22 de noviembre de 2009

¿SERÁ EL FÚTBOL EL DETONANTE DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL?



Hoy vamos a dejarnos de coñas marineras y de cachondeo. Si para el Puñetas el furbo es  simplemente un deporte de masas en el que sus protagonistas sólo se representan a sí mismos, a los clubes o las Federaciones respectivas (un negocio muy privado que ha conseguido entusiasmar a la mayoría de los habitantes del planetilla Tierra no se sabe bien porqué), para esas mismas masas, así como para sus dirigentes, el asunto es mucho más transcendente. O sea, que cuando se enfrentan “Irlanda” y “Francia” en una eliminatoria para decidir cuál de las dos Federaciones de Fútbol participará en el Mundial de Fútbol, resulta que quienes juegan en realidad son esos países, representados en el terreno de juego por jugadores que, cual soldados, entonan muy emocionados el himno de su país y luego derrochan toda la energía del mundo “hasta matarse” por dejar bien alto el pabellón y el honor patrio. Semejante manera de entender el juego acabará pasando factura más temprano que tarde.

Hay ejemplos muy recientes de que esta forma tan torticera de entender los encuentros internacionales puede acabar un día como el rosario de la aurora. El Argelia-Egipto último ha derivado en un serio conflicto entre ambos países y la puesta en circulación de miles de policías para intentar que el asunto no se fuese de las manos. El despropósito salpicó también a Sudan, Francia y otros lugares donde hay una abundante colonia de egipcios y argelinos. El hijo mayor del presidente egipcio calificó a los aficionados argelinos de “terroristas” y “mercenarios”; ambos países han llamado a consultas a sus embajadores; los heridos se han contado por decenas y sólo Alá sabe los rencores y agravios que van a quedarse dormidos y latentes hasta que llegue otra ocasión y salgan de nuevo a la luz. Naturalmente, el incendio aún será mayor al acumularse  los odios anteriores a los nuevos.

Imaginemos un futuro no muy lejano, plagado por historias como las argelinas, egipcias, francesas, irlandesas (¡hasta el ministro de Justicia ha intervenido en el asunto de la famosa mano de Henry!), turcas, rusas, etc. Historias en tiempos duros como los de ahora, con polarización mundial en el ámbito religioso y político, con guerras a pequeña escala fácilmente exportables, con un dirigente loco de por medio (¡hay tantos donde elegir!) y unas potencias en crisis por falta de líderes o por serios problemas económicos. Una guerra es un acto irracional prolongado en el tiempo donde se cascan de lo lindo las gentes de al menos dos países. Con las envidias y odios acumulados bastaría una pequeña chispa (como ocurrió en lo que ha quedado en llamarse la “Guerra del fútbol”) para que se líen a mamporros los energúmenos y analfabetos de turno. No es nada descabellado pensar que -en un futuro más o menos próximo- podría producirse un importante conflicto armado entre varios o muchos países por culpa de un incendio surgido tras un partido de fútbol internacional. Cuando los aires de guerra ya son respirados por los contendientes respectivos el detonante puede ser cualquier cosa. Precisamente el fútbol, entendido como lo entiende la gran mayoría, reúne todas las condiciones objetivas para ser esa chispa inoportuna que haga reventar las inquinas y malhumores acumulados en el tiempo, aumentados a su vez por una situación mundial muy delicada.

Habría una manera de solucionar, en parte, el hipotético futurible. No pretenderé que el personal opine como el muá, que sólo ve en el futbolín un espectáculo más o menos cutre por el que su corazoncito jamás subirá de pulsaciones juegue quien juegue, pero al menos los oficiantes y mercaderes de la cosa podrían poner algo de su parte. Lo señoritos que mandan en el fútbol mundial podrían actualizar ciertas reglas conflictivas e introducir las nuevas tecnologías (como ya se ha hecho en otros deportes) para evitar errores e injusticias perfectamente evitables. Cámaras para repetir la jugada, ojos de halcón, etc. Y los negociantes de la cosa (políticos, periodistas, televisiones…) deberían ayudar poniéndose de acuerdo en un código ético por el que dejarían en paz al fútbol (que se lama sus propias heridas), no lo usarían en vano, abandonarían las trincheras y los tambores belicistas con que adornan a la feligresía cada vez que hay encuentros en “la cumbre” y, en fin, bajarían el tono hasta convertir a este deporte en lo que simplemente es: un espectáculo de masas, pero nada más, al que el gentío debe acudir para divertirse y pasárselo bomba. Bomba, pero de la buena...

