24 de abril de 2007

PROFESORES DE ADOLESCENTES, DIFÍCIL TAREA...


Llevo años pasando todos los días por delante de un instituto de enseñanza media, justo por el lado que da a los patios deportivos. Siempre hay allí decenas de chavales desgarbados intentando cumplir con la clase de gimnasia, que es como todavía siguen llamando entre ellos a la asignatura de educación física. A veces, si voy con tiempo, aminoro el paso para alargar en un par de minutos mi mirada ante el tierno espectáculo. Varios profesores, cada uno con un grupo, intentan formar a los mozos y mozas en el arte de la educación física y del deporte bien entendido. Cada par de semanas observo que varía la faena, pero siempre con el mismo objetivo: que los chavales jueguen, se lo pasen bien y aprendan y practiquen los rudimentos básicos de algunos deportes y juegos.


Atletismo, baloncesto, tenis, balonvolea, fútbol sala, hockey, badminton, balonkorf, ritmo, expresión, juegos colectivos populares… Ojalá el Puñetas hubiera tenido en sus años mozos (tiempos aquellos de tablas aburridísimas de gimnasia a ritmo marcial) esta variedad de actividades y prácticas. Ojalá hubiera tenido estos profesores tan profesionales, tan preparados técnicamente y tan comprensivos. Porque si a las ocho y media de la mañana la zagalería se afana –entre bostezos- en despertar el cuerpo y cumplir calladamente con las normas, a las dos y media –cuando vuelvo a pasar por allí- el espectáculo ya se asemeja más a un guirigay inclasificable que a unas clases de educación física. Muchos adolescentes andan derrengados por entre el hormigón como si su cuerpo no tuviese fuerzas para sostenerse en pie. Hace un cansancio que no veas. Pero ahí siguen esos profesores, animando, desgañitándose para inculcar en sus alumnos la pasión por el ejercicio, por la salud y por el juego.


Es difícil, y cada vez más, impartir clase hoy día en la enseñanza media. Incluso de educación física, pues muchos chavales siguen considerando que esa hora es para soltar las piernas y los gritos, pegarse cuatro carreritas a paso trotón, beber agua en la fuente y tumbarse en el duro hormigón para charlar con los colegas sobre la película que echaron anoche en la tele. Sé de profesores –de espíritu bonachón y flaca voluntad- que han dado por perdida su clase de educación física, limitándose a hacer cuatro ejercicios de precalentamiento y a dar balones a los chavales que lo desean para que se dediquen a jugar a lo que ellos estimen oportuno. Cansados de clamar en el desierto, de predicar y no recibir satisfacción alguna (¡cuantos alumnos acuden sin la vestimenta y calzado adecuado!), han decidido cumplir con el trámite educativo, relegando su enseñanza a que cada chaval juegue a lo que le apetezca, siempre dentro de un orden, aunque el caos sea manifiesto. Al menos –afirman- así no hay problemas graves de indisciplina.



Afortunadamente, -vuelvo a ese instituto amigo de mis caminatas diarias de ida y vuelta- otros muchos profesores, amparados en un alumnado más responsable, en una organización académica y de Centro más disciplinada y eficaz y en una vocación profesional a prueba de adolescentes, siguen en su ardua tarea de hacer ver a sus alumnos –aunque en la última clase del mediodía la cosa sea casi titánica- que el deporte, el juego y la condición física son alimentos indispensables del bichejo humano. Tanto como la videoconsola, el móvil o el Emule. En estos días, andan con la cosa de la orientación. Al lado hay un gran parque y cuando lo atravieso a paso ligero por la mañana, allá que ves a los chaveas corriendo de un lado para otro, con sus papeles en la mano, buscando un dato en el mapa para localizar las señales e informaciones colocadas a lo largo de los distintos senderos y múltiples rincones, sean árboles, fuentes o estatuas.



