ALONSO: ¿DÓNDE DEMONIOS TE METISTE?
Fernando Alonso, nuestro flamante bicampeón del mundo de Fórmula I, a final de la temporada pasada decidió abandonar a Renault para irse a McLaren. Algunos vimos el cambio como un salto en el vacío. La prudencia aconseja no abandonar el barco si éste va viento en popa y a toda vela, pero Fernandito es un chico muy ambicioso.
Irse a MacLaren era una apuesta demasiado arriesgada. Los británico-alemanes llevaban varios años sin comerse un motorizado rosco, pese a lo cual mantienen al frente del cotarro de la Fórmula I, casi desde la Prehistoria, a un tal Ron Dennis, experto en líos y desarreglos. La historia viene demostrando cómo aquella casa habitualmente ha sido una olla de grillos, con peleas continuas entre sus pilotos, debido a que su -a priori- política pretendidamente objetiva (cada piloto recibe el mismo tratamiento) al final siempre ha acabado haciendo aguas, causando la enemistad de todo el mundo.
Así que cuando Alonso se mudó a MacLaren ya debía estar avisado de cómo se las gastan por aquellos lares. Debería haber previsto que iba a tener como compañero a un piloto inglés, con lo que –de entrada- ya tendría en contra a la afición de casa, tan amiga de los “suyos”, aunque no valgan ni un pimiento. Nuestro campeón –sorbido el cerebelo por su excesivo orgullo- debió de pensar que en su nueva escudería él sería el número uno, por historial y prestigio. Ademas, ¿para qué demonios lo fichaba entonces MacLaren? ¿Para darle un trato de segundón o de chico de los recados?
Pues sí, señores. Así funcionan en esa casa de locos. Contratas por un potosí al mejor piloto del momento, para acabar dándole el mismo o menor rango que a un recién llegado a la Fórmula I, como es el caso de Hamilton, el otro piloto en discordia. Estos tíos parece que no se han enterado todavía que en el deporte de alta competición esas no suelen ser las normas de juego, sino que el trato es que hay un líder (que es el que da la cara y al que se la parten) y todo un equipo de lebreles que trabaja a destajo para aquel. Si luego llegan los éxitos, también lo harán los millones y a todos tocará un poquito. En MacLaren, tan elemental norma, discutible éticamente pero eficaz hasta las cachas, les suena a cosa demasiado moderna. Ya saben que a los ingleses les encanta llevar la contraria a todo el mundo. Por eso todavía circulan con sus locos cacharros por la izquierda de las carreteras o siguen utilizando un sistema de medida que ya nadie usa. Son así de raritos. Cuestión elemental que debería haber previsto Fernando Alonso, el sabio.
Así que nuestro asturiano llegó a MacLaren, hizo su trabajo ayudando a diseñar y modelar unos coches mucho mejores que los de años atrás, y luego en cuanto el novato local empezó a demostrar que no era manco, cojo ni tonto (lo de copiarse del campeón español tomando notas de sus telemetrías, tácticas, etc lo lleva de rechupete), todos los hijos de la Gran Bretaña empezaron a soñar con que pronto un inglesito sería campeón de ese deporte tan costoso y aburrido que responde al absurdo nombre de Fórmula I. El españolito orgulloso y fanfarrón se había convertido en un obstáculo casi nacional.
A partir de ahí, todo ha sido y sigue siendo un culebrón. El último episodio, el asunto ese del espionaje a Ferrari, del que ahora resulta que le quieren echar el muerto a nuestro Fernandito querido. En fin, que si no le aflojan distraídamente una tuerca y lo mandan antes para el hospital, Alonso debería ir pensando en despedirse de MacLaren. Su destino está en Ferrari, donde tendrá a su disposición una alfombra roja, un pay-pay, una corte de corifeos para aplaudirle siempre y en todo lugar y un segundo piloto más flojito y menos ambicioso que el Hamilton ese, para que así reluzca más fulgurante la estrella alonsiana.
Si pese a todo lo que le está cayendo, Fernando es capaz de quedar campeón del mundo, en España –donde, a diferencia de los ingleses, a nuestros héroes los mandamos a la hoguera- habría que ir pensando en hacerle un monumento a este muchacho y nombrarle patrón de España y de los automovilistas. Ni don Pelayo, ni Viriato, ni el Cid, ni Hernán Cortés, ni Sebastián Elcano, ni Daoíz y Velarde: Fernando Alonso. ¡Qué tío!
3 comentarios:
Para ir abriendo boca. Ya te comentaré.
Al final acabarán todos en la cárcel, incluida la FIA. (Por cierto que ya hablan algunos que Alonso podría quizás fichar por Ferrari). ¡Pa que veas que tengo un ojo...!
Yo no sé quién aconsejó al chaval meterse en semejante sitio. ¿Desde cuando una asociación hispano-anglo-alemana va a funcionar bien?
Las cosas se torcieron desde el principio. Pero bueno, si finalmente vuelve a alzarse con el título me gustará ver la cara de haba que se les va a quedar al moreno y a su patrón.
Eso sí, gane o no gane, se líe a hostias con ellos o vayan todos a cenar al yate del Ron, yo voy a dormir igual de tranquilo (ya conoces mi opinión sobre el deporte profesional).
Pero mira, por esta vez me voy a alegrar en lo personal si Fernandito los deja "pinchaos".
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