y aburrido (¡esos compañeros chupones...!). En fin, que por todos los caminos se va a Roma y cada cual se lo ha montado y monta como puede...

la aguja 11/11/06, 4:31  

Perdona que vuelva, pero quiero compartir contigo esto que sigue. Y puedes decir alto y claro, y donde y cuando quieras, que lo he dicho yo:

La competición es una enfermedad; el competidor es un ser enfermo: su enfermedad es la obsesión y el egoísmo.

Y sigo diciendo:

El competidor que no está obsesionado con su forma física y con su destreza y que no tiene una mentalidad egoísta no es un verdadero competidor.

Será un sucedáneo. Eso sí, será un chavalote muy sanote.

Podría decir mucho más, pero como no vendrá a cuento concluiré diciéndote que no me arrepiento. Simplemente debo saber resignarme a pagar ese precio. Entrenar sin un objetivo no me llena. Incluso la propia palabra “entrenar” está fuera de lugar…

Anónimo 12/11/06, 23:44  

OK, Aguja. Eso es autocrítica y lo demás son puñetas...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).