CARTA DE UN HOMBRE INTELIGENTE
Estimado señor Puñetas:
Le escribo estas cuatro letras tras leer en su bitácora diversos artículos bastante críticos con el mundo del fútbol, tanto en lo que se refiere a la actitud de los medios de comunicación como al comportamiento de algunos jugadores, técnicos y aficionados.
Yo también ando preocupado por estas cosas. Me encanta el fútbol, aunque sé que antes se jugaba mejor que ahora. Al menos, era más divertido. Hasta lo juego siempre que puedo con varios amigos, a pesar de que uno ya no está para muchos trotes y cualquier día de éstos me estropicio la tibia, el peroné y hasta el dedo gordo del pie izquierdo. Pese a mi pasión por el furbo o el futbolín (como también lo llama usted a veces), reconozco que cada vez la cosa está peor. Empezando porque ya no hay jugadores ni entrenadores de club, si no que cada cual trabaja para el mejor postor, dejando al equipo en la estacada en cuanto le dan unos cuantos billetes más. Que eso lo hagan las grandes estrellas, pues vale, pero que lo haga hasta el chaval que sale de la cantera y que no llegará a salir de medianía, ya es demasiado. El fútbol no puede estar exclusivamente vendido al poder del dinero. Precisamente la pasión, el interés y la salsilla que tiene es porque hay rivalidades entre ciudades, piques entre aficiones… y esto es sano siempre que se reduzca a los 90 minutos de juego y a las comidillas pre y post partido. Pero para eso es preciso que las plantillas de jugadores se estabilicen en el tiempo, que se hagan portadoras de los valores propios que cada club tiene –al menos en teoría-. ¿Cómo voy a aplaudir a Pericón si lo mismo dentro de un año lo veo jugando contra mi equipo?
Me dirá que el fútbol profesional es esto. Me parece muy bien, pero entonces tendríamos que cambiar de mentalidad los aficionados y tomarnos el invento simplemente como un divertimento sin alma, igual que si uno va al cine o al teatro. Vas, lo ves, comentas la jugada y hasta la próxima. Algo así creo que hacen los americanos. Lo que no se puede hacer es jugar a las dos cartas: pasión y puro negocio. Oiga, como que no…
Veo también que las cosas se están sacando de quicio con este deporte. No sólo los jugadores emigran al olor del dinero (y los entrenadores), si no que no hay trabajo de cantera, se repite el espectáculo más que el ajo (he llegado a ver el mismo gol de la jornada más de 50 veces en las televisiones), se busca sólo ganar y al precio que sea, en los estadios hay demasiado cretino suelto y yo –que soy un tipo educado porque mi padre así me enseñó- cada vez me veo más incómodo rodeado por unos desconocidos que se dicen de mi mismo equipo pero a los que les falta esa educación de que yo presumo, bastante sentido crítico y un poco de objetividad, que a uno le gustará que gane el equipo de su alma, pero hay partidos en los que no puede ser porque el otro es mucho mejor o está más acertado.
Le cuento todo esto porque tengo un chavalín al que he inculcado mi amor por el fútbol y le gusta practicarlo, pero hace un par de semanas lo llevé al campo en un partido oficial y él mismo me dijo, cuando no llevábamos ni media hora, que se quería largar de allí, que había demasiado ruido, que sólo oía insultos y tacos por parte de muchos espectadores y que por la televisión todo era mucho mejor. Y me fui, claro. No sé si será un chaval inteligente (aunque lo parece) o no, pero su reacción me llegó al alma. Y ya no sé, francamente, si seguir yendo al campo a escondidas, sin que él se entere, decirle que tiene más razón que un santo o explicarle que él todavía es demasiado pequeño para entender lo que allí vio y oyó. (Hasta una pelea tuvo lugar a varios metros de donde nos encontrábamos. Un debut el del niño la mar de edificante).
Estamos matando algo bello, o lo estamos enmierdando o yo que sé, porque a mí me encanta el fútbol. Sólo quiero contárselo porque sé que esto lo puede leer más gente (no creo que esta carta me la publicasen en el AS o el MARCA) y porque sé que usted comprende mi postura y dilema actual. O sea, que estoy echo un lío con el chavalín y el puñetero fútbol, señor Puñetas…
4 comentarios:
Parece que te has anticipado a la movida ocurrida en Italia. ¿Ir al fútbol? ¡Quiá!
Ir al fútbol debería ser considerada una actividad de riesgo, muy a tener en cuenta por las mutuas aseguradoras, esas que se preocupan de subirte la cuota si haces kickboxing o paracaidismo.
Parece como si todos los salvajes confluyeran en el fútbol, como válvula de escape de sus frustraciones, donde amparados en la masa se les deja hacer cosas que en solitario o en pequeños grupos no harían porque serían rápidamente controlados o/e identificados.
Pero no es sólo cosa de la juventud, que hay gente mayorcita que cuando sale de casa con la disculpa de la peña del Barça o del Madrid (a pesar de vivir a cientos de kilómetros de estas ciudades, porque los colores son los colores —y los aviones son los aviones—) desbarran metiéndose en camisa de once varas, dando finalmente con sus pesados huesos en la comisaría de la Ertzaintza más cercana. Y todo por querer ser más vocingleros que esos jovencitos ineducados, pero que casualmente corren más y escapan mejor.
