15 de marzo de 2009

DOPADO DE PODER


Hace unas semanas leía en XLSemanal una entrevista a Richard Pound, fundador de la Agencia Mundial Antidopaje y jerifalte  del Comité Olímpico Internacional. Oigan: mejor que un libro de terror de Stephen King. El titular era escalofriante: “El doping en los deportes de élite funciona como el crimen organizado”. Uno no sabe si a este tipo todavía le dura el cabreo por no haber conseguido la presidencia del Tribunal de Arbitraje Deportivo, donde quería seguir con su cruzada contra el dopaje, cueste lo que cueste, pero lo cierto es que algunas de las cosas que decía en la interviú pareciera que naciesen más del rencor y el ansia de poder que de un análisis sensato y certero.

La reciente foto del nadador Phelps presuntamente fumando marihuana le parece al jerifalte “una estupidez”. Y añade: “No creo que fumar eso le vaya a dar a Phelps ninguna ventaja nadando. Es una sustancia prohibida específicamente y no está autorizado a tomarla. Él debería saberlo, así que se ha expuesto solo a la sanción”. ¿Alguien se imagina a un deportista de élite colocándose de marihuana para rendir mejor en una piscina, una pista o una carretera? Pues este caballerete ya bastante pocho, sí.

A continuación le preguntan sobre el regreso del ciclista Lance Armstrong. El amigacho va y dice: “No sé porqué vuelve ni en qué condiciones. Después de ganar seis o siete Tours y tras estar tres años fuera de la competición, no creo que le mueva el ciclismo en sí mismo…”. ¡Bravo, Ricardito! El respeto que te merece el americano (del que no sabes ni cuantas rondas francesas ganó) es nulo. Quizás regrese para que te tragues tu rencor hacia alguien al que no tuviste empacho en poner en la picota por dopaje –filtrando información a la prensa desde tu alto carguete-, aunque nunca lo demostraste. O quizás regresa porque le da la real gana o para demostrar que, a sus años, sigue estando tan fresco como una rosa pese a que gente como usted le han acusado de envenenarse chupando del frasco. 

El señorito Pound lleva viviendo media vida gracias a los deportistas de élite pero se ve que, por eso mismo, los respeta bastante poco. Su cruzada contra el dopaje ajeno le lleva a ver a menudo molinos de viento pero no le importa: su poder y autoridad se acrecientan conforme más gente cae en las redes que él tan sabiamente maneja. “No se puede luchar con análisis de orina contra la mafia”. La mafia del dopaje. ¿Y cómo se puede luchar contra la mafia del antidopaje sea al precio que sea? Por ejemplo, ¿denunciando a don Richard por sus continuos e injuriosos comentarios? Así, al menos, lo ha hecho la UCI.

Como es lógico, lo del nuevo recordman de los 100 metros lisos, un tal Usain Bolt, al camarada le parece digno de toda sospecha: “Digamos que fueron unas marcas sorprendentes. Y uno debe ser suspicaz cuando las mejoras son tan espectaculares”.  Y, ¿por qué no te las callas hasta que  se demuestre que el jamaicano no come sólo bananas y caña de azúcar? Al fin y al cabo eres un dirigente deportivo de alto standing y entre las cualidades mínimas para el desempeño de ese cargo deberían estar la prudencia, el respeto y la presunción de inocencia de los administrados. Pero, no hay problema, porque en su discurso todo encaja. ¿Por qué se dopan muchos? “El dinero no lo es todo. Ganar, ser el mejor, es un estímulo aún mayor. No hay levantadores de peso ricos, pero también consumen”. Está claro, a muchos los que les pone es colgarse del cuello una medalla ridícula mientras escuchan con ojos llorosos el himno nacional y los sacan en las telecacas. “¡Hola, mami, soy campeón olímpico!”.

