ENTRE PIRÓMANOS Y CAFRES ANDA EL JUEGO
Confieso que ya me quedan pocas cosas que decir respecto al tema de la violencia en el fútbol. Violencia fuera y dentro de los terrenos de juego. Violencia de espectadores contra espectadores y de jugadores contra jugadores. Para un tipo cuyo equipo es “ninguno”, resulta inconcebible que halla majaderos y subnormales que pierdan la chaveta por el color de una camiseta, llegando algunos al extremo de poner en grave riesgo su vida y, lo que es peor, la de otros.
Cuando la muerte del policía en Italia, a raíz de la cual muchos encuentros se están jugando con las gradas casi vacías, escribí que “se veía venir pero todos estaban ciegos”. Allí está dicho casi todo así como en decenas de articulillos a lo largo de estos dos últimos años, por algunos de los cuales algún lector forofamente futbolero me habrá tomado como alguien anti-fútbol. Y sí, mientras que este deporte sea refugio de cafres, mangantes, maleducados, fanáticos y desnortados (no son todos los que están pero sí están todos los que son), al Puñetas no le verán pisar un campo de fútbol ni harto de gaseosa. Uno elige todavía a la gente que le rodea y, francamente, que me tocase en suerte en el asiento de la izquierda un gilipuertas de esos que pierden los estribos y la objetividad cuando echa la pelota a rodar, calentándome la cabeza durante noventa y tantos minutos con sus alaridos de guerra, sería algo que no aguantaría mi salud mental. Y si encima me cae a la derecha un tonto del haba de esos que se tira todo el tiempo lanzando ventosidades por la boca contra el enemigo, entonces ya no estaría seguro de poder mantener el equilibrio y la cordura. Cierto que de los miles y miles de espectadores que acuden a un estadio, sólo unos pocos pueden llegar a ser potencialmente unos criminales y otros pocos más a ser calificados de locos de atar, pero la gran masa inocente y anónima no debería darse por no enterada y salir diciendo cuando pase algo gordo, lo ya clásico y habitual: “yo no sabía…”, “se veía venir…”, “nunca imaginamos…” o “parecía buen chico…”, refiriéndose al capullo de turno, una vez cometida la tropelía.
Desgraciadamente, no toda la culpa está en un sector minoritario de los espectadores y en la mirada para otra parte de la gran masa vociferante. Si nos fijamos crítica y atentamente en lo que ocurre en el césped, con esas broncas y peleas, esos codazos y patadas, esa mala leche que se traen entre sí los “profesionales” del tinglado, tendremos que llegar a pensar que algunos se han equivocado de profesión y que en vez de darle a la pelota deberían estar destripando terrones en una era o cortando yugulares en un matadero municipal. Y si miramos hacia esos seres trajeados que suelen sentarse en el palco, y que son los que cortan el bacalao directivo de unos clubes que andan columpiándose habitualmente en el filo de la navaja de la legalidad financiera, entonces puede que hasta Jack el Destripador o el mismísimo Drácula nos resulten gente más simpática y bondadosa.
Tras regresar del hospital, con el alta en una mano y el susto en el pellejo (se pudo quedar como la mojama por culpa del certero botellazo que le propinó un animal disfrazado de humanoide), el entrenador del Sevilla, Juande Ramos, ha dicho algo tan evidente que –pese a su extremada dureza- no causará rubor alguno a todos los que se nutren del negocio del fútbol: “Los profesionales y los dirigentes somos los que tenemos que dar ejemplo, aunque somos los que peor nos hemos comportado. (…). Se ha alimentado mucho la violencia, la agresividad por las personas que tenemos que poner cordura en esta situación. Somos los que más gasolina hemos echado al fuego y los que realmente somos culpables de esa situación. No se puede pretender que la gente vaya al fútbol a comportarse luego como corderitos".
Las directivas del Sevilla y del Betis actúan ante los derbys (e incluso fuera de ellos) como unos auténticos pirómanos y, de seguir con esta actitud chulesca y suicida, cualquier día habrá una batalla campal en toda regla entre los seguidores béticos y sevillistas. Pese a la actuación policial, los prolegómenos y finales de los partidos son escaramuzas de trinchera que, por ahora, sólo afectan a los contenedores de basura, los bancos y las papeleras. Puro fascismo y matonismo futbolero, amamantado por directivos ególatras y barriobajeros. La historieta del busto de Lopera, don Manué, presidiendo el palco del estadio del Betis como si aquello fuese su cortijo, merece pasar a la antología del disparate si no fuese porque el bufón (y los que le bailan el agua) ya nos tiene acostumbrados a estas miserias.
