6 de marzo de 2011

LA PELI DE LA SEMANA: "EL BUENO, EL FEO Y EL MALO"


Si Sergio Leone, el director de spaghettis westerns tan famosos como  “Por un puñado de dólares” o “La muerte tenía un precio”, hubiese tenido que escoger protagonistas esta semana última para su otro famoso éxito, “El bueno, el feo y el malo”, aunque esta vez con asuntejo deportivo de fondo, probablemente habría coincidido con el Puñetas: Guardiola haría de bueno, Ecclestone de feo y Mouriño de malo malísimo.

El entrenador catalán del Barça (no llegan al 30 % los entrenadores del “país” que han dirigido al club culé) va de bueno por la vida. Se lo puede permitir porque desde que llegó de la mano de Laporta (ese hombre que presume de saber de dónde viene pero que no sabe a dónde va) todo han sido éxitos y títulos. Alguien debería recordar a Frank Rijkaard, su antecesor en el banquillo, quien durante casi cinco años fue sentando las bases de lo que ahora es la parte más importante de la plantilla blaugrana, pero la memoria es flaca y desagradecida. Como nadie suele mirar al pasado (de ahí los castañazos que luego nos trae el futuro), cerraremos este pequeño paréntesis nostálgico.

Don Pep tiene una imagen pública no sólo positiva en Cataluña si no, lo más importante, en el resto de España. Probablemente las simpatías –cada vez mayores- que el Barça despierta fuera de su cortijo se deban, junto a sus éxitos deportivos, (el éxito, como la miel, siempre atrae a todas las moscas y moscones), a un señor que sabe portarse como un ídem fuera y dentro de los terrenos de juego. Lo ha escrito hoy Antonio Soler en su columna del diario SUR: “El fútbol es la mayor, a veces la única, referencia para muchos jóvenes, niños y gente de escasa formación, y para ellos el respeto y la honestidad que en cada intervención deja sobre la mesa el entrenador del Barcelona suponen una enseñanza ética muy necesaria en una sociedad tan propensa a la banalidad que tiene al fútbol y a su trupe de mercachifles como referente moral”.    

La última hazaña de don Pep ha sido, y va a ser, acudir al banquillo cuando tiene una hernia discal que necesita hospitalización y vigilancia extrema. Del hospital al campo y del campo al hospital. Por lo menos hasta que pase el duro trago del Arsenal. Para el juntaletras Salvador Sostres, que ni sabe de dónde viene y mucho menos a donde va, lo de don Pep es de nota: “Dejando a un lado la parte del talento, si los españoles se hubieran dedicado los últimos años a trabajar en serio, a esforzarse, a comprometerse de verdad con su trabajo; si no hubieran fallado tantas veces, si no hubieran cogido bajas tan fraudulentas, por un resfriado, un dolor en la punta del dedo o una causa totalmente inventada con la complicidad de médicos funcionarios y jueces sindicalistas, esos que sentencian que todo despido es improcedente, España no estaría en el fondo de este pozo tan negro. Guardiola acudiendo a Mestalla destrozado de dolor fue la metáfora perfecta de la solución que España precisa”.  (Diario El Mundo, 5 de marzo).

¿Quién tiene  la más mínima duda de que don Josep Guardiola es el hombre bueno del deporte español, con permiso del seleccionador Del Bosque, aunque sus casos y cosas no son comparables? Si a éste lo han nombrado Marques de No sé Cuantos a don Pep acabarán nombrándolo San Guardiola (el Vaticano, Dios mediante) o Muy Honorable Entrenador (con permiso del también muy honorable president de la Generalitat).

El protagonismo feo, feísimo de nuestra semana deportivesca se lo ha ganado a pulso ese pobrísimo paria de la tierra que atiende al nombre de Bernie Ecclestone.  Ya saben: el capo, dueño, mandamás y  jerifalte de la Fórmula Guán (también llamada “I”). En el mundo de las finanzas y los tiburones  don Bernie es simplemente “el presidente y director ejecutivo de la Formula One Management y Formula One Administration”, carguete muy finolis y edulcorado al que desde el Arco le hacemos una sonora pedorreta. Sin embargo, la posible maldad que cargo tan rebuscado pueda tener queda en segundo lugar frente al feísmo  del camarada que lo ejerce. Con tal término se designa a “cierta tendencia artística o literaria que valora lo estéticamente feo, decadente o de mal gusto”. No tiene el paria de don Ecclestone nada de artista o literato pero sí de lumbrera sobrevenido a golpe de talonario y parné ganado a costa del sudor de los de enfrente. Y como no hay nada más importante que tener dinero (y poder) para creerse uno el ser más inteligente del orbe, don Eccles acaba de parir esta semanita unas cuantas ideas dignas del premio  Nobel de Física, Química, Literatura y Artes Plásticas a un tiempo.