Como sé que muy pocos padres de estos jóvenes agradecen personalmente el trabajo de sus profesores, quiero desde aquí darles las gracias por ese par de minutos diarios en que mis ojos se desvían interesados y curiosos hacia el patio del instituto buscando unas miradas, unos gestos y unas voces que uno hubiera querido mamar cuando era un espigado zangolotino en aquella España aburrida, tristona e inocente de los 70. ¡Quién fuera chaval ahora y tuviera a estos profes de gimnasia!

3 comentarios:

la aguja 27/4/07, 23:31  

Es cierto que algo ha cambiado entre la gimnasia de antaño y la Educación Física de hogaño.

Aquella gimnasia sueca, con sus tablas interminables y sus posturas marciales se ha quedado para los calentamientos de hoy en día.

Aquellos chándales, que compraras donde compraras el tuyo era igual al de toda la clase porque no existía más que un horroroso modelo unisex.

Y era unisex porque las chicas no hacían deporte. Y las que se atrevían a corretear por ahí en alguna competición eran criticadas por hacer uso de su libertad para practicar deporte.

Los deportes y la gimnasia eran para los chicos. Por cierto, aún quedan en nuestros pueblos aquellos edificios de una planta donde se impartían las lecciones. Había dos puertas. Una para los chicos y otra para las chicas. Y un letrero cincelado en la piedra que lo dejaba bien claro.

Mientras los chicos salían al patio para hacer ejercicios físicos (que en teoría los preparaban para las armas), las chicas se quedaban en clase aprendiendo a coser y a bordar y otras labores domésticas.

¿Para qué iba una chica a perder el tiempo en aprender las tablas suecas?

Sí, algo hemos avanzado, Juan. Quizá el camino que nos ha traído hasta aquí no haya sido el mejor, y ahora andemos algo perdidos, inmersos como estamos en la vorágine del deporte profesional.

La idea del pensamiento único, del pensamiento vertical (me consta que tú si sabes qué quiero decir) sigue presente hoy en día.

Hay variedad de colorido, pero todos visten camisola futbolera. Hay posibilidad de elección en la oferta deportiva: o el niño hace fútbol o hace fútbol sala si no quieres que te lo miren como un bicho raro al salir del "cole".

La oferta mediática también es variada: o ves el partido de fútbol del domingo a las 17:00 h. o ves el de las 19:00 h.

En fin, un aplauso para todos esos profesores de Ciencias del Deporte, como debería llamarse la Educación Física (a ver si va cogiendo más peso en la mente de algunos) que aparecen día tras día con la ilusión de enseñarles algo nuevo a sus apáticos pupilos que manejan como nadie los pulgares gracias a los SMS y a la Plei.

Y un tirón de orejas (y de algo más) a todos esos carcamales profesores de gimnasia que aún quedan por los colegios e institutos que se limitan a tirar un balón al suelo y dar media vuelta durante su horario laboral.

Y no releo todo lo escrito porque me temo que empezaría a retocar aquí y allí y acabaría haciendo otro artículo.

Anónimo 30/4/07, 19:42  

Junto al pensamiento único y el pensamiento vertical yo destacaría también el pensamiento horizontal, ese que, sometido a un encefalograma, marcaría una línea contínua, a pesar de que el sujeto está vivito y coleando. Estamos aviados.

Me gusta eso de Ciencias del Deporte. No lo había oído antes (a lo mejor es una invención tuya). Lo del artículo espero que refleje un poco la realidad: desde la del profesorado (que se mueve entre la abnegación y el trabajo más absoluto -los menos- y el pasotismo o la falta de preparación y motivación -los más) pasando por los alumnos, que de todo hay -como en botica-, aunque priva más el carácter apático (cosas de la edad y de la educación actual).

la aguja 1/5/07, 0:16  

Pues no es cosa mía. Así se llama ahora a los antiguos INEF: Licenciados en Ciencias del Deporte. Pero seguro que Rafa06 nos puede ilustrar mejor.

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).