Más, quietos paraos, que no pasará ná. Porque aquí, si es que hablamos de violencia, todo está casi permitido. Es curioso que hablemos de esto el mismo día en que un psicópata etarra se va de rositas a su casa tras 25 asesinatos y 18 años de estar en prisión a cuerpo de rey. No pretenderá nadie que al cafre del botellazo de agua a Juande le caiga un año de condena, ¿no? Tan curioso como que en Málaga hay un árbitro que se está haciendo famoso porque (pita encuentros de categorías inferiores) ha prometido suspender un partido de fútbol si en el campo o en las gradas se escucha un solo insulto. Con esta iniciativa persigue que los equipos infantiles aprendan a ver el fútbol como un deporte y no como un juego para proferir insultos. Ya ha arbitrado 6 partidos y cuenta –no sabemos por cuanto tiempo- con el respaldo del colegio de árbitros. Imaginen si la medida se extiende a todos los niveles: se acabó la afición al fútbol por parte de las masas. El trencilla se llama Ángel Jiménez y cualquier día de éstos algún padre descerebrado es capaz de llevárselo por delante con una faca, una piedra o un puñetazo. Yo que don Ángel me enrolaba en una ONG y me iba a Afganistán, donde seguro que tendría menos riesgos físicos que arbitrando en un campucho de futbolín donde -no hay que ser muy listo- pronto tendremos un muerto sobre el césped o la grada. Llegado el caso, los hipócritas y cínicos del balompié volverán a violentar el aire con sus lamentos de plañideras. Ya nos conocemos la historieta: mucho ruido y pocas nueces…
5 comentarios:
Se lleva años avivando la llama. Exaltando al personal para que cuatro listos (los dos equipos implicados en los derbis, la federación y los medios de comunicación) se lleven la pasta del sufrido proletariado que son los que acabamos pagando el sobrecoste (entradas, merchandising, impuestos, PPV) porque otros con más dinero están invitados a los palcos del estadio, o si los pagan les salen a precio de saldo habida cuenta de las negociaciones que allí llevan a cabo.
Ahora ya es muy complicado invertir tendencias. El público espera el show que ellos mismos montan jaleados desde todas las direcciones (¡qué ironía!, ¿eh?).
Frenar a una masa frenéticamente enfervorecida no es posible (salvo a tiros).
Seguro que hay por ahí alguna fábula para aplicar a este cuento. Pero no hace falta. Ya están ahí Sicilia y Sajonia para que sepamos qué va a pasar.
Además, hay elecciones en menos de 90 días. ¿Alguien cree que los políticos se van a meter ahora a arreglar algo que les sirve para distraer la atención? Quia.
Será el propio fútbol quien tenga que arreglar este despropósito. Pero a juzgar por cómo se llevan unos y otros no veo el día en que se sienten a una mesa de negociación todos los dirigentes. Y tampoco les interesa. Lo que ganarían en tranquilidad lo dejarían de ganar en dinero del que se cuenta pero no suena.
No creo que desde el mismo fútbol sean capaces de arreglar el desaguisado. Salvo que las economías empiecen a flaquear, la gente a desertar de los estadios y el negocio amenace ruina. Y aún así, como no pasará a nivel mundial, poco acabará arreglándose. Si miras más arriba (siguiente post), verás que los pirómanos y cafres no descansan. Porque hasta los mismísimos jugadores son los primeros que no saben comportarse. ¡Y eso que son sólo 22 en el campo!
Al final, como en el circo romano, la gente acabará exigiendo sangre y en la arena (el césped) los protagonistas se verán impelidos a hacerla antes que se la hagan. Yo es que soy muy peliculero en según qué casos, pero aquí veo más una de romanos que de comedia.
Veo que he cometido un error al enlazar los incidentes en Alemania. Aquí está el enlace donde se habla de los graves sucesos ocurridos en Sajonia.
Hamigo, huna herrrata latié cuarquiera...
Ya me di cuenta que Birmingham cae algo lejos de Sajonia, pero bueno, los sajones también estuvieron por las Englands de las narices, así que...
También podía ser que fuera un lapsus gastronómico (el lomo de Sajonia, que creo que es típico de las tierras vascas). Estaba claro que te referías a lo ocurrido en tierras alemanas, pero así queda mejor aclarado pues el enlace, como el santo, se te fue al cielo. De otra cosa te podrán criticar, pero de falta de rigor...
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