El feísmo del jefazo de las carreras de coches quiere acabar con el aburrimiento y somnolencia que su Fórmula One provoca en la mayoría del personal. Está empeñado en convertir en olímpico a su “deporte” y para irse haciendo a la idea piensa que lo mejor sería dar medallitas al final de las carreras. Eso de los medallones viste mucho. Pero antes de ganarse la de oro sugiere el capo que los pilotos en liza deberían correr con frenos menos potentes porque así se adelantaría más  (también habría más porrazos y accidentes, pero eso a don Bernie le importa poco, es más, le encanta pues da espectacularidad a su jodido y barato invento). Algunos circuitos deberían ser mojados artificialmente  (de improviso, para dar suspense y morbo al asuntejo). Debería haber más circuitos, nuevos países que acojan (y paguen) novísimas carreras llenas de escenarios espectaculares y de fuerte atractivo turístico y económico, tal como ese gran premio nocturno de Singapur que desde hace unos añitos se fabrica por la noche. Total, si el derroche de gasolina y energía es estratosférico en cada carrera, qué mejor que aumentarlo haciendo que se derrochen miles de kilovatios a la luz de luna y tropecientos mil grandes premios.

Las ideas de este feísimo lumbreras no se agotan. ¿Para qué tener morralla en las carreras, equipos que sólo salen al circuito a joder la marrana, sin posibilidades reales de ganar una medallita ni de brindar espectáculo del bueno? Mejor que las tres o cuatro escuderías más competitivas (siempre las mismas, las mismas de siempre) participen con tres coches o cuatro.  Más emoción y más pelea fraternal. (Algo así debería hacerse, digo yo, con la Liga española del futbolín: una liga de 15 equipos, tres del Madrid, tres del Barcelona y así…). Y lo mejor: a ver donde coño encuentro yo una mujer para la parrilla de salida… Una mujer no para enseñar las cachas al respetable al tiempo que conduce un paraguas bamboleante, no. Una mujer de pelo en pecho, capaz de poner firmes a Alonso y el resto de la tropa conduciendo su cuatro latas de Ferrari o Mercedes o Juanita. “A la Fórmula 1 le falta, si fuera por mis preferencias, tener en la parrilla a una mujer negra, que fuera judía y que ganase carreras”. Claro, y que te abanique por la noches, pillín…

Don Ecclestone está reñido con la hermosura. Por eso se rodea de despampanantes mujeres, aunque luego alguna se le divorcie y le saque de la chequera un potosí. Pero que le quiten lo bailao porque su negocio es de lo más seguro. Al fin y al cabo él siempre está trotando por las gradas y boxes mientras que otros son los que arriesgan el pellejo y los nervios apretando el acelerador en costosísimos cacharros (rebozados de cuatro latas) a los que el común de los mortales vemos pasar como demonios por delante de nuestros incrédulos ojos televidentes.   

¿Y dónde está el malo, hombre de dios? —se preguntará impaciente el sufrido lector.  Si no hay malo malísimo, no hay película que valga. Alguien tiene que haber para llevarse todas las tortas… Alguien que -a ser posible- se lo merezca muy merecidamente en cuanto que cada vez que asome el careto ante el público provoque el aumento en progresión geométrica del número de sus enemigos. Ese alguien sólo puede ser uno, y esta última semana, ha vuelto a demostrarlo. Con ustedes, don ¡Pepe Mourinho!