¿Ir al fútbol? ¿Para qué? ¿Para sentirte arrastrado por la masa y avergonzarte después en el silencio de tu casa por haber insultado, injuriado y calumniado? Porque calumnia es la imputación falaz de un delito, según el artículo 205 del Código Penal. Y llamar terroristas a unos vascos, amparado en la masa que te rodea, puede ser penado con prisión de seis meses a dos años, según el artículo siguiente. Y es de memos hacerlo en el mismo Vitoria, San Sebastián o Bilbao…
La verdad es que no hay que ser un futurólogo para adivinar que en cualquier momento se puede liar. Hace poco en Italia, mañana en España o la China. De hecho no pasan más desgracias porque -en materia religiosa- de lo único que estoy convencido es de que mucho personal lleva a cuestas un ángel de la guarda, je,je. Con el agravante de que cuanto más cerdo, cavernícola, soplagaitas o malo eres, mejor ángel de la guarda tienes.
En efecto, debería ser considerada una actividad de alto riesgo el ir al fútbol, pero me temo que el personal no por eso se retraería. De hecho montarse al volante es una actividad de altísimo riesgo, fumar lo es y cada día se incorporan al tema miles de novatos, no digamos el pillar sistemáticamente borracheras, ver las televisiones o comprar ciertos alimentos. Da igual, para mí que el personal es consciente insconscientemente (o viceversa) de que ésto se va al garete y que puesto que no hay solución, a vivir que son dos días. Aunque si a eso llaman "vivir"...
Lo de los descerebrados que aprovechan el fútbol para irse por los derroteros de la política, del insulto o la injuria, qué vamos a decir. En este país habría que hacer cursos acelerados de diálogo y convivencia, gratuitos y para toda la población. Empezando primero por los que mandan, que son los que más insultan y calumnian, a veces sin que se note (quiero decir, que nos toman sistemáticamente por imbéciles).
Este año todavía no he visto un partido completo de fútbol de la Liga española, aunque sólo sea por curiosidad o para sacar ideas para un articulillo. Fíjate si considero de alto riesgo el tema, que ya ni por la televisión soy capaz de verlo. Así que estoy pensando llamar al Ardilla para que un día nos comente cómo va la Liga.
Aunque siempre he pensado que los comentarios de las bitácoras deberían funcionar como los foros, no me gusta volver a comentar al mismo artículo porque podría caer de pesado.
Pero es que me lo has puesto a huevo:
“En este país habría que hacer cursos acelerados de diálogo y convivencia, gratuitos y para toda la población.”
Nada más gratuito y que llegue a toda la población que la enseñanza pública (sin entrar a discutir el concepto de "gratuito", porque aquí lo único gratuito que hay es el aire —y de momento—).
Quizá las nuevas tendencias, los nuevos aires y las nuevas tecnologías no aconsejan volver a aquella asignatura de "Urbanidad", donde lo mismo te enseñaban que había que ceder el asiento a una mujer embarazada que a comportarte en el templo o en la biblioteca.
Supongo que tendrás algo que decir… ;-)
La enseñanza pública sólo enseña (teóricamente) a los niños y adolescentes. No enseña (desgraciadamente) a los adultos. Por ejemplo: muchos chavales -los míos, sin ir más lejos- reciben clases de educación vial y hasta llegan a practicar en circuitos de tráfico de la policía municipal. Pero mi pregunta es: ¿no deberían ser los adultos, los jóvenes que llevan coches y motos quienes hicieran lo que hacen los críos? Es decir, recibir charlas, consejos y hacer prácticas guiadas de buena conducción o de buen "peatonaje"? A lo mejor así salvábamos vidas AHORA MISMO.
Por eso hacía referencia a los cursos gratuitos (es un decir, porque como dices bien nada es gratuito, salvo el aire -y de momento)que tendría que recibir la población en materia de diálogo, convivencia y otras cuestiones. Población adulta, la que ya pasó por los centros de enseñanza y a la que se le olvidó muchas de las cosas buenas que allí debieron enseñarles (por ejemplo, esos buenos modales en los lugares públicos, dejando sitio a los ancianitos o que hay que estar calladitos en una biblioteca o que no hay que escupir en las aceras). Curiosamente, muchos lo que no olvidan son las cosas malas, que también debió haberlas.
El gran fracaso no es el escolar, con ser grande y estar más o menos claras las razones. El gran fracaso es el de una gran parte de la población adulta, ya no escolarizada, que ha olvidado muchas cosas buenas que le enseñaron de pequeños, no sólo en la escuela si en sus casas y por sus propios padres, abuelos, vecinos, etc.
A mi modo de ver, las nuevas tecnologías están provocando un impacto más negativo que positivo. Pero ahora entraríamos en otro ovillo para el que hay demasiado hilo y que más bien correspondería desarrollar fuera del Arco.
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