14 de junio de 2009

GRACIAS, DON FLORENTÍN


Cuando en febrero nos preguntábamos si don Florentín cabalgaría de nuevo, no podíamos imaginar que no sólo se subiría al caballo en tres meses sino que en un pis-pás iba a conseguir (tirando espléndidamente de chequera) los fichajes de Kaká y Cristianito Ronaldo por la módica cantidad de ciento sesenta y un milloncejos de eurillos.

A veces los milagros existen en el fútbol y a los ateos nos las dan en el mismo carrillo. Nuestro escepticismo y sarcasmo han sido barridos por el vendaval florentinesco en menos de una semana. Nos ha dejado hechos unos zorros. Pero, ¿qué tiene este rey Midas al que se le ablandan los gladiadores más significativos del circo futbolero? ¿De dónde saca tanto dinerito calentito y qué cuentas contables realiza en la intimidad para que el supuesto derroche le sea rentable?

Confiesa el Puñetas que no tiene ni pajolera idea de cómo se lo monta don Florentín. Usando el sentido común pensamos que esta vez su caída será más morrocotuda que la primera y que es posible que con ella arrastre al club merengue a poco que le fallen los números. Pero ¿quién dijo que el mundo del futbolín se rige con criterios de sensatez? Así que hoy hemos cambiado el chip, dejando en el perchero nuestras más acendradas y revoltosas neuronas (las que nos aportan buen juicio, lógica, prudencia y cordura) para alabar el locuelo proceder de un señor tan serio como este hombre, de apellidos Pérez Rodríguez. Entre pitos y flautas quizás se gaste 200 millones de euros en fichajes (y lo mismo me quedo corto), cosa que sólo puede escandalizar a los meapilas y paletos del mundo mundial.

El fútbol del más alto nivel (representado por los clubes más poderosos del orbe) tiene que ser como lo ve don Florentín: pasta a troche y moche, sueldazos de impresión, estrellas y galaxias, glamour y fama. El espectáculo más visto y endiosado del mundo no puede permitirse el lujo de funcionar con chicuelos de la cantera, colegas del barrio y unas cuantas figurillas de porcelana. Eso queda para los clubes liliputienses, modestillos y tal, pobre morrallita. En una economía superglobalizada, dominada por las multinacionales y las grandes corporaciones, un gran equipo de fútbol tiene que ser también una gran multinacional y, como tal, funcionar a toda pastilla. Luego, si la pelotita no entra, habrá que colgar a los responsables en alguna farola, pero pretender contentar a millones de seguidores repartidos por todo el planeta con una plantilla de minúsculos gladiadores es empresa inútil. A las masas se las arrastra con grandes chuletones y no con unas cuantas albondiguillas.

El fútbol no es un equipillo representando a una ciudad, ni una sociedad  de amigachos que pretende defender paletamente los valores de una geografía determinada. El fútbol moderno y de masas, representado por sus clubes más cualificados, tiene que ser como don Florentín lo siente: un grupo de estrellas mediáticas, de pasarela y publicidad, que encima juegan al fútbol de maravilla. Ricos hasta las cachas. Polémicos, divos, niñatos y guapos. Para que todos los días del año se esté hablando de ellos sin parar, comprando camisetas de ellos en el Corte Inglés y en la tiendas de los chinos, viajando de la Ceca a la Meca siguiendo sus huellas y andanzas, pidiéndoles autógrafos y un hijo suyo, saliendo en las revistas del cuore y la bragueta y –de paso- metiendo goles casi todos los domingos y fiestas de guardar. Se acabó la vieja trola de un equipo que sólo se dedica a jugar al fútbol con once tíos a los que da ganas de enviarlos a sembrar alfalfa. Los grandes clubes tienen que ser imperialistas (señor Laporta, baje de las nubes y deje de decir bobadas) porque si dejan de serlo dejarán de ser grandes. Jugador que destaque en el planeta, para el saco. Cláusulas de rescisión de contrato a precio de tonelada de jamón. Mercadotecnia las 24 horas del día y los 12 meses del año. Esto no es el Teatro Chino de Manolita Chen. Estamos hablando del Coliseum, de las catedrales balompédicas, de entradas a precio de caviar, de informaciones machaconamente futboleras en todos los telediarios, de gobernantes mundiales arrastrando la cerviz detrás de una Champions. Hablamos de fútbol planetario, del deporte más seguido por la ciudadanía, sea pobre o rica o mediopensionista. Deletreemos “Cristianito Ronaldo” y la humanidad entera sabrá de quién y de qué hablamos. Pronunciemos “Obama o Zapatero” y, salvo Leire Pajín (alias la pelotillera), ni un dos por ciento de los habitantes de este planeta sabrán de quién demonios hablamos.

Todo esto, y más, lo sabe muy bien don Florentín. Como sabe que siendo Presidente del Real Madrid lo conoce media humanidad, mientras que como Jefazo de ACS pasa desapercibido hasta en la misa de doce. La prensa se va a forrar de lo lindo con la llegada de nuestro prohombre. Las televisiones, no digamos. La economía sumergida, también. Y las compañías de aviación, los hoteles, los autocares, los bares, los políticos y hasta los poetas. Don Florentín ha abierto el saco de las esencias y aquí va a florecer la pelotita con un glamour y un perfume la mar de metrosexuales. Como en las grandes superproducciones, el personal prefiere ver al Pitt, al Cloney, al Cruise o al Bardem antes que a Santiago Segura o a Manolo el de la Moto. Así que, gracias, don Florentín por mostrarnos el fútbol como lo que es (aunque nos pese): el mayor espectáculo del mundo mundianesco.Eso dicen sus innumerables devotos y creyentes...

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