Esta vez el taimado portugués ha conseguido las iras de miles de tranquilotes malagueños tras señalar antes del partido con el Málaga: “La diferencia con Pellegrini es que si el Madrid me echa, yo no iré al Málaga”. Algunos, como el impresentable presidente de la Diputación malagueña, le han salido respondones, tildándolo de “payaso”. No es para tanto, don Pendón. El malo de la película dijo que “no iría al Málaga” y no “a Málaga”. Parece que hay cierta diferencia entre un equipo de futbolín y una ciudad pero se ve que algunos politicastros no entienden de matices ni filigranas. Más no abandonemos al malo, malísimo por culpa de los torpes, torpísimos politiqueros.

Don Mou, cada vez que abre la boquita de piñón, hace que suba la gasolina. Por el bien de la economía del país deberían hacerlo callar. Sí, ya sé que la libertad de expresión es sagrada (para los que nunca tienen nada interesante que decir y para los que nunca llegarán a expresarse) pero el asunto puede derivar en algo muy gordo. En la actual Spain un gobierno nacional y tropecientos mil gobiernillos autonómicos y locales pueden hacer tropelías al por mayor que todo lo aceptarán resignada y cristianamente los ciudadanos, pero que nadie ose meterse con el Málaga C.F., el Racing de Santander, el entrenador del Gijón o el Deportivo de La Coruña. Entonces se puede armar la de San Quintín, Troya, el dos de mayo, la marimorena y la de dios. En el mundo del furbo abundan los tarados. Por de pronto, ahora se ha sabido que “Mourinho pudo ser apuñalado en La Coruña”.

Gente tan sensata como el escritor antes citado, Antonio Soler, pone el dedo en la llaga y en la lenguaraz lengua del luso: “Lo pernicioso es el personaje que ha elegido. La encarnación del desprecio, la no asunción de responsabilidades, la excusa permanente, el insulto como estrategia, la descalificación como estímulo.  (…) Para Mouriño todo es fuego amigo. Si alguien no está con él, es un hipócrita, si se le cuestiona se incurre en agresión, si llueve es un complot de los dioses contra su persona Es su juego. Pero es más que un juego. Es una desgracia para la sociedad en general tener que soportar la presencia continuada de un individuo que calculadamente ha optado por ese personaje como emblema: soberbia, ira, despotismo”. (Diario Sur 6/03)

Oyendo al malo malísimo (los árbitros le persiguen, los que hacen el calendario de partidos le acosan, los que entrenan a los equipos rivales le ponen las cosas fáciles al Barça, etc) cualquiera diría que don Mou entrena al equipo más pobre y miserable del planeta. Quizás don Florentín no le ha contado que ese equipo es el más rico del mundo, como acaba de reflejar el estudio de la Football Money League y que a los más poderosos nadie les tose, o se les trata infinitamente mejor que a los parias de las clasificaciones. Quizás don Valdano debería asumir otra enorme responsabilidad a sus espaldas: dar clases de diplomacia y saber estar a su entrenador favorito. Probablemente este hombre, digno de ser el malo de la película, con mucho más talento cinematográfico y teatrero que el mismísimo  Eli Wallach, se crea tan buen estratega dentro del campo de fútbol como fuera, pero alguien debería hacerle notar tan grave error. Cada vez que abre el pico, y conforme avanza la competición, se hace más patente su falta de espíritu  deportivo. Tiene de deportista lo que Belén Esteban de mujer ilustrada.

Hay mucha gente a la que le encantan más los personajes que actúan de malos que de buenos. Por eso salen más en las telecacas los delincuentes (asesinos, ladrones de guante blanco o negro,  políticos corruptos, banqueros del Caribe tiburoneando en los bolsillos ajenos, etc)  que la gente sencilla, seria y honrada. Será por eso que muchos periodistas disfrutan como cerditos en un charco poniendo el micro ante el morro de don Mou. Dónde va a parar el juego y el verbo del caballero comparado, un suponé, con su antecesor, un tal Pellegrini al que lapidaron toda la temporada anterior porque sólo de higos a brevas daba algún titular “caliente”.  Por eso mismo se pueden leer comentarios tales como este que he copiado de alguna página internetera, hablando sobre el ínclito señorito: “Se dice de él que es chulo, prepotente, directo, sin pelos en la lengua, y todo esto por decir lo que piensa. De los pocos entrenadores que deja de lado la cortesía (en muchos casos falsa), la modestia o todo tipo de acciones en las que se demuestra un ápice de educación. Lo que piensa lo expulsa, y espera quieto, viéndolas venir y rechazando cualquier ataque. Eso no es prepotencia, es sinceridad, sí, una sinceridad excesiva”.  Algunos confunden el culo con las témporas y la velocidad con el tocino. Al torpe e interesado ladrido llaman  sinceridad. “Lo que piensa, lo expulsa”. Sí, lo expele como si fuesen malos humores o excrementos. Algunos deberían hacérselo mirar (el cerebro y las ideas). Probablemente don Mou sea el mejor entrenador del mundo (si decir esto no es una boutade, claro) pero el personaje que se ha creado se le está escapando de las manos.

