1 de junio de 2008

RETRATOS DE PISCINA

Hoy vamos a completar la serie de retratos que inicié el domingo pasado. Si entonces echamos una ojeada al gimnasio, hoy lo haremos a la piscina. Aquí juega mucho la observación pues el personal no puede hablar al mismo tiempo que nada, por lo que es muy difícil llegar a establecer conversación o palique con alguien. Tras más de una década de miradas furtivas y directas el Puñetas tiene clasificado al personal de piscina en 4 grupos según su grado de peligrosidad:



LAS NADADORAS PARLANCHINAS. Suelen ser mujeres de madura o avanzada edad. Se hacen un largo a ritmo de tartana del siglo XIX y cuando llegan exhaustas a la otra orilla se paran a reponer fuerzas y a comentar la jugada, y la de Operación Triunfo, y la de los programas rosas, y en fin, toda la chismorrería al uso con otras parlanchinas de su misma especie. A nadie que vaya a la piscina a nadar y a sudar el bañador se le ocurrirá jamás ponerse en la misma calle por donde circulan estas cotillas tortugueras.



LOS JÓVENES BÓLIDOS. Son el otro extremo de la cuestión. Nadan al son de la famosa canción “La calle es mía”. Y en efecto: nada más verlos meterse en una calle, el personal tranquilón que por allí nadaba pacíficamente a su aire sale echando aguas camino de otra calle más tranquila. En cuestión de segundos estos intrépidos nadadores abren los brazos y piernas y en plan espasmódico empiezan a volar sobre el agua sin importarles quién vaya delante o al lado. Se supone que en su vida normal también serán igual de arrolladores y egoístas. Afortunadamente, semejante derroche de energía barata y cuartelera les dura menos que un orgasmo. Así que tras cuatro largos tienen la lengua fuera (ese exceso de alcohol, capullos…) y han de agarrarse a la corchera para no irse al fondo. Entonces deciden retirarse hacia otros territorios del centro deportivo y la paz vuelve a reinar en el carril piscinero que abandonan.



LOS QUE SE EQUIVOCAN DE CALLE. Habitualmente las calles, en el nado libre, suelen estar clasificadas a modo de orientación: nado básico, medio y avanzado. Pues bien, algunos y algunas parece que no sepan leer o se creen que son mejores que el mítico Mark Spitz. Así que siempre los vemos nadando en una calle de ritmo superior al de sus sobrevaloradas fuerzas, por lo que no es de extrañar ver detrás de ellos una fila india de mil pares de bañadores. Pese a que este personal suele ir a un ritmo muy inferior al que lleva la competencia, encima el muy puñetero pone todas las dificultades posibles para un limpio adelantamiento, por lo que a veces hacerlo suele ser más peligroso que adelantar a un autobús en una carretera de montaña. Cuando llegan al final del largo, un buen momento para dejar paso a los que vienen detrás cagándose en su parentela, suelen entonces sacar fuerzas de flaqueza y, tomando aire de no se sabe dónde, continúan de nuevo con lo que el atasco se hace más penoso que el originado en hora punta en las entradas o salidas de una gran ciudad. Menos mal que la mayoría de los nadadores somos gente pacífica…



LOS CHIRRIANTES NIÑOS. Estos son los más peligrosos. Uno se los encuentra en manadas, en fase de aprendizaje, en una o dos calles disponibles sólo para ellos, con su monitor o monitora al cuidado de todo. No son un problema en el aspecto natatorio pues ellos circulan por su carril y el resto de los adultos por los suyos. El problemón viene porque mucho personal vamos a echar unas brazadas a la piscina no sólo para mejorar lo físico si no para relajarnos y calmar los nervios de la vida diaria, pero con los muchachotes de hoy día es imposible. ¡Qué de ruido arman los condenados, qué de follón, qué de ensordecedor pandemonium! El Puñetas huye de ellos como gato escaldado (y para eso se aprende bien los horarios de los cursos infantiles), pero siempre hay algún curso imprevisto o alguna recuperación de clases que le pilla a uno por sorpresa. Entonces salgo echando leches camino de otros rincones donde el silencio y la paz puedan acoger a mi espíritu.