Me temo que ni los unos ni los otros se bajarán del burro y sentarán la cabeza pues los beneficios del negocio son considerables. Hasta ahora el futbolín viene actuando de adormidera de las masas pero empieza a haber signos evidentes de que estamos entrando en la fase de la pura y dura drogadicción, es decir, de la pérdida total del sentido crítico y de la realidad. Cuando el personal empieza a dejar de razonar porque va mamado perdido cualquiera sabe cual puede ser su comportamiento en momentos de máxima tensión, con frustraciones largamente reprimidas y odios visceralmente latentes. Quizás ahora suene a cachondeo pero quién sabe si en el futuro no tendremos un buen lío mundial con el fútbol como detonante. Desde luego, hay más posibilidades de que eso ocurra que esa tontería del fin del mundo en el 2012 que algunos cantamañanas se han sacado de la manga y del sombrero para hacer su agosto y llevarse los cuartos de los incautos y analfabetos de este planeta. Que son muchiiiiísimos, dicho sea de paso y entre los que espero que no estemos ni usted ni yo.

2 comentarios:

Dompepito 28/11/09, 15:07  

Llevo un tiempo acariciando una idea. El ser humano, humano, homo sapiens, o humanoide como usted le llama en más de una ocasión, es animal de costumbres, tanto físicas como espiriales, mentales o anímicas si usted lo prefiere.

El hecho de buscarse enemigos es algo innato en el hombre de Cromagnon, del que parece que todos descendemos. La cosa viene de muy atrás, pero ha persistido hasta nuestros días. Algunos especímenes llevan ese código genético a flor de piel. Y en tiempos de paz política ya se buscan ellos mismos conflictos y enemigos. Ahora le ha tocado al fútbol.

Si usted consiguiera que las nuevas tecnologías, los reglamentos, los dirigentes futboleros, políticos, periodistas y otros adláteres vividores de la cosa futboleril adoptaran normas y normativas para evitar esas guerras que hay en los estadios, estos especímenes sin lobotomizar acabarían llevando sus guerrillas tribales a otros lares, por ejemplo al ajedrez. Lo conseguirían, sí...

Juan Puñetas 3/12/09, 0:53  

Hola Dompepito, hola Donjosé:

Eso mismo que dice usted es lo que me decía el otro día Jacinto RX, mi extraterrestre particular. Afirma que somos una especie pseudo inteligente, primitivísima dentro del cosmos y que andamos siempre entre dos polos completamente negativos: el amor y el odio. Y así no vamos a ninguna parte.

Jacinto RX, ya lo vio en su primera colaboración en el Arco, tiene en muy poca estima al bichejo humano (mejorando lo presente, claro). Supongo que conforme se adapte a nuestro planeta y costumbres algo bueno nos encontrará. Desde luego no esto de liarse a mamporros por una estupidez deportiva o por una deportiva estupidez. (El tío está empezando pronto a asimilar nuestro complejo lenguaje, que eso sí que le tiene obnubilado: ¿para qué se pusieron ustedes a hablar si luego cada uno le da a las palabras el sentido y significado que le da la gana? -me preguntaba el otro día. Aparte de que son ustedes incapaces de entenderse, ni con lenguaje ni sin él -remató la faena.

Ya se acostumbrará y lo mismo le gusta este infierno tan divertido (me temo que en su planeta todo será muy eficiente, justo e inteligente, pero muy aburrido). Claro que lo mismo que a él se le pegarán cosas nuestras supongo que a mí se me pegarán (de hecho ya se me han pegado) algunas cosas suyas. Una de ellas, créame, es el miedo a que por una estupidez deportiva o deportiva estupidez (el fútbol) un día se arme la de dios... Y si no es el fútbol será, dice bien, el ajedrez o la petanca. (¿Recuerda que,en plena guerra fría, las partidas entre Spassky y Fischer pudieron ser un detonante de algo más que un jaque mate? Yo creo que en parte se salvó el ir a mayores porque el genio americano pasaba de patriotismo yanqui e iba por libre. Por eso luego su propio país se convirtió en su peor enemigo. Y cuando digo país, ya me entiende a quien me refiero pues los gobiernos -por muy democráticos que aparenten- han conseguido engañarnos a los poco inteligentes humanoides ciudadanescos haciéndonos creer que "ellos" no sólo representan al país sino que son "el país". Y millones de analfabetos diciéndoles que sí... (Esto tampoco lo entiende el tal Jacinto...).

Siga tan optimista como yo... Le aventuro un porvenir negrísimo...

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¡Gracias por vuestra plantilla! (El Puñetas, agradecido).