 El 30 de mayo de 2010 dábamos la bienvenida a don Mou fijando una fecha mágica: 15 de junio de 2011. Es la fecha tope que poníamos como salida del Real Madrid para el portugués, “el mejor entrenador del mundo”, “el técnico galáctico”, “el catedrático en táctica”, según  afirmaba el diario madridista Marca, fiel vasallo y palmero (o lameculos, usando la “sinceridad excesiva” en que se mueve don Mou) del club de sus amores. Para cuando llegue el verano la película deportivesca de “El Bueno, el Feo y el Malo” ya habrá sido rodada y será un nuevo superéxito en las pantallas.

3 comentarios:

Gervasio Molinillo 10/3/11, 16:27  

Pues yo tengo para mí que a Mourinho le han sacado de casillas y ahora sí que no se encuentra a sí mismo. Esta España de las entretelas, desierto de cultura y saber estar.
Qué quién le ha vuelto inestable, me pregunta usted... Pues esa prensa... "deportivesca" que usted llama, el Irreal Madrid, como lo llama usted, la afición, las teleles y telecacas, el mercadeo de... (ideas, no) ocurrencias.
Convendría analizar cómo era Mourinho cuando llegó a España, como eran sus entrevistas en los medios deportivos europeos, y como saldrá de aquí, con su orgullo por delante pero intacto, y haciendo un corte de mangas en redondo nos diga: "ahí os quedáis, espanholinhos de mierda". Eso sí, el corte tendrá tembleque porque los nervios del míster tendrán que estar en cuarentena una temporada antes de volver por sus fueros, si es que lo logra.
Insisto, no creo que Mourinho fuera tan torpe como usted acaba de retratarle cuando llegó al coso hispánico. Pero en fin, no es más que una opinión basada sólo en sensaciones.
Que usted lo digiera bien, maestro.

la aguja 10/3/11, 19:26  

Entretenida, edificante e instructiva entrada.

Lo del Sostres, emético sin lugar a duda. Ya sabemos a quien evoca en sus masturbaciones mentales (y perdón por lo procaz). Supongo que el Pep será canonizado en vida.

El Ecclestone por su parte debe soñar con una serie de animación que mi hijo el pequeño ve: Hot Wheels. Una serie de pilotos que se enfrentan en carrera a competidores cibernéticos que tratan de echarles de los circutos virtuales por los que pasan, en los que se esconden todo tipo de trampas.

Pero creo que eso ya existe, se llaman ralis de desguace o algo así. Se ve en algunas pelis americanas, coches que chocan todos contra todos. O sea, que ahora que tiene la gallina de los huevos de oro quiere convertirla en un loro multicolor pero que siga poniendo huevos de oro.

Sobre Mourinho yo también creo que ha perdido el norte, y que lo mejor para él es que ponga tierra de por medio cuanto antes. En lo que sí que veo yo mucha casualidad (o coincidencia) es que no concurren en el tiempo que ambos equipos machitos estén en su mejor momento, ambos a la vez. Es o uno u otro, y eso sí que mosquea. En el hemisferio sur juegan una liga de tres equipos al máximo nivel (el Tres Naciones de rugby), y es muy entretenida. Aquí podrían hacer algo similar, jugar un par de ligas entre ellos dos (una de verano y otra de invierno) e invitar a un comparsa cada vez para hacer de pimpampum. Así tendrían más tiempo para preparar sus compromisos europeos.

Juan Puñetas 21/3/11, 23:58  

Aquí lo que manda es el circo y por eso no se atreven a separar los serio de lo chiquilicuátrico. Es por culpa de otra película famosa: "Por un puñado de dólares", sólo que el paso del tiempo el puñado ha ido engordando y en todo tipo de monedas.

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