23 de enero de 2008

BOBY FISCHER, EL DON QUIJOTE DEL AJEDREZ

FISCHER, MEDIO GENIO. El pasado 17 de enero, en Reykiavik (Islandia), donde se había refugiado de las iras de su propio país –los USA-, murió el genial Bobby Fischer, probablemente el mejor ajedrecista de la historia. En todo caso, el que consiguió el triunfo más emblemático del ajedrez mundial: que un solo hombre venciera en plena Guerra Fría, allá por 1972, al poderoso Estado totalitario de la URSS representado por su mejor jugador, Spassky. No es una exageración. Independientemente del interés político del Gobierno americano porque Bobby ganara (con lo que tendría de propaganda a favor), el rebelde y ya algo locato Fischer siempre actuó por libre. De hecho fue el primer jugador profesional de la historia y en aquella lucha por el campeonato del mundo jugó más solo que la una. Enfrente tuvo al mismísimo Estado soviético que obligaba a sus jugadores maestros a poner sus conocimientos al servicio del elegido por las autoridades. Al contrario que sus rivales soviéticos, nuestro hombre se preparaba en solitario, sin entrenadores. Cualquiera aguantaba sus neuras, su cerebro de súper-superdotado y las consecuencias psicoafectivas de su desgraciada historia familiar. Un cóctel explosivo que lo convirtió en bastante inaguantable, con numerosas fobias y caprichos. Casi estuvo a punto de no disputar la final de aquel torneo que marcó, para bien y para mal, el resto de su vida. Con su épica victoria –tras 21 partidas- el mito comenzó a autodestruirse. Genialidad y locura suelen ir a menudo muy cogiditas de la mano.
FISCHER, MEDIO LOCO. Cuando le tocó defender tres años después su título ante el nuevo campeón soviético, Karpov, desertó de los tableros. Se encerró en sí mismo, decidió no jugar de forma oficial y prácticamente se lo tragó la tierra. En su país nunca se lo perdonaron. Poco se supo de él y lo poco que transcendió no era nada bueno. En 1992 consiguieron convencerlo para reeditar en Yugoslavia su duelo con Spassky. Tres millones de dólares tuvieron la culpa, lo cual demuestra que todavía mantenía cierta dosis de cordura. En el tablero demostró seguir siendo el mejor. En su país decidieron ir a por él con pretextos torticeros, le confiscaron sus bienes y le declararon en busca y captura. En 2004 reaparece avejentado en un aeropuerto japonés. Islandia acudió salvadora a concederle asilo político y allí, varios años más tarde, ha recibido el inevitable jaque mate mortal que nos espera a todos los humanos, sepamos o no jugar al ajedrez. Recuerdo su espigada y desgarbada figura cuando el Puñetas –un escuálido adolescente- ya empezaba a presumir de ganar alguna que otra partida tras varios años de ilusionado aprendizaje autodidacta del ajedrez. Por aquel entonces, principios de los 70, no tenía ni pajolera idea sobre la trascendencia histórica de aquel yanqui medio zumbado que amenazaba con hacer picadillo a los invulnerables jugadores soviéticos y a todo el imperio ajedrecístico-político que tenían detrás. Aquello sí que era ajedrez en estado puro y no las miserias actuales, con tanta ayuda informática y tanta gaita. Descansa en paz, Bobby. Ahora sí que te has vuelto definitivamente cuerdo.

PD: La magnífica ilustración la he encontrado en "El blog de ajedrez de Puerto Rico". A continuación pongo un enlace al artículo de Leontxo García en el diario "El País".

2 comentarios:

la aguja 24/1/08, 19:52  

Desde que todos los noticieros han destacado que murió con 64 años, los mismos que escaques tiene un tablero de ajedrez, que me he dicho: "humm..., demasiada casualidad... Nadie se muere hoy en día con 64 años y menos en la bienaventurada Islandia". Recordemos que Bobby Fisher no le había pegado un palo al agua en su vida; vamos que de los rigores de "los soles del rojo verano, las nieves y vientos del gélido invierno" no sabía nada de nada. (La estrofa es del poema "Marcha triufal", de Rubén Darío).

Esté donde esté, ahora sí descansará del incordio que le suponían todos aquellos que por un motivo u otro le perseguían (gobiernos, políticos, entrevistadores, admiradores...).

Juan Puñetas 25/1/08, 21:35  

A veces se dan las casualidades, pero yo también soy de la opinión en que hay casualidades que matan. No sé si me explico. (Tras muchos años de no saber por donde andaba, ahora estaba perfectamente localizado... También se afirma que -como estaba como un cencerro, con manías persecutorias y tal (o a lo peor, eran verdad...), no tomaba la medicación y empezaron las complicaciones...).

En cualquier caso, hay que quedarse con el Fischer ajedrecista y no con la persona de muchas luces e infinitas sombras que fue. Al fin y al cabo sólo era un ajedrecista y las circunstancias históricas lo conviertieron casi en un gladiador que dobló la rodilla al oso soviético. Me dan lástima las gentes a las que se utilizan externamente de manera tan descarada.

Por cierto que ya llevamos dos muertes bien ilustres, con don Bobby y el Hillary montañero. Me temo que el desfile mortuorio de gente bien ilustre del mundo deportivo - y que nos alegró las pajarillas en nuestros años mozos- va a ser más frecuente de lo deseable. Claro que gente de la categoría de los citados, de esos hay pocos...

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