Pero es con el ciclismo con el que don Pound tiene una relación más enconada. “Equipos enteros descalificados, corredor tras corredor pillado… es evidente que el ciclismo no está interesado en acabar con el dopaje”. Tan evidente como que “el doping es parte de la cultura del deporte”. Pero, tranquilos, que hay solución. Él mismo, si lo dejaran presidir la UCI durante seis meses, solucionaría el problema del dopaje en el ciclismo. Lo dice en la escalofriante entrevista que estoy comentando, sin ningún rubor ni pudor. Tal es su convencimiento de que en el deporte se dopa hasta el gato que “si se autorizasen algunas sustancias, ciertos deportistas consumirían cada vez más dosis, hasta envenenarse”.  Se ve que hay deportistas tan subnormales que prefieren suicidarse lentamente a quedarse sin medallón olímpico o sin record. Por ello propugna (y a fe que lo está consiguiendo) la colaboración policial –pese a lo cual no es partidario de que los dopados vayan a la cárcel- mediante seguimientos, pinchazos telefónicos, etc; el apoyo de los gobiernos y la elaboración de duras leyes que permitan un férreo control de los deportistas para evitar que se dopen por un tubo. Y todo esto (eso no lo dice él, lo digo yo), aunque tengamos que mearnos en los derechos humanos más elementales como la presunción de inocencia, el derecho a la intimidad, la libertad de movimientos, etc.

“El ser humano tiene la tendencia a abusar de la libertad hasta caer en la autodestrucción”. Semejante ramalazo define perfectamente al personaje. Restrinjamos la libertad, pues, y salvemos al hombre, sea deportista o bombero, antes de que se pegue un tiro o se envenene tomando porquerías. Para eso está él, mandamás de la cosa directiva y controladora gracias a la cual se siente por encima de los demás y puede ningunear o ciscarse en gente como Armstrond o Phelps, unos mindundis de la alta competición, capaces de hacer los mayores sacrificios con tal de ganar. Incluyendo, según este fiscal sin carné, el chupar del frasco y el chutarse en vena. Me parece a mí que aquí el que va dopado hasta las orejas es el camarada Pound. Dopado de Poder, la mayor y más peligrosa droga que el hombre se ha inventado para vencer siempre a otros hombres. Y acabar con su libertad, y su dignidad, y ... 

3 comentarios:

Anónimo 15/3/09, 5:10  

Quizá, sólo quizá, en estos momentos esté alguien escarbando en el pasado del tal Pound. Y tal vez, sólo tal vez, nos enteremos de que le ha dado al porro, al chino (coca fumada), o a los caramelos (pastillas) en un pasado no tan lejano.
Y entonces, sólo entonces, sabremos la verdad del tal Dick Pound (obviaremos el chistecito que puede hacerse con semejante nombre).
Toda esta gente que presume de integridad moral y exigen la de los demás exacerbándola hasta el paroxismo suelen tener mucha represión escondida en su azotea. Un peligro, oiga. Son bombas humanas...

Juan Puñetas 15/3/09, 20:21  

Tienes razón. Suelen ser los más recios de moral y ética; los más inflexibles al error ajeno; los puristas de la excelencia, quienes al final acaban sacando sus vergüenzas (pasadas o presentes) a pasear. No digo que no haya que ser exigente con la moral ajena, pero somos humanos (incluyendo a Armstrond o Phelps) y siempre están los momentos de debilidad. Pero las consecuencias deben venir LUEGO, a posteriori, como cuando meten en la trena al chorizo que mangó el reloj a una viejecita, tras el correspondiente careo, la ejecución de la ley y la sentencia debida. Pero este tipo (y otros como él, con poder similar) consideran a todo el mundo potencialmente chorizo, así que defiende un modelo casi policiaco aunque eso sí, procura que no haya traslación a la cosa carcelaria pues es consciente que metido en terrenos del derecho democrático le lloverían las bofetadas por los cuatro carrillos. A Bolt lo descalifica directamente porque dice que en Jamaica no hay unos controles de dopaje como en otros países. Bueno, y qué. En las olimpiadas debieron de pasárselos y en las pruebas de todo el año...

Me temo que algún lector (de esos que leen un renglón sí y cuatro no) saque una conclusión equivocada de nosotros, y es que defendemos el dopaje. Confundiría las churras con las merinas, como lo hace este Pound de las narices. En seis meses, dice, acabaría con el dopaje del ciclismo. Valiente bocazas...

Ales 17/3/09, 0:18  

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