ADIÓS, LIGA, ADIÓS: EL IRREAL MADRID
En este repaso a la Liga felizmente concluida, ahora toca hincarle los colmillos al segundo cacique de la misma. Sí, amiguitos y amiguitas, a ese Real Madrid que de tan puro virtual ha pasado a ser Irreal. Y no lo digo como mofa por su eliminación ante el Alcorcón en la copichuela del Monarca (algo que debería ocurrir más a menudo por el bien del futbolín) sino porque no hay dios que entienda a qué juega este equipazo venido a menos con el paso de los lustros.
Regresó don Florentín con el mono futbolero a cuestas, tras unos años de abstinencia, y ha vuelto a las andadas, demostrando que hay ciertas cosas que le son muy difíciles de aprender, pese a que algunos lo veneran como un ser tan superior que se sale de la galaxia. Como cualquier ricacho que se precie, piensa que todo se resuelve con dinero. El mundo del deporte no responde matemáticamente a esta mentalidad dineraria, y menos la caverna irracional del fútbol, pero mientras haya mayoría de creyentes que confíen en la magia florentinesca, consistente en sacar conejos de la chistera sin saber luego qué hacer con ellos, el viejo truco del prestidigitador seguirá creando falsas ilusiones o flores de un día (que es en lo que derivó su primera etapa, aquella de los Zidane y tal y cual, con tan sólo dos ligas y una champions en seis años locos).
Para el presidente de ACS, todo se reduce a un sistema circular y retroalimentado muy simple: compra a precio de oro lo que estima que es lo mejorcito del mercado (luego resulta que no es para tanto), tira a la basura o vende a precio de saldo lo que cree que sobra en casa (luego resulta que valía más de lo que parecía), escoge a alguien famoso para que entrene a la chatarra espacial comprada y, de paso, reciba todas las bofetadas de la prensa del Real Madrid, gane o no algún trofeíllo y, finalmente, vuelve a tirar la casa por la ventana para que el personal –muy exigente- no se aburra de ver otro año los mismos numeritos y pase por taquilla contento y feliz cantando el “Hala Madrid” y el “Este año, sí”. La lista de sacrificados en el altar circense del señor Pérez es enorme pero sarna con gusto no pica pues quien más, quien menos, es despedido con los bolsillos bien repletos y con una recomendación de cinco tenedores en su currículum.
¿No es curioso que muchos de los futbolistas que el Irreal florentinesco desechó esta temporada hayan triunfado en sus nuevos equipos, algunos de los cuales visitarán el Bernabéu este sábado para disputar la mismísima Champions? ¿No es verdad, ángel de amor, que lo mejor que les pudo pasar a algunos fue largarse a otras tierras si pretendían algún día llegar a disputar una final europea? Un suponer, Sneijder o Robben… ¿Qué les pasa a muchos jugadores que rinden en otros equipos mucho mejor que en el Irreal? Probablemente porque están en “equipos” y no en un club de egos e individualidades. Ya digo, exitazo empresarial del señor Pérez Rodríguez: los echa, pierde dinero y encima contempla horrorizado como los que parecían petardos explotan con luz y sonido en sus nuevos destinos verbeneros. ¡Para mear y no echar gota!
El equipo Real “Vaivenes” –el que no se sabe por dónde va ni por donde viene- no se comió una rosca en la temporada por mucho que su entrenador pretendió, partiendo de la nada, hacer un traje decente a una plantilla de recién llegados. Sabe Pellegrini (y debería de saber cualquier cantamañanas periodístico, sobre todo si dirige el “Marca”) que lo suyo ha sido un milagro (y una proeza, jo, jo) pese a quedarse con el traje a medio hacer. Ha sido un exitazo estar a un paso del Barça y perder la Liga en el último partido. Otro año más con el mismo sastre, arreglando la sisa, la bocamanga, el tiro de la entrepierna y demás chatarrería del traje espacial madridista podría hacerlo mucho más presentable y eficaz, pero como en Can Bernabéu el ricachón que lo desgobierna a golpe de talonario es un enamorado de Penélope (ese personaje mitológico que destejía por la noche lo que tejía por el día), ya intuía el entrenador chileno que al final de temporada tendría que recoger los bártulos y llevarse la sastrería a otra parte. El mismo final aunque hubiera ganado la Liga: que se lo digan a sus colegas de hilo y aguja, Del Bosque o Capello. Y es que lo que en sus viejos tiempos fue una casa habitable lleva bastantes años siendo una vulgar jaula de grillos.
