27 de febrero de 2007

EL TORNEO DE LAS NEURONAS


Suelo seguir con el rabillo del ojo el Torneo de Ajedrez más importante del mundo, que no es otro que el de Linares, ciudad en la que el Puñetas pasó sus veinte primeros añitos de vida. Mi relación con el ajedrez se encuentra en horas bajas a nivel competitivo (llegué a disputar durante años varios torneos por correspondencia que –conociendo la proverbial rapidez tortuguera de nuestro servicio de Correos- duraron algunos más de dos años), aunque siempre es buen momento para echarse una amistosa partidita en plan aficionadillo, con una copichuela bebestible en una mano y algo masticable en la otra. (¿Quieren prevenir el Alzeitmer?: jueguen al ajedrez y déjense de gilipolleces médicas).


Hace dos años, por estas mismas fechas, dedicaba un articulillo al famoso torneo, explicando como es posible que en una ciudad de 60.000 habitantes se organice semejante evento, que hace que Linares sea más conocida en muchos lugares recónditos de Rusia u otros países forofos del ajedrez que ciudades de más alto calado y copete. La pasión por el ajedrez mueve montañas en según qué sitios. Por ejemplo, en Morelia (Michoacán – México), donde acaba de terminar la primera fase del torneo de este año, que novedosamente se disputa a dos vueltas: siete partidas en dicha ciudad mejicana (del 17 al 26 de febrero) y las últimas siete en Linares (del 2 al 10 de marzo). El experimento del doblete México-España parece que está dando buenos resultados.



Pero el ajedrez no es sólo que un caballo se coma un peón o que una torre se cepille a una reina. En las grandes competiciones siempre suelen pasar cosas jugosas o polémicas, como en el último campeonato del mundo entre Topalov y Kramnik y el torneo que comentamos tampoco podía se una excepción. Empezó con la baja imprevista del azerbaiyano Radjabov, debido a un robo sufrido en su hotel. En la fase de aclimatación, antes del torneo, al pobre hombre la organización lo envió a Pátzcuaro, una ciudad con un muy alto grado de delincuencia, sin avisarle que tomara las medidas preventivas correspondientes, incluyendo algunos guardaespaldas, pero ya se sabe que los tipos del ajedrez no mueven demasiado dinero. Así que una banda organizada le abrió la habitación del hotel sin pedirle permiso, llevándose casi todo lo que tenía él y su entrenador (su propio padre). ¡Menos mal que habían salido a darse un garbeo, que lo mismo la cosa hubiera acabado en drama! Así que sin documentación, sin medios técnicos y con el cabreo a la altura del entrecejo (las autoridades mexicanas pasaron olímpicamente de las quejas del azerbaiyano…), se retiró del torneo. Yo que la organización linarense lo repescaba para la segunda vuelta y le ponía un retén permanente de policía municipal, guardia civil y hasta geos, por si las moscas…



Pero la atracción ha sido un chico de 16 años, llamado Magnus Carlsen, noruego de Noruega, que por primera vez disputaba el torneo como artista invitado y que, al cabo de la primera vuelta, comanda la clasificación con un indio de la India llamado Vishwanathan Anand. El niño empezó a jugar a los 5 años y ya sabe tanto de jaques y mates que ha sido el capitán de la selección de Noruega en las dos últimas Olimpiadas de Ajedrez. ¡Menudo angelico! Según dicen los que entienden de esto, Carlsen posee una capacidad fuera de serie en cuanto al cálculo de variantes y entendimiento de las posiciones. Además, tiene una memoria fantástica y prácticamente recuerda todas las partidas que ha estudiado. A poco que coja mucha más experiencia, algunos auguran que será uno de los grandes jugadores de todos los tiempos. Ya veremos, pero por el momento, que le quiten lo ganado.



En estos tiempos en que la mayoría de los chaveas pierden el tiempo con las videoconsolas o las telecacas, atrofiándose las escasas neuronas que el sistema educativo deja vivas, el geniecillo del Magnus tiene los santos bemoles de entrenar siete horas diarias. Sus padres han facilitado la vocación del chico sacrificando su limitada economía, hipotecando hasta su casa, para que pudiera asistir a los torneos. Incluso, en una decisión muy arriesgada (¿o sensata?), lo retiraron del colegio para que se pudiese entregar por completo a la práctica profesional del ajedrez. Por ahora, ya está entre los 25 primeros jugadores del mundo. Como el zagal promete, su patrocinador actual es Microsoft, así que suponemos que los padres habrán vuelto a recuperar la vieja casita y hasta estarán ahorrando para comprarse un buen tugurio. En fin, hay apuestas arriesgadas –y polémicas- que dan más que la bonoloto.


Así que espero escaparme un día de éstos a Linares y, al tiempo que revive uno sus también polémicos años de mocedad, aunque menos fructíferos que los de Magnus, intentaremos visitar el hotel Aníbal donde suele disputarse el torneo y echar un ojímetro al personal de las sesenta y cuatro casillas. La ciudad de las tapas (el otro deporte local) puede ser la consagración definitiva del niño más famoso del deporte actual.


Y nosotros, ya abueletes, que lo veamos…

2 comentarios:

la aguja 4/3/07, 3:49  

Está visto que lo que prima hoy en día es la exhibición del músculo sobre la materia gris.

Lo que interesa son los resultados en deportes de lo más simplón.

Quizá lo que busca la sociedad no es más que espectáculo, y de lo que huye es de complicarse la vida.

Y claro, cualquier cambio —y una huida lo es— nos lleva a una nueva realidad. Y al final la gente acaba implicándose en seguir unos colores (¡vaya chorrada de eufemismo!) y en gastarse la pasta de las vacaciones.

No sé, es sólo una lectura como podría haber otras mil. Pero el caso es que los 64 escaques no dan para mucho espectáculo. No es cuestión de que pongan ahora animadoras en bikini.

¿O sí?

Anónimo 7/3/07, 20:54  

Lo de las animadoras en bikini, o un sorteo entre los participantes para viajar a Cancún, no estaría mal, pero ya les va bien a los del ajedrez con la selección de espectadores que tienen (más numerosos de lo que parece). Lo que más me preocupa es que -siendo un juego la mar de decentito y placentero- el personal pase cada vez más de él (y del parchís, y de la oca, y del tute...), dedicando sus ratos de ocio a las teletontas, a las videoconsolas y otras lacras de nuestro tiempo. En fin, allá ellos, no saben lo que se pierden y lo baratito que resultan los juegos de siempre.

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