NAUFRAGA LA “OPERACIÓN PUERTO”, AUNQUE LOS TIBURONES SE HAN HARTADO DE CARNAZA
Hace unos días nos desayunábamos con la noticia de que el juez que llevaba la “Operación Puerto” ha dado carpetazo al asunto tras considerar que no hubo delito contra la salud pública y que a los imputados no se les puede castigar con una ley que no existía cuando se instruyó el proceso. ¿Por qué se desarrolló el despliegue de película de acción de la Guardia Civil antes de la implantación de la nueva ley antidopaje? Ah, misterio. Ah, nadie lo sabe. Ah, pues qué bien. Ahora nadie sabe nada, nadie hizo nada y nadie se enteró de nada. El director del CSD, Rafael Blanco, ya se ha largado del cargo para presentarse a la alcaldía de Córdoba (cambio de chiringuito y tiro porque me toca). Los caballeros de la Federación Española de las dos ruedas y el manillar andan desaparecidos, o alguien les ha comido la lengua tan larga que tuvieron cuando empezó la movida portuaria. Y hasta el mismísimo Lissavetzky, máximo mandamás del deporte español, versión politicoide, acaba de decir que él se enteró de todo por la prensa. Más o menos como me pasó a mí. ¡Tiene bemoles la cosa!
Por si hay algún lector despistado (que creo que no), la Operación Puerto comienza allá por mayo del año pasado, cuando se detiene y encarcela al doctor Eufemiano Fuentes (un pájaro de altos vuelos) y a Manuel Saiz, director del equipo Liberty Seguros (y uno de los tíos más preparados en el mundillo del ciclismo, según los pelotas de turno). A partir de ahí empezaron a circular muchas listas negras de ciclistas implicados en darle alegría al cuerpo con sustancias prohibidas y la insinuación de que también estaban metidos en harina otros deportistas. Un diario francés de mucha fama (quiero decir, de mucha mentira y embustes) llegó a publicar que jugadores del Real Madrid, Barcelona y Valencia estaban o habían estado metidos hasta las cachas en esto del dopaje. Después no hubo nada, porque hay demasiados especialistas en tirar la piedra y esconder la mano. La piedra le abre la cabeza a los aludidos (a veces simplemente les produce un chichón), pero eso entra dentro de la cuota de miserias a la que tiene derecho el “cuarto poder” o a la “libertad de expresión” de los que todos los días tienen que inventarse algo para vender periódicos o programas de radio y televisión. (A veces la realidad está huérfana de noticias impactantes).
Sin resolución judicial en firme, los que suelen medrar en el ciclismo –o sea, los que no se montan en la bici y se tragan 200 kms diarios durante tres semanas seguidas- empezaron a tomar decisiones: expulsen a fulanico y menganito, que no participe tal equipo, que se vaya al paro zutano y perengano … Así, Ullrich, Basso, Mancebo, Sevilla, el equipo Astaná y muchos otros tuvieron que plegarse a las exigencias de los dirigentes del Tour, de algunos patrocinadores y de los directivos de turno de la cosa. Y menos mal que el juez impidió que hubiera sanciones deportivas en algunos casos conocidos, porque a los inquisidores de los despachos y de la prensa les faltó tiempo para sacar la guadaña y empezar a liquidar cabezas o, dicho como corresponde, a merendarse la carnaza servida en alta mar tras las primeras detenciones y subsiguientes filtraciones. Los tiburones tenían abundante alimento entre los dientes y no era cosa de desaprovecharlo. ¡Si hasta el Puñetas pensó que un día aparecería la Guardia Civil por su piso y le acusaría también de dopaje, a pesar de que no sé montar más que en la bicicleta estática…!
Era por mayo cuando, al hilo de varias noticias similares, escribía el Puñetas: “Los pobres ciclistas profesionales llevan siendo carne de cañón desde hace muchos años y en vez de intentar humanizar su profesión y las carreras, a los dráculas que viven de ellos y a los políticuchos que holgan a costa de todos, sólo se les ocurre aumentar la dureza y exigencia de las pruebas ciclistas e imponer controles de dopaje para cazar a los más osados, no vaya a ser que en vez de morirse cuando ya estén jubilados, lo hagan en plena etapa dolomítica, con el escándalo consiguiente de los que nunca se enteran de nada porque siempre les pilla mirando para otro lado”.
Ciertamente que las sospechas de dopaje vienen de antaño y, casi con total seguridad, las hay más de lo demostrado, pero mientras que no volvamos a la época medieval en que bastaba señalar con el dedo a una señora acusándola de bruja y poco después la quemaban en la hoguera sin derecho ni al patalaleo, en los tiempos más o menos “civilizados” en que vivimos la costumbre es condenar en firme con pruebas tangibles y en los juzgados. Aquellos que son listos logran escaquearse, claro. Igual que aquellos que no saben hacer leyes adecuadas o actúan con intereses torticeros. Son los riesgos del sistema. Lo que no se puede hacer es volver a los viejos tiempos, disparar con balas de fogueo y juzgar sin presunción de inocencia alguna. Así que ahora, tras el naufragio judicial de la Operación Puerto, algunos deberían pagarse una ronda (y no precisamente los ciclistas afectados), pero para estos casos está esa ley no escrita intitulada “tururú que te vi”.
