17 de febrero de 2010

ESA PALIZA DEL FURBO

A principios de febrero la Liga de Fúrbo Profesioná (LPF) y la Federasión Egpañola de Furbo (FEF) llegaron a un acuerdo para tener furbolín todos los días de la semana, sean laborables o festivos. Y televisado, naturalmente, porque lo que no sale por televisión ya se sabe que no existe o, si existe, no se enteran de él ni cuatro gatos, lo cual no da fama ni perras a quienes tanto las necesitan. De modo que ahora habrá fútbol también los lunes y los viernes. Los que viven sin vivir en ellos por culpa de dos días sin fútbol en directo ya pueden dormir y pagar tranquilos. (Ojito al dato: no sólo ocurre en España esto de la comunión diaria en la misa del fútbol. Al menos en alguna cosa ya no somos tan diferentes a los alemanes o ingleses.).

Esta paliza de futbolín debería empezar a ser estudiada ya por el Ministerio de Sanidad. ¿Creará drogadicción? ¿Puede provocar un incremento espectacular de la gripe A, del cretinismo, del colesterol? Urge que la ministra Trinidad Jiménez y sus 17 enanitos autonómicos se pongan las pilas y, cual si se tratara del cambio climático, del futuro coche eléctrico, del pacto zapateril de los Montes para salir de la crisis un par de horitas o del problemazo educativo (sólo estudian los tontos), se dediquen a examinar concienzudamente el tema éste de tanta paliza futbolera pues puede traer consecuencias irreparables para el terrícola hispano-adicto. Igual que hay quien se gasta todo en vino o en el bingo, seguro que ya hay drogodependientes económicos del fúrbo. Segurísimo, vaya, que no llegan a fin de mes por culpa de tanto abono, entrada y viaje para ver a sus idolazos de la pelotilla. Seguro que muchos divorcios tienen su origen en que él o ella (consiga usted la igualdad para perder ahora las tetas por Ronaldo) sólo prestan atención al As o Marca, al Plus y a la Sexta, perdiendo la vista y la sesera por culpa de las tropecientas mil letras e imágenes que nos sepultan diariamente hablando de la Nada. En fin, que si los que se encargan de velar por nuestra salud nacional se pusieran a currar en un serio estudio sobre las repercusiones que en el individuo y la sociedad tiene esta hartura de futboleo, a la vista de las previsibles conclusiones, más de uno se llevaba las manos a la cabeza y empezaba a posicionarse por su prohibición. Como con los toros. Porque malo es que un cornúpeta la espiche a manos de un tipo con estoque que encima te ha toreao antes, pero peor es que millones de cerebritos la palmen neuronalmente por culpa del seguimiento y tribulaciones de un maldito balón que ni siente ni consiente.

Sentada mi preocupación preocupada y preocupante sobre esta paliza del fúrbo, no quiero quedarme sólo en la superficie del asunto. Por muy bueno que sea un buen vino de rioja o el jamón ibérico, nadie discute que beber tintorro a todas horas o comer Jabugo muy a menudo no sólo es malo para el cuerpo y el bolsillo sino que, lo que es peor, causa hartazgo a largo plazo. Los señoritos que rigen y trapichean con el fútbol no parece que hayan caído en esta cuestión tan simple. Acabarán matando a su gallina de los huevos de oro, convirtiéndola en simple polluelo estéril. Llega un momento en que el vaso rebosa y todo se va a la merde. Claro que el futuro no les interesa a estos mastuercillos (ya estarán criando malvas), pero a los que pensamos que detrás de nosotros vendrán otros y que merecen recibir algo más que porquería, nos parece que habría que dosificar los placeres para que no se agoten por sobreexplotación, sean vino, jamoncillo o futbolete. Con la gravedad añadida para este último de que lleva degenerando desde hace años (aunque parecen siglos) por culpa de un estado constante de polémica, de melodrama (señor, señor, la que nos espera como el Lyon elimine al Irreal Madrí), de estupidez y de un arrastre de multitudes que todavía no hay psiquiatra que lo entienda.

-Oiga, no me insulte. Pierdo la picha por el fútbol pero aún estoy en mis cabales…
-Amigo, eso piensan todos los que se creen cuerdos.

