16 de mayo de 2010

ADIÓS, LIGA, ADIÓS: EL BARÇA

Por una vez, y sin que sirva de precedente, en el Arco queremos hacer una sesuda reflexión sobre lo que ha sido la Liga de la temporada 2009-10. Para demostrar a la competencia que cuando aquí nos ponemos a darle al coco futbolero, le damos cantidad. Y para demostrar que en esto de la pelotita hasta el más tonto fabrica relojes (y no lo decimos por nosotros, que conste). Por si acaso, y remedando a nuestros insignes politicastros, que tienen que rodearse de tropecientos asesores para ocultar su analfabetismo funcional, hemos contactado con don Pedro Piernacorta, sociólogo, experto en penaltis y con don Alejandro Rompecocos, periodisto deportivo, inexperto en todo menos en darle a la lengua de trapo. Con su asesoramiento inútil (porque al decirles que no les podía pagar ni en especie me han dicho que tururú y que adiós, muy buenas) comienzo esta trilogía en torno a la Liga felizmente finiquitada. Hoy hablaremos del Barça, el miércoles del Irreal Madrid y concluiremos el domingo con unas palabritas dedicadas a la morralla (con perdón: el resto de los equipos, que están en la Liga simplemente para hacer bulto y para que se luzcan a su costa los dos tiburones enunciados anteriormente). Vamos  al lío, ñores y ñoras.


Ah, Barça de mis entretelas y de mi ilusión futbolera… Se hace justicia contigo porque eres el que mejor juega, el que tiene más posesión de la pelota, el que dispara más a puerta, al que menos goles meten, el que mejor “tikitakea”, el que tiene los tíos más simpáticos (Xavi e Iniesta) y los negritos más flacos de la Liga. Y, de propina, el que posee el jugador más decisivo y goleador: un tal Messi. Y el menos parlarchín: también el “mesmo”. Encima juegas con un montón de gente de la cantera, chavales salidos de tus mismas entrañas, que hasta saben hablar catalán y todo. En estos siete años has tenido la fortuna de tener un presidente la mar de locuaz y jaranero pero que en los momentos importantes ha sabido actuar con cierto juicio. Quizás porque a su lado ha habido gente que le ha sabido controlar. Quizás porque, doctor Jekyll y señor Hyde a un tiempo, lo suyo sea más ser presidente de un club de fútbol, o de una tómbola, que abogado o cabeza de lista del Partido Laportiano Independentista de Laporta. Sea como fuere, ha conseguido estar en el sitio oportuno, lo cual no es poco. No me olvido, claro, de míster Cruyff, que parece que está escondido por ahí pero que corta el bacalao más de lo que parece. Sin olvidarme de los pedazo entrenadores (y mejores personas y deportistas) que el club ha tenido en este tiempo: Rijkaard y Guardiola. Qué raro encontrar a gente así en el mundillo del fútbol: prudente, educada, sabia en lo suyo porque fueron antes cocineros que frailes, con respeto hacia los rivales y sabedores de que los mismos que hoy te suben en volandas a la cima del monasterio de Montserrat mañana serán capaces de tirarte por un acantilado de la Costa Brava.

Desde hace unos años, probablemente desde que llegó Laporta, es el único equipo español (junto con el Atletic bilbaíno) que tiene una política clara de desarrollo de la cantera, lo cual ahorra mucha pasta al club y le da un pedigrí de equipo de “pueblo” que es lo que alegra las pajarillas al personal que día sí y día también acude al estadio. (A ver quién es el guapo que canta emocionadísimo y casi llorando a moco tendido el himno a la patria chica o grande sabiendo que en el césped hay once jugadores que no entienden ni papa de tan bellos sentimientos). Claro que para eso hay que dejar hacer a los entrenadores, cosa que ha permitido el camarada Laporta aunque, adivina tú, qué hubiera hecho si los resultados no llegan a acompañar demasiado.

Otro gran mérito de este Barça es que sus jugadores son un equipo dentro y fuera del campo. Basta verles el buen rollito que lucen en los festejos y triunfos para darse cuenta que eso es un plus añadido que acaba minando a los rivales. Esto lo convierte en un equipo ordenado, compacto y avasallador (y, por tanto, muy difícil de vencer) porque en los partidos los jugadores no van cada uno por su lado ni buscan en demasía el lucimiento personal, nacido de las envidias y del yo soy más guapo que tú. Un equipo funciona cuando el entrenador es el director de orquesta y todos sus miembros siguen la partitura que les tiene marcada, incluyendo cierta libertad de acción para que “hagan de las suyas”, que no todo va a ser callar y obedecer. Hubo un artista la temporada pasada que iba por libre más de la cuenta, especialmente cuando se le calentaba la sesera (un tal Etoo) y don Guardi pronto le dio puerta. Era preferible que se marcasen menos goles a los equipos rivales a que el negrito montase el cuponazo cada vez que se le calentaba la boca u otra parte del cuerpo. El recambio con Ibrahimovich no ha resultado igual en el terreno de los goles pero el hombre, como buen sueco que es, se ha hecho el ídem a menudo y no ha provocado zapatiesta alguna. Pese a lo cual algunos quieren cargárselo precisamente por hacerse el sueco algunas veces en el campo e ir a lo suyo.

Dicen los que siempre están contando trolas a quienes les escuchan y leen (esos periodistos peliculeros), que Villa y Cesc quizás sean del Barça la próxima temporada. La avaricia puede romper el saco pero teniendo en cuenta que mientras en casita no hay nadie que le tosa, en Europa cualquier equipo mediocre –como el Inter- es capaz de zampárselo en dos partidos, quizás no sea mala idea completar la orquesta con dos tipos que son bastante adultos tocando el trombón y los platillos.

En cuanto a la afición culé, durante la temporada estuvo muy correcta y es que no hay nada más tranquilizador para los hinchas futboleros que tu equipo juegue primorosamente y, encima, gane de calle (de 38 partidos ligueros, sólo uno perdido y seis empates), sí sería conveniente plantearse esas celebraciones fuera del estadio que, además de absurdas (¿qué demonios puede hacer el gentío durante horas, tirado en la calle?) al final acaban como el rosario de la aurora porque siempre hay una pandilla de cafres que termina sacando la bestia que llevan dentro. Una semana en la cárcel comiendo sólo pan y ajo les vendría de maravilla. Quizás no cambiasen mucho los desgraciados pero al menos iban a enterarse de lo que es pasar hambre una semana. Ah y la multa consiguiente para pagar todo el mobiliario urbano destruido.

Felicidades al Barcelona 09-10  y a ver qué pasa el año que viene donde todos los artistas de la pista seguirán menos don Laporta. Si los resultados no acompañan será la prueba del nueve de que el presi no era tan manco ni cegato como señalaban sus enemigos. Y si todo sigue igual, o discurre mejor, será la prueba del seis de que los méritos de don Joan estaban sobrevalorados por parte de sus pelotas y palmeros. El Puñetas cree que ni tanto ni tan calvo pero seguro que uno de los debates futuros en Can Barça será éste. Y es que hay gente que, incluso con los éxitos, no para de enredar y enredar…

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