Quizás, como la sentencia es recurrible, los que se enteran de todo por la prensa, se pongan nuevamente las pilas y busquen la Operación Puerto, segunda parte. Pero mientras tanto, el ridículo más espantoso les va a acompañar durante unos cuantos días (en un país de amnésicos, es demasiado tiempo). De resultas del temporal, en alta mar han desaparecido dos equipos ciclistas, hubo varios médicos procesados, unos cuantos directores y medio centenar de corredores se fueron el paro, unos pocos adelantaron su jubilación y una escombrera de bicicletas hechas polvo quedó como restos del naufragio. Y hasta el próximo…
4 comentarios:
Releo desde la mitad de tu segundo párrafo y yo no estaría tan seguro de que alguien haya tirado la piedra y escondido la mano.
Me explico. Si me acusan públicamente y yo soy inocente voy y me querello contra quien ha tenido la boca o la pluma fácil.
Pero eso, que sepamos, no ha ocurrido. Por lo que me queda la visión aquella que nace del “piensa mal y acertarás”.
Si alguien tiene cierta información sobre mí que me puede hacer daño pero con la que él ni gana ni pierde, tal vez me pida algo a cambio de no decir ni pío.
Si yo me hago el duro, una llamada de atención en la prensa propia de quien me tiene así cogido me pondrá en situación de negociar mansamente.
Y no hablo únicamente de chantaje económico. Tal vez los inteligentes no busquen la vil extorsión, sino poner a buen recaudo el filón de monedas que yo pudiera suponer (mira los nombres que citas en ese medio párrafo y que han sido acusados ¿en falso?).
Es decir, que me proponen una colaboración en la que ambos ganamos, pero que yo no valoraría si no fuera porque esa información está en sus manos.
El mundo es de los listos, y los listos no son codiciosos. Habrá que estar atentos a los contratos publicitarios y de otra índole que se den a conocer dentro de un año pero que ya estarían firmados (como para no levantar sospechas).
¿Se me entiende? Pues es sólo una hipótesis.
Bien pudiera ser lo que dices. Yo veo el tema bastante complejo y, francamente, no pondría la mano en el fuego por ninguno de los que aparecen en la lista, pero de lo que se trata es de no jugar sucio, que es de lo que -digamos- me quejo en el artículo. Desde el principio no ha habido presunción de inocencia alguna para los afectados, ni por parte de los políticos, ni de los directivos ni de la prensa. Luego la justicia ha dicho "blanco" como podía haber dicho "negro" (es más aleatoria que la lotería de navidad), pero el fallo (o acierto) llega tarde para más de uno. Que sepamos, claro.
¿Que no han puesto ninguna querella previa en cuanto los acusaron públicamente? Pues sí, pero ya sabes que los ciclistas no son precisamente un dechado de virtud en cuanto a defender sus derechos y su dignidad profesional y personal, y así les va de duro y de crudo. Estoy casi seguro que, después del cierre del caso, muy poquitos, pero que muy poquitos serán capaces de irse a los tribunales a pedir daños y perjuicios. Yo tampoco lo haría, porque conociendo el percal de las togas y el politiqueo, el poco dinero que tengo se lo comerían los abogados y otros especímenes que pululan por los juzgados sin tener la más mínima garantía de que se me diera la razón, aún llevándola claramente. En fin, seguiremos enterándonos del futuro del asunto (si lo tiene) por el medio que suele utilizar nuestro prohombre del deporte, el tal Lissavetzky: por la prensa.
De todas formas ya he leído por ahí que la fiscalía piensa recurrir y ya se sabe lo que pasa en estas cosas. En la primera instancia, donde abundan los jueces más independientes, se dice "blanco" y luego, tras diversas recurrencias, cuando se llega a los órganos judiciales más amaestrados y dependientes del poder político y económico, entonces se dice "negro". ¡Y todo con las mismas leyes y pruebas testificales! En fin, cosas de la ja,ja, je, je, ji, ji, jo, jo, ju, justicia.
Veo que no me he sabido explicar. Con mi comentario de más arriba yo me estaba refiriendo concretamente a esta frase tuya: “Un diario francés de mucha fama (quiero decir, de mucha mentira y embustes) llegó a publicar que jugadores del Real Madrid, Barcelona y Valencia estaban o habían estado metidos hasta las cachas en esto del dopaje”. De los ciclistas no espero nada.
... Pues yo, de los furbolistos, tampoco...
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