Cuando yo era niño me gustaba ver el fútbol. Y me gustaba porque lo practicaba con la pandilla a la salida del colegio. En la adolescencia dejé de practicarlo cuando comprobé que era un deporte de chupones, donde casi todo el mundo iba a su avío. De joven descubrí que era una manera fácil y elegante de aprender geografía, de charlar en la barra de un bar con los amigos y de entretenerse en días en que sólo los privilegiados disponían de televisor. Luego empezó a llegar la desilusión tras comprobar que era utilizado por la dictadura agonizante como medio de idiotizar a las masas. Más tarde, ya en democracia, comprobé que tiene un poder ilimitado para el atontamiento (y por eso los gobernantes lo siguen usando para tales fines) y, sobre todo, para el negociejo fácil, en el que –encima- cientos de millones del erario público (aportados por los sufridos contribuyentes) se traspasan a las sociedades anónimas de los clubes con el visto bueno, pero ciego, de todo el mundo. De vuelta de todo, en ocasiones sin haber ido a ninguna parte, compruebo que me cuesta mucho trabajo sobrevivir a la burrez e idiocia que rodea al fútbol por doquier. Lo sigo en el plano informativo, claro, porque lo de irme a otro planeta a vivir todavía no es posible (aunque le estoy tirando los tejos a mi extraterrestre favorito, Jacinto RX), y aunque procuro evitar las quemaduras que produce el bombardeo que por tierra, mar y aire me llega nítido y perpetuo desde todos los medios informativos, confieso que no logro salir indemne. Ni aún metiéndome en un búnker. Menos mal que ya he creado mis propios anticuerpos (esta bitacorilla, por ejemplo), pero no es suficiente. Por eso, en vista de que ya no vamos a disponer ni siquiera de un día de descanso con el trapicheo de la FEF y la LFP, recurro urgentemente a la guapetona ministra de la cosa sanitaria (y a sus 17 enanitos autonómicos) para que haga algo y me salve, nos salve, les salve de la que se nos viene encima. Un horror, oyes.

Y ahora me disculpará porque hoy tengo pensado ver cuatro partidos en el Plus y no es cosa de que me los pierda por este libelo oral que me acaba de salir, señor psiquiatra, sentado aquí, en su diván. Tome sus 100 eurillos de la sesión y me voy a casa echando leches porque dentro de diez minutos empieza el primer partido. ¿Me pide un taxi, por favor?

3 comentarios:

la aguja 22/2/10, 1:15  

Burda copia de la NFL y su Monday Night Football...

Peeeeero... la diferencia es que la liga de fútbol americano profesional dura de septiembre a enero... Sólo cinco meses.

Aquí vendrán a proponer el fútbol de 12 meses al año... Quizá una liga a doble vuelta y tirabuzón, con dos miniligas... y parón un mes entre la segunda vuelta y el tirabuzón que será ocupado por el fútbol de segunda, para recomenzar la segunda parte y dar otro mes de descanso que será empalmado con la pretemporada.

Y el Gobierno será consentidor. ¡Uy!, claro. Con la de problemas que se ahorran de tener que explicar...

Juan Puñetas 3/3/10, 18:54  

Acabará mal tanto estrujarle las tetas a la vaca del fútbol. Recuerdo la película "La Naranja mecánica" en que a un tipo malandrín ultraviolento le aplicaron una medicina sabia: ver escenas de violencia hasta que acabara harto. Quedó, tras el experimento, hecho un beatífico Ghandi. O sea, que los excesos (como el inflarse de pasteles) provocan indigestión, hartura y aborrecimiento.

Si eso es lo que quieren conseguir con fútbol por un tubo y hasta por las orejas, adelante, mis muchachos. Adelante con actitud tan inteligente... Sí, todo por la pasta (ahí está el fondo del problema) pero burbujas más grandes y vacas más lecheras han caído por culpa de querer llenar tanto el saco.

Cítrido Limóndez 3/3/10, 23:47  

Vulgo "el cuento de la gallina de los huevos de oro". Acabarán con la vaca, la gallina y los pollitos... ¡Ah, no!, que ese es el cuento de la lechera.

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