BOCAZAS A BABOR Y ESTRIBOR - EL ALPINISTA QUE AMABA LAS MONTAÑAS
EL ALPINISTA QUE AMABA LAS MONTAÑAS. La edad no perdona y a los 88 años ha fallecido Edmund Hillary, el hombre que a las 11,30 del 29 de mayo de 1953 alcanzaba por primera vez la cumbre del Everest en compañía del sherpa Norgay Tenzing, realizando así una de las mayores gestas de la exploración moderna. De natural humilde, el éxito no se le subió a la cabeza. Después siguió con sus grandes aventuras, como su visita al Polo Norte en avioneta, cuando ya tenía 66 años. Pero siempre con una máxima: el respeto por el riesgo y por la naturaleza. Por eso, él quiso sobre todo a las gentes que vivían en las montañas, especialmente al pueblo sherpa, al que ayudó fundando hospitales, escuelas, puentes, y a recuperar su naturaleza maltratada. Porque Hillary fue el primero, pero tras él han venido muchos con mucho menor mérito y conciencia. Tanto ha cambiado el Everest que en una ocasión lo calificó como “el mayor basurero del mundo”. En Nepal lo consideran como un héroe y los sherpas no digamos. Muchos éxitos deportivos nunca se alcanzarían si no tuvieran el soporte anónimo de gente modesta que nunca sale luego en los diarios ni en las pantallas. Hillary siempre ayudó a los porteadores y éstos –bien nacidos- siempre han sabido agradecérselo. Por eso son ellos los que más le lloran en el último adiós. Los tiempos del romanticismo y el aventurerismo sano quedan bien lejos. Señor Hillary, descanse en paz en las alturas que siempre amó y respetó.
2 comentarios:
Del Nido me recuerda al Lopera de hace unos años. O sea, Lopera II. Los mismos gestos, los mismos errores, los mismos destinos…
De Sir Edmund Hillary no hay más que decir. Subió a la montaña cuando ir a la montaña era una aventura de verdad y no una romería como lo es en la actualidad.
Conozco un chaval que ha intentado coronar el Everest. Ahora no recuerdo si lo que sufrió fue el mal de altura o principio de congelación, aunque tal vez fuera ambas cosas.
El caso es que a unos siete mil y pico metros de altitud tuvo que renunciar a la ascensión y por consejo médico tuvo que bajar.
Pues ni corto ni perezoso cogió un taxi para regresar al campamento base. Sí, como lo oyes. Un taxi-yack, creo que lo llaman. Los sherpas te suben al yack y por una módica cuota te bajan antes de que te mueras allá arriba. Para subir al Everest con cierta seguridad hay dos cosas que no se te pueden olvidar: el teléfono móvil y dinero.
Lo dicho, una romería. Cierto, yo no subiría ni a cinco mil metros (ni falta que me hace). Pero que no me vengan con monsergas estos alpinistas de pacotilla hoy en día. La aventura se acabó hace muchos años.
Tienes razón, le da un aire, aunque pienso que Loperilla es más, mucho más cachondo que don Nido. En cuanto a la pasta que ambos tienen, andarán empatados.
Nunca mejor dicho lo de la romería al Everest y otras famosas cumbres. Tu comentario me trae a la mente una visita que hice en plan camping al Parque de Ordesa, en los Pirineos, debe hacer unos treinta años, cuando aún no había los grandes controles de ahora. El largo paseo hasta ver la cascada del caballo llevaba más gente que el paseo de mi pueblo, que es bien largo. Sólo faltaba un tío vendiendo bolsas de avellanas o pipas. (En aquellos años las botellas de agua mineral no se llevaban, sólo las camtimploras).
Sí, la aventura se acabó hace años. Yo creo que hoy día la auténtica aventura no está en irse al Everest ni al Amazonas, ni siquiera a un conflicto armado. Lo bueno y donde debe soltarse adrenalina a espuertas es irse a las cuatro de la mañana a una de esas barriadas del extrarradio de las grandes ciudades europeas (incluidas las españolas, faltaría plus). A esas horas, deambular por sus calles, debe ser el no va más. ¡Si hasta la policía no entra salvo que vaya en escuadrón!
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