No hay muchas más lecturas ligueras de un equipo sin cabeza y sin corazón, a diferencia del Barça actual, que ha sabido alejarse de este mismo modelo, tan típico de los ricachones, y que le llevó por la calle de la amargura hace ya unos años. Condenado a ganar todo lo que juega, el Madrid tiene un destino trágico. Para su fortuna, en el país de las Españas y los reinos de Taifas, sólo hay otro califa con el mismo hado que él, obligado también por los dioses de la pelotita a ganar todo: el club culé. Como la competencia es tan pequeña y son tan escasos los elegidos, los éxitos y fracasos pueden repartirse más o menos equilibradamente entre estos dos capitostes del futbolín local. En una Liga auténticamente competitiva, sin tanta morralla, don Florentín y sus cuates ganarían una temporada cada diez años.
Otro tema sangrante es que la cantera madridista hace aguas y si hace algo de buen vino éste se pudre en casa o tiene que emigrar a otras bodegas para ganarse los galones que le niegan dentro. Los últimos de Filipinas están a punto de largarse por cosa de la edad (Raúl y Guti). Para recordar que el equipo de don Florentín lleva el subtítulo de “Madrid” ya sólo quedará como figura destacada de la pista ese santo varón que atiende al nombre de Casillas. Al que, por cierto, cada vez le vemos más saliéndose de ellas porque, chico inteligente, sabe que la cosa estructural lleva tiempo que no funciona.
Llegados a final de la temporada circense, toca rehacer de nuevo todo el andamiaje y renovar a la mitad de la tropa buscando un nuevo tejemaneje, a ver si suena la flauta por casualidad el año entrante (que sonará en cuanto el Barça –el único rival- tenga varias tardes aciagas pues todo es posible en Barcelona y en el furbo). El nuevo entrenador va a ser un tal Mourinho, capaz de conseguir un triplete con un Inter adornado con jugadores mediocres para el Madrid de Pérez pero que pierde el culo en cuanto don Floren le llama por teléfono prometiéndole un dineral y poco más. (Bueno, muchos disgustos, pero esos le encantan a don Mou). Recibirán al maleducado sastre portugués con los brazos abiertos y el puñal escondido entre las falanges de los dedos. Convertirlo en el enésimo “kleenex” será cosa de meses. Claro que, por el Puñetas, como si lo convierten en una sábana o una manta. Nunca la política deportivesca de un equipo de fútbol ricachón hizo tantas aguas como la del Irreal (dejemos lo de “Madrid” para otro siglo), cosa que aún siendo digna de estudio en las tesis doctorales y postgrados de la tontería, viene muy bien para quienes pensamos que ver a un millonario darse tortas con la cruda realidad es un espectáculo muy gratificante para el resto de los mortales, los muertos de hambre.
Regresó don Florentín con el mono futbolero a cuestas, tras unos años de abstinencia, y ha vuelto a las andadas, demostrando que hay ciertas cosas que le son muy difíciles de aprender, pese a que algunos lo veneran como un ser tan superior que se sale de la galaxia. Como cualquier ricacho que se precie, piensa que todo se resuelve con dinero. El mundo del deporte no responde matemáticamente a esta mentalidad dineraria, y menos la caverna irracional del fútbol, pero mientras haya mayoría de creyentes que confíen en la magia florentinesca, consistente en sacar conejos de la chistera sin saber luego qué hacer con ellos, el viejo truco del prestidigitador seguirá creando falsas ilusiones o flores de un día (que es en lo que derivó su primera etapa, aquella de los Zidane y tal y cual, con tan sólo dos ligas y una champions en seis años locos).
Para el presidente de ACS, todo se reduce a un sistema circular y retroalimentado muy simple: compra a precio de oro lo que estima que es lo mejorcito del mercado (luego resulta que no es para tanto), tira a la basura o vende a precio de saldo lo que cree que sobra en casa (luego resulta que valía más de lo que parecía), escoge a alguien famoso para que entrene a la chatarra espacial comprada y, de paso, reciba todas las bofetadas de la prensa del Real Madrid, gane o no algún trofeíllo y, finalmente, vuelve a tirar la casa por la ventana para que el personal –muy exigente- no se aburra de ver otro año los mismos numeritos y pase por taquilla contento y feliz cantando el “Hala Madrid” y el “Este año, sí”. La lista de sacrificados en el altar circense del señor Pérez es enorme pero sarna con gusto no pica pues quien más, quien menos, es despedido con los bolsillos bien repletos y con una recomendación de cinco tenedores en su currículum.
¿No es curioso que muchos de los futbolistas que el Irreal florentinesco desechó esta temporada hayan triunfado en sus nuevos equipos, algunos de los cuales visitarán el Bernabéu este sábado para disputar la mismísima Champions? ¿No es verdad, ángel de amor, que lo mejor que les pudo pasar a algunos fue largarse a otras tierras si pretendían algún día llegar a disputar una final europea? Un suponer, Sneijder o Robben… ¿Qué les pasa a muchos jugadores que rinden en otros equipos mucho mejor que en el Irreal? Probablemente porque están en “equipos” y no en un club de egos e individualidades. Ya digo, exitazo empresarial del señor Pérez Rodríguez: los echa, pierde dinero y encima contempla horrorizado como los que parecían petardos explotan con luz y sonido en sus nuevos destinos verbeneros. ¡Para mear y no echar gota!
El equipo Real “Vaivenes” –el que no se sabe por dónde va ni por donde viene- no se comió una rosca en la temporada por mucho que su entrenador pretendió, partiendo de la nada, hacer un traje decente a una plantilla de recién llegados. Sabe Pellegrini (y debería de saber cualquier cantamañanas periodístico, sobre todo si dirige el “Marca”) que lo suyo ha sido un milagro (y una proeza, jo, jo) pese a quedarse con el traje a medio hacer. Ha sido un exitazo estar a un paso del Barça y perder la Liga en el último partido. Otro año más con el mismo sastre, arreglando la sisa, la bocamanga, el tiro de la entrepierna y demás chatarrería del traje espacial madridista podría hacerlo mucho más presentable y eficaz, pero como en Can Bernabéu el ricachón que lo desgobierna a golpe de talonario es un enamorado de Penélope (ese personaje mitológico que destejía por la noche lo que tejía por el día), ya intuía el entrenador chileno que al final de temporada tendría que recoger los bártulos y llevarse la sastrería a otra parte. El mismo final aunque hubiera ganado la Liga: que se lo digan a sus colegas de hilo y aguja, Del Bosque o Capello. Y es que lo que en sus viejos tiempos fue una casa habitable lleva bastantes años siendo una vulgar jaula de grillos.
No hay muchas más lecturas ligueras de un equipo sin cabeza y sin corazón, a diferencia del Barça actual, que ha sabido alejarse de este mismo modelo, tan típico de los ricachones, y que le llevó por la calle de la amargura hace ya unos años. Condenado a ganar todo lo que juega, el Madrid tiene un destino trágico. Para su fortuna, en el país de las Españas y los reinos de Taifas, sólo hay otro califa con el mismo hado que él, obligado también por los dioses de la pelotita a ganar todo: el club culé. Como la competencia es tan pequeña y son tan escasos los elegidos, los éxitos y fracasos pueden repartirse más o menos equilibradamente entre estos dos capitostes del futbolín local. En una Liga auténticamente competitiva, sin tanta morralla, don Florentín y sus cuates ganarían una temporada cada diez años.
Otro tema sangrante es que la cantera madridista hace aguas y si hace algo de buen vino éste se pudre en casa o tiene que emigrar a otras bodegas para ganarse los galones que le niegan dentro. Los últimos de Filipinas están a punto de largarse por cosa de la edad (Raúl y Guti). Para recordar que el equipo de don Florentín lleva el subtítulo de “Madrid” ya sólo quedará como figura destacada de la pista ese santo varón que atiende al nombre de Casillas. Al que, por cierto, cada vez le vemos más saliéndose de ellas porque, chico inteligente, sabe que la cosa estructural lleva tiempo que no funciona.
Llegados a final de la temporada circense, toca rehacer de nuevo todo el andamiaje y renovar a la mitad de la tropa buscando un nuevo tejemaneje, a ver si suena la flauta por casualidad el año entrante (que sonará en cuanto el Barça –el único rival- tenga varias tardes aciagas pues todo es posible en Barcelona y en el furbo). El nuevo entrenador va a ser un tal Mourinho, capaz de conseguir un triplete con un Inter adornado con jugadores mediocres para el Madrid de Pérez pero que pierde el culo en cuanto don Floren le llama por teléfono prometiéndole un dineral y poco más. (Bueno, muchos disgustos, pero esos le encantan a don Mou). Recibirán al maleducado sastre portugués con los brazos abiertos y el puñal escondido entre las falanges de los dedos. Convertirlo en el enésimo “kleenex” será cosa de meses. Claro que, por el Puñetas, como si lo convierten en una sábana o una manta. Nunca la política deportivesca de un equipo de fútbol ricachón hizo tantas aguas como la del Irreal (dejemos lo de “Madrid” para otro siglo), cosa que aún siendo digna de estudio en las tesis doctorales y postgrados de la tontería, viene muy bien para quienes pensamos que ver a un millonario darse tortas con la cruda realidad es un espectáculo muy gratificante para el resto de los mortales, los muertos de hambre.
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