INDURÁIN, EL CAMPEÓN HUMILDE
No soy nada fetichista. Ni siquiera me gustan las fotos personales o de los lugares a donde viajo alguna vez. Pero en casa tengo una estantería donde, mezcladas entre decenas de libros, hay dos bicicletas de carrera en miniatura y un muñequito de plástico. Entre los libros, uno de Javier García Sánchez titulado “Induráin, una pasión templada”. Una de las bicicletas es la famosa “Espada” con la que el ciclista navarro batió el record del mundo de la hora en 1994, la otra una copia de las utilizadas habitualmente en sus famosas carreras contrarreloj del Tour. El muñeco representa una pose habitual de Miguelón, saludando tímidamente con una mano y en la otra un ramo de flores, tras un sufrido triunfo.
Hace poco se cumplía una década desde que Induráin dejó el ciclismo activo y me tenía prometido un breve recuerdo sobre su figura y lo que representó. De hoy no pasa, ahora que la actualidad nos deja un hueco.
Como señalaba hace poco el citado Javier García “con Miguel se terminó toda una época del ciclismo, aquélla en la que este bello deporte aún parecía noble y con un sentido épico de la existencia”. A Induráin le debemos el asombro de haber roto barreras que parecían infranqueables, la planificación concienzuda en un país lleno de improvisadores, la capacidad de sacrificio con la mayor de las modestias, el saber ganar sin menospreciar jamás a los rivales, el tomarse las victorias con la misma humildad con que sufría las derrotas y el conseguir unos triunfos deportivos jamás soñados por el deporte español.
Pensar que un tío de 80 kilos podía superar, y hacerlo a veces el primero, cimas tan míticas como el Tourmalet era impensable antes que llegase Induráin a sus años de mayor gloria. Nadie, ni sus descubridores, pudo imaginar nunca que subiría las montañas de Francia tan bien como para ganar cinco veces consecutivas el Tour. Todos le veían inicialmente como un hombre de pista o un clasicómano cuando a los 18 años ganó el campeonato de España de aficionados con su 1,88 y casi 90 kilos de peso. Ocho años más tarde gana su primer Tour, donde siempre destacará gracias a una concienzuda preparación anual orientada hacia la prueba francesa y sin la cual nunca hubiera logrado sus triunfos pues el hándicap del peso y la estatura era considerable. Sus triunfos los cimentaba en unas contrarreloj fabulosas por las que le llegaron a llamar “el extraterrestre”, una defensa férrea en la montaña donde siempre acababa cazando (y a veces ganando) a los grandes especialistas, una técnica depurada sobre la bicicleta tanto en el llano como en la montaña y en los peligrosos descensos, un ahorro de esfuerzo innecesario, una mente privilegiada para aplicar tácticamente lo que más le convenía y un saber prever el peligro en cada curva. El sol le daba alas y la lluvia y el mal tiempo se las cortaba, así que lo suyo también dependía de los dioses y de su propio autocontrol y leal saber.
Los cantamañanas empezaron a valorar poco las sucesivas victorias del “extraterrestre”, como si tener un equipo acompañante muy inferior a otros equipos y el inconveniente del peso y la estatura no fueran suficientes elementos en contra como para pensar que Miguelón pasaba las de Caín cuando la carretera se empinaba. Pero todo esto queda en un segundo plano si el campeón es un ser odiado por los rivales y poco respetado por los suyos. En el caso de Induráin la unanimidad es plena: nunca quiso acaparar todos los triunfos (tipo Merckx, Hinault o Amstrond), siempre respetó a sus oponentes (y estos le respetaron) y jamás mereció un reproche por falta de deportividad, falso orgullo o exceso de protagonismo. Fue, y sigue siendo aunque ahora no corra, un deportista de los pies a la cabeza que actuó con esa deportividad y fair play que hoy echamos en falta a tantísimos deportistas fatuos y creídos. Siempre me viene a la mente su proceder en el Mundial de Colombia 95 cuando -controladísimo por sus rivales- mandó escaparse a Olano, mientras él se quedaba al frente del pequeño grupo templando y frenando la persecución, pese a que era consciente que se le escapaba la medalla de oro. Una actitud de generosidad y de disciplina que él siempre mantuvo hasta cuando, estando plenamente capacitado para ganar el Tour, su jefe de filas era Pedro Delgado.
Luego llegaría el último Tour del 96, en cuya preparación demostró que estaba con una fuerza plena para ganarlo y ser el primer ciclista que conseguía seis victorias de la famosa prueba gala. Los primeros días de lluvia bloquearon los músculos del navarro y sufrió las consecuencias con una gran pájara en la primera etapa montañosa. Cualquier otro hubiera abandonado al día siguiente, pero su orgullo profesional le impidió bajarse de la bicicleta y aguantó hasta el final. Aquel Tour fue la demostración (y quizás ya, el hastío de tantos años de brutal sacrificio) de que la hora del adiós se acercaba. Un mes después acudió a los Juegos Olímpicos de Atlanta para darse el gustazo de ganar el oro en la contrarreloj, aunque su sueño –nunca lo ocultó- fue siempre el Tour, así que poco después anunció que se retiraba. Lo hizo con la misma modestia y deportividad con la que llegó. Por eso, diez años después, no sólo el Puñetas sigue teniendo en sus laicos altares (habitados por muy poquita gente y escasísimos deportistas) a don Miguel, si no que todavía muchísima gente se acuerda de sus hazañas y su humilde forma de ser: a finales del año pasado la Junta de Castilla La Mancha le concedió su Premio Nacional del Juego Limpio, destinado a “estimular a los chicos y chicas para que sepan que, en la vida, como en el deporte, hay que practicar el juego limpio".
Así que le debía este comentario a Miguelón, con la misma admiración que la de Javier García en un artículo recordatorio reciente que finalizaba así de bien: “La vida toda, y ahí se incluyen las pasiones que despierta el deporte, se fundamenta, en buena medida, en los recuerdos. Pues bien, nosotros estamos orgullosos de haber conocido la época de Miguel, y ese milagro no nos lo quitará nadie. Así sea”. Amén.
6 comentarios:
Con motivo de aquel mundial que comentas, y de la acción de mandar escapar a Olano, un diario austriaco titulo:
“ SÓLO UN REY REGALA EL ORO ”
Pues ese titular lo dice todo. Incorporaré tu comentario al libro que cito porque me parece muy ilustrativo. Y particularmente, si no hay deportividad y buen rollo en los deportistas, todo lo demás -por muy brillantes que sean- me parece secundario. En la actualidad y en este plano del fair play, muy poca gente importante hay como él (quizás Federer). Y es que, a decir verdad, hay que ser un auténtico número uno para poder comportarse así, aunque muchos "reyes" del deporte pasen de estas cosas que dan tan poco lustre y prestigio. Allá ellos...
Siempre he dicho que el oficio de deportista se ejerce 24 horas al día, 365 días al año. Creo que hay por la Aguja algún articulillo sobre eso.
Quiero decir con ello que los hay que comienzan muy bien por la senda de las estrellas, pero por algún motivo especial van torciéndose y no mantienen ese estatus de “señores del deporte”. Algunos, como Zidane, echan por tierra toda su caballerosidad en un segundo torpe, pero injustificable.
Yo te animo a que amplíes tu lista de “señores del deporte” y nos regales con uno de esos artículos de lujo a que nos tienes acostumbrados.
De momento Ronaldinho está yendo por la buena senda. Veremos si no acaba armando alguna, que últimamente parece algo estresado (aunque no ha apeado su sonrisa).
Alguno más tiene que haber por esos deportes profesionales de dios que sea aspirante al título de Señor. Tiene que ser un mega-astro y ser sencillo y humilde a la vez.
Chendo, del Real Madrid, no cuenta cómo mega astro ¿Verdad?
Quizá sea la única persona del mundo que le haya tirado un caño a Maradona...
En cualquier caso, muy gran artículo, muy interesante.
Algunas más habrá, pero aquí tiene mucha importancia el mensajero, es decir, que tú puedes ser un bendito, una maravilla pero si la prensa y los medios te toman por el pito de un sereno (recordad hace poco la que quisieron empezar a montarle a Ronaldinho, que si gordo, que si tal, que si cual), lo llevas claro y, la imagen que tendrán después los aficionados y la gente en general no será tan positiva. En realidad, también pasa al contrario, tanta gente hay que es tratada de maravilla y luego (a veces, cuando se han muerto) empiezan a salir algunas de las cosas que hacían en vida y le dejan a uno atónito.
Por tanto, que sea un mega astro, que reflejen los medios más o menos objetivamente su realidad deportiva y humnana, que traspasen el mundo y sean bien conocidos y que sean señores del deporte,no sé yo si con los dedos de una mano... Claro que también se puede echar la vista atrás hacia gente que ya no está en activo (como el mismo Induráin), pero no sé yo si esto sería hacer un poco de trampa.
Acepto el reto, aunque puedo tardar un par de meses en llevarlo a cabo. Ah, y acepto propuestas, aunque amigo Rafa, Chendo fue y es una gran persona (a tenor de cuando le he oído o lo poco que sé de él), pero no fue un gran as del balón y más bien lo recuerdo como un leñero de marca mayor. En fin, habrá que darle vueltas a la pelota... (quiero decir, a la cabeza...)
Por cierto.
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