El mundo de la piscina climatizada, a pesar de que la gente vaya medio en pelotas, es bastante aburrido y monótono. Todavía no se ha inventado escuchar el mp3 dentro del agua, o charlar con otros mientras haces espalda, ni siquiera pensar en tus cosas mientras imitas a las ranas nadando a braza. Andas tan preocupado por no tragar agua, o evitar a alguno de los tiparracos citados anteriormente o para no irte al fondo, que todo el tiempo lo dedicas a sobrevivir. Eso sí, la experiencia y los años hacen mucho y al final acaba gustándote tanta rutina y hasta eres capaz de nadar y al mismo tiempo pensar en la declaración de la renta. Una ventaja sí que tiene la natación en este tipo de piscina: no hay que aguantar a nadie hablando por el móvil. ¡Una auténtica gozada, absolutamente impagable!

2 comentarios:

la aguja 2/6/08, 0:33  

Nunca he ido a una piscina a darme un baño. Huyo de las piletas de cloro como huyo de una cola en el supermercado. Son cosas que me superan.

Supongo que mi incapacidad natatoria tiene mucho que ver. Una vez que fui a una (con lo de que "nunca" he ido era una forma de expresión bastante aproximada) me la crucé a lo ancho. A la vuelta me fui al fondo. Eso sí, supongo que de ahogarme lo haría con estilo.

El caso es que no tengo ni idea de lo que estabas hablando y he querido dejarte mi acostumbrado comentario en plan cortesía y tal.

Y se me ocurre que no has comentado nada de las gachises, esas que en traje de baño están más buenas que la pata de un pollo.

Si es que no te fijas, Puñetas, que haberlas tiene haberlas. O eso, o cambia de piscina…

Juan Puñetas 5/6/08, 1:48  

A las horas en que suelo ir lo más habitual son las viejecitas, los chulitos de meninges reblandecidas, tipos/as que siempre van por el carril equivocado y los enanos, que hacen más ruido que cien mil grúas juntas. Haber gachises, haylas, pero te diré una cosa en confianza. (Para ello iré al punto y aparte...).

Hubo un tiempo ya bastante lejano en que veías una teta y los ojitos le hacían a uno chiribitas. Hoy día es algo tan habitual (aquí se desnuda hasta el apuntador) que uno sólo acierta a decir: Pero, ¿otra teta más?

Empieza a ser más erótico el ir con toda la vestimenta que en pelotas. Luego, en los centros de ocio deportivo, gimnasios y tal, abunda mucho el personal que va a ponerse en forma y hasta a adelgazar. Se da uno cuenta de que cada vez el personal está más sobrepesado (dicho de manera bien fina, como ves). Así que a veces ver el físico ajeno -masculino y femenino- provoca más tristeza que alegría. (Incluyamos también aquí a nuestros esplendorosos cuerpos). Para ver redondeces y no ser catalogado como voyeur, la playa. No es que allí el personal glorioso abunde, pero como hay miles de culos a tu alrededor, pues digo yo que por simple cuestión numérica algunos cuerpos están de danone. Claro que muchos ymuchas, cuando hablan la cagan y pierden atractivo, pero eso es otra historia...

Otrosí. Esos cuerpos esculturales que nos venden en las películas, fotos de prensa y televisiones mierdosas son un puro cuento. Ni el bisturí hace milagros por mucho que te cobren por la operación. Digo milagros de volver la mirada sin poder ponerle freno. Claro que a lo mejor es que uno ya empieza a estar en una edad en que la vista cansada causa estragos. No digamos si se junta con la miopía. Aunque los tontos siempre tenemos consuelo para todo: ¡para lo que